Premios Trayectoria: una muestra para conocer el trabajo de ocho maestros
En el Museo Nacional de Bellas Artes se exhiben piezas de los ganadores 2020-2021, que pasan a integrar el patrimonio nacional
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Con emoción, afecto y alegría por el justo reconocimiento a ocho grandes artistas argentinos, se entregaron anoche en el Museo Nacional de Bellas Artes los diplomas a los ganadores del Premio Nacional a la Trayectoria Artística 2020/21, Anahí Cáceres, Alicia Herrero, Leandro Katz, Alina Neyman, Luis Pazos, Alfredo Prior, Norberto Puzzolo y Dalila Puzzovio. Quedó inaugurada en tres salas del primer piso la muestra con las obras de estos artistas que pasan a integrar la colección del museo, e ingresan así al patrimonio nacional. Los premiados, además, obtienen una pensión vitalicia del Estado Nacional por su aporte a la cultura.
“Fueron seleccionados entre más de cien artistas. Este es un grupo de lujo –dice Mariana Marchesi, directora artística del museo y curadora de la exposición–. Quisimos darle mucho espacio a cada uno, mucha presencia de cada nombre y textos para comprender las obras”. “A veces el estado ayuda al artista solo de manera honorífica. En este caso, la ayuda es concreta, una pensión que equivale a cinco jubilaciones mínimas. Es aliviador, y permite seguir produciendo porque los artistas no se jubilan”, señala Andrés Duprat, director. Se inauguró también la muestra Dante por Alonso, de Carlos Alonso, que tuvo su retrospectiva en 2018 y que ganó el premio Trayectoria ese mismo año. Son 47 trabajos en papel en los que aborda la figura del poeta florentino a 700 años de su fallecimiento.
“Después de dos años tan duros, es un festejo observar, premiar y compartir el arte. Es lo único que nos va a salvar”, dice Cáceres, que es una pionera del arte tecnológico, nacida en Córdoba, y radicada en Buenos Aires, donde tiene una cátedra histórica en la Universidad Nacional de las Artes. La obra que se exhibe es YIWE-YIWEb, de la serie Archivos del 3er milenio, 2012-2021, que conecta conceptos de internet con rituales de pueblos originarios.
Entra al museo una pieza icónica del pop del Di Tella: Dalila Doble Plataforma, 1967-1996, de Dalila Puzzovio. Se presentó por primera vez en el Premio Internacional Di Tella, veinticinco pares dispuestos dentro de una estructura de acero que encerraba lo que llamó “la nueva divina proporción”, mientras que en la calle los raros zapatos fluorescentes estaban a la venta en una zapatería. La obra fue premiada entonces, y sigue celebrándose como un signo de aquellos tiempos de unión entre arte y vida, arte y moda.
“Se buscó impulsar distintos tipos de trayectorias. No olvidemos que la mayoría de las colecciones nacionales todavía están formadas por obras de hombres cis”, señala Feda Baeza, directora del Palais de Glace. La palabra maestra aún suena rara, y se asocia más a la escuela primaria: “Es hora de darle a la palabra una nueva categoría”, señala Cáceres. Otra premiada es Alina Neyman, pintora de Salta integrante del Grupo Tartagal, única ausente en la ceremonia.
“Es una obra que debía estar en este museo. No tuve ningún titubeo al proponerla, porque este es el lugar perfecto, y me alegra que esté tan bien instalada”, dice Leandro Katz. Su obra tiene una sala propia, porque es una instalación de fotografías, video y un objeto: una cámara con alas de cóndor, Proyecto para el día que me quieras - Versión I con cámara emplumada, 1990. La cámara-ave de rapiña se ubica entre históricas imágenes tomadas del cadáver del Che Guevara. Forma parte de un extenso proyecto en el que Katz combinó las metodologías de la investigación histórica con su práctica artística.
Otra pieza es la Norberto Puzzolo, Las sillas. Ciclo de Arte Experimental, 1968. Está el registro de 1968, cuando las sillas se montaron en la vidriera de un local en una galería comercial en Rosario, tratando de ampliar el circuito del arte. Y también, están las sillas que a los 19 años dispuso para crear un espectáculo “reversible”: los asistentes a la muestra se sentaron a contemplar la calle, a la vez que los transeúntes se detenían a observarlos. Ahora las sillas miran hacia la foto de las sillas, y todo cobra otro sentido: para las piezas relacionales ingresar en la colección de un museo es, quizá, volverse sobre sí mismas y convertirse en pieza de exhibición como un cuadro.
Conmueve la obra de Luis Pazos, Transformaciones de masas en vivo, diez fotografías de la performance realizada en 1973, “esculturas vivientes” con un claro repertorio de denuncia, presentada originalmente en el Centro de Arte y Comunicación. Esta obra está también en el Museo Reina Sofía, en el Museo de Arte Moderno y en Zúrich. “Es una matanza en La Plata. Muchos de estos chicos ya no están. ¡Pero la obra está viva! No se puede hacer ahora obras como en los años setenta, pero hay que encontrar la manera de que el artista llegue a la vida del hombre común. El artista es un servidor, que entrega a la gente lo que necesitan”, dice Pazos.
Alicia Herrero fue distinguida por una gran escultura de metal y vidrio, Mise à Nu [Puesta al desnudo], 2017, de su serie de equipamientos y mobiliario. “Cuando me llamaron para avisarme que había ganado no lo podía creer. Históricamente los primeros premios han sido para los hombres, y yo siempre salía medalla de plata, segundo premio o mención. ¡Estaba feliz igual! A los artistas nos importa exponer”, dice Herrero. “Lo más importante es ser independiente al momento de crear. Soy profesora y conferencista, estudio mucho para eso. También vendí bastante en los 90, pero cuando me dedico a la performance, tengo aquel otro respaldo. El arte me llega a lugares impensados y me dejo llevar como un barco a la deriva. No me importa si me lleva a producir obra no mercantilizable”, cuenta. Prepara una muestra individual con objetos, pinturas, ensamblajes y esculturas para marzo próximo en la galería Herlitzka Faría. De los ocho ganadores, tres son representados por esa galería.
Children’s Corner, 1982-1984, es una composición de pequeños retratos de Alfredo Prior, una pieza entrañable. “La elegí con mucho cariño porque yo amo a este museo. A fines de los ochenta mi obra entró a la colección por una donación de Fundación Antorchas, cuando era un treintañero. Me crie viendo sus obras. Me traía mi mamá. Desde chico tengo mis preferidas, como Ninfa Sorprendida de Manet. Después, me rateaba de educación física para venir a leer a la biblioteca del museo”, recuerda.
Por el desplazamiento del calendario que implicó la pandemia, el Salón Nacional en 2022 vendrá recargado: “El año que viene, se van a duplicar los premios a la trayectoria, serán 16. Y los tres primeros premios, también. Estamos yendo hacia un reglamento que se pregunta por la extensión territorial, y que pasa de una representación federal del 30 al 50 por ciento. El jurado también va a ser regional. Y vamos a generar un cupo travesti trans del 5 por ciento”, señala Baeza. La exposición de los ganadores 2020-2021 puede visitarse hasta el 27 de febrero.
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