Premio Storni 2023: un libro de nubes y otros versos para recordar a Alfonsina
Anunciaron a los ganadores del certamen que tiene como objetivo el fomento de la escritura poética en la Argentina; Gabriel Caldirola ganó el primer premio
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A tiempo con la fecha de nacimiento de Alfonsina Storni, hace 131 años, el Centro Cultural Kirchner dio a conocer las obras ganadoras de la tercera edición del Premio Storni de Poesía, concurso para obras inéditas cuyo objetivo es reconocer y fomentar la producción poética argentina. Entre 1353 poemarios participantes, el primer lugar fue para Gabriel Caldirola (ciudad de Buenos Aires) por Libro de nubes; Juan Pablo Hidalgo (ciudad de Buenos Aires), galardonado por Monte camina, y Cecilia Perna (Zárate), por Lugar de agua, obtuvieron el segundo y el tercer premio. Caldirola recibirá $ 400.000, e Hidalgo y Perna, $ 200.000. Debido a la inflación, las recompensas económicas de los concursos nacionales se devalúan rápidamente.
Asimismo, se entregaron menciones honoríficas a María de los Milagros Torres por Las señoras que amaban a señoras; Florencia Bellucci por Sustrato utópico, y María Paula Zacharías por los poemas de carácter intimista y confesional de Itatí, Reina de mi amor. Tanto Caldirola como Zacharías son colaboradores de LA NACION. Los ganadores y mencionados por el jurado serán invitados a leer en actividades vinculadas con la poesía en el CCK. Este año se presentó Inquietud del rosal, volumen que compila poemas de los ganadores de 2021 y 2022. Los organizadores del certamen esperan que el Premio Storni tenga continuidad tras las elecciones nacionales de este año.
Muy feliz con este premio. Muy feliz. Los iba a esconder para siempre y dije el último día de la convocatoria: ¿y si a alguien le gustan estos versos? ¡Y pasó! #premioalf #premiostorni @elCCKirchner https://t.co/7OibpK1SW9
— M. Paula Zacharías 💚 (@pzacharias) May 30, 2023
Conformado por los escritores María Teresa Andruetto, Carlos Battilana y Silvio Mattoni, el jurado de esta edición destacó las virtudes de cada obra seleccionada. Se refirió, así, a la “originalidad tanto temática como formal” de la obra de Caldirola, a “su riqueza sin ostentación, su contención, sencillez, condensación. La tensión entre musicalidad y relato. Como si apenas rozara las cuerdas de la lengua están ahí, con gracia y delicadeza, lo arcaico y lo contemporáneo, la naturaleza y lo humano, la quietud y el movimiento, lo sagrado y lo cotidiano”.
Caldirola es poeta, periodista cultural y traductor. Publicó los libros de poemas Hilo (Paradiso, 2014), que recibió una mención del Fondo Nacional de las Artes; Tapias (Aguablanda ediciones, 2019), con fotografías de Diego Spivacow, y Escuchar una piedra (edición de autor, 2022). Ha colaborado en medios gráficos y en las revistas culturales Las Ranas y Otra Parte, y en las publicaciones de la Biblioteca Nacional Estado Crítico, La Ballena Azul y Marca de Agua. Dirigió dos mediometrajes: Carlos Carlé: Gres (2019, ensayo poético sobre la obra del ceramista Carlos Carlé) y Confesión (2022, a partir de textos de autores de la tradición cristiana).
“Empecé a escribir el libro, sin saberlo, en un viaje a Grecia hace quince años, durante el cual tuve la oportunidad de pasar algunos días en Monte Athos, una especie de república autónoma dentro de Grecia, habitada exclusivamente por monjes ortodoxos que viven en monasterios construidos a partir del siglo X -cuenta el autor-. Se rigen según el calendario y las leyes bizantinas; viven casi literalmente en otro mundo. Unos años después empezó la escritura formal del libro: contaba solo con el título y mi diario de viaje de Monte Athos como puntos de partida. Primero aparecieron poemas que hablaban sobre nubes, es decir, que tenían las nubes por objeto. En algún momento me di cuenta de que los fragmentos en prosa que componen el libro, más que referirse a las nubes, tenían que aspirar a comportarse como ellas, adquirir su consistencia, aprender sus maneras de moverse, de cambiar, de desaparecer. Después de todo, las nubes son la escritura del cielo. Fue surgiendo un hilo narrativo difuso y lo que Mirta Rosenberg, que me ayudó mucho con la lectura, llamó, tal vez de manera un poco burlona, una ‘historia de amor’. Este premio tiene un efecto unitivo del tejido que el libro va a terminar de ser cuando esté publicado, lo cual espero que pueda ocurrir pronto”.
Perna, autora de Lugar de agua, define su obra como un experimento poético que reescribe el mito de Dafne y Apolo. “Haciendo un injerto lingüístico: se retira del mito la palabra laurel y se inserta la palabra cohiue, que significa lugar de agua, y es el nombre de un árbol muy habitual del paisaje patagónico de montaña. En esta reescritura, el destino de Dafne es volverse cohiue. Eso modifica también el destino de muchos sentidos y significaciones del propio mito. Y juega con el desplazamiento, de las figuras míticas del texto, pero también de los desplazamientos históricos, culturales y materiales en el territorio americano. Esos desplazamientos intentan dejar ver el núcleo de violencia que el mito encierra, y que fue romantizado y naturalizado en la mayoría de sus versiones, una violencia que esta presente en la cultura de conquista. El final del libro tiene un apéndice en el que incluyo una traducción propia de la versión del texto de Ovidio del mito”.
Sobre Monte camina, de Juan Pablo Hidalgo, el jurado destacó que “con un lenguaje preciso, versos breves y sin signos de puntuación, la escritura de Monte camina registra la experiencia de la naturaleza y de los avatares cotidianos” y que se trata de “un libro que hace honor a la tradición de poemas sobre el río, sobre el agua, con extrema sencillez”.
Así escribe el ganador del Storni
Si él quisiera trazar una guirnalda abierta y, con sus brazos tenues, invitarla a abandonar la noche para dejarse conducir los dos, tímidamente, hacia el principio de un silencio luminoso que pudieran concebir, de sí mismos, en sí mismos, contenidos por esa cada vez más leve forma de aire, dejando en la memoria, intacta, la clausura, sin entregarse a las explicaciones sino apenas al anuncio susurrado, prendido de la noche, del amor que irradian las cosas desde su borde visible, como si en realidad hubiera un centro, tal vez difuminado pero sostenido, hacia el que ya no pudieran seguir acercándose sin alejarse de sí mismos.
De Gabriel Caldirola