¿Por qué leer a los clásicos? Libros que nos ayudan a vivir y a entender al mundo, contra “la dictadura del utilitarismo”
La publicación de “Una pequeña biblioteca ideal”, del filósofo italiano Nuccio Ordine, coincide con el lanzamiento de una colección que reúne “La isla del tesoro”, “Medea” y “Babilonia”, entre otros títulos imperecederos
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“Las grandes obras literarias o filosóficas no deberían leerse para aprobar un examen, sino ante todo por el placer que producen en sí mismas y para tratar de entendernos y entender el mundo que nos rodea -planteó el filósofo italiano Nuccio Ordine en la introducción de Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal (Acantilado, $ 20.000)-. En las páginas de los clásicos, aun a siglos de distancia, todavía es posible sentir el latido de la vida en sus formas más diversas”. El libro (que se imprimió en el país) comienza con célebres versos de un poema de Jorge Luis Borges (”Que otros se jacten de las páginas que han escrito; / a mí me enorgullecen las que he leído”) y reúne una selección de fragmentos comentados por Ordine que se publicaron entre 2014 y 2015 en el semanario “Sette”, del diario italiano Corriere della Sera. Ordine falleció en junio de 2023 a los 64 años.
El proyecto nació en las aulas universitarias. Al comienzo de sus clases, Ordine leía a los estudiantes breves fragmentos de obras en prosa y en verso que daban pie a comentarios. En el volumen, las citas -de Platón a Gabriel García Márquez, y de William Shakespeare a Eugenio Montale, pasando por Cervantes, Daniel Defoe, Nazim Hikmet, Marguerite Yourcenar y Primo Levi- están en un cuerpo tipográfico mayor, acompañadas por un breve escrito del pensador italiano (con letra más pequeña en señal de humildad). Aparecen dos fragmentos de Antoine de Saint-Exupéry y, de Borges, eligió el paradójico fragmento “Del rigor de la ciencia”, incluido en El Hacedor.
Esta “biblioteca ideal”, que pertenece al género de “libro sobre libros y lecturas” (como el exitoso El infinito en un junco, de Irene Vallejo) y tiene traducción de Jordi Bayod, se había publicado en Italia en 2016 y un año después en España. “Los clásicos, en efecto, nos ayudan a vivir: tienen mucho que decirnos sobre el ‘arte de vivir’ y sobre la manera de resistir a la dictadura del utilitarismo y el lucro”, sostuvo Ordine en su crítica a las reformas educativas que intentan ajustarse, sin éxito en su opinión, a la demandas del mercado laboral.
“La rapidez de las mutaciones que hoy afectan al complejo mecanismo de los intercambios económicos es tanta que no es posible adaptar con la misma celeridad los currículos escolares -remarcó-. La formación requiere plazos largos. Orientarla exclusivamente por las presuntas ofertas del mundo laboral es perder de antemano la partida. No necesitamos reformas genéricas, sino asegurar una buena selección de los docentes”. Para el pensador italiano, los buenos profesores son más necesarios que las tablets.
Ordine discutió con la “lógica empresarial” que invade el ámbito de los bienes culturales. ”Nadie pretende subestimar la importancia del aspecto económico: si un museo o un yacimiento arqueológico son rentables, tanto mejor -admitió-. Pero ¿es posible considerar los monumentos y la obras de arte como meras fuentes de ingresos con independencia de su valor cultural? ¿Cómo se explica tamaña vulgaridad?”. Las preguntas son pertinentes para el contexto local.
Clásicos para las nuevas generaciones
En simultáneo con el lanzamiento de Clásicos para la vida a “precio argentino” (junto con La utilidad de lo inútil, de Ordine, y La idea natural, con perfiles de María Negroni), la editorial de la Universidad Nacional de San Martín, Unsam Edita, presenta este martes a las 18.30, en la Librería del Fondo (Costa Rica 4568), los primeros títulos de la colección Por Qué Leer a los Clásicos, que dirige el escritor Edgardo Scott. Participan los escritores Mauricio Kartun, Carla Maliandi y Flavia Costa. Se transmitirá en vivo por Instagram desde la cuenta @envivolibreriadelfondo.
Los cuatro primeros títulos de la colección -que toma prestado su nombre del best seller de Italo Calvino, homenajeado con el lema “No se leen los clásicos por deber o respeto, sino por amor”- son Babilonia, de Armando Discépolo, con prólogo de Mauricio Kartun; La isla del tesoro, de Robert L. Stevenson, prologado por María Teresa Andruetto; Viaje sentimental por Francia e Italia, de Laurence Sterne, con prólogo de Edgardo Cozarinsky (titulado “La escritura intemporal” y donde recurre a Cervantes, Viktor Shklovsky y Alfonso Reyes), y Medea, de Eurípides, prologado por Carla Maliandi.
“¿Por qué leer a los clásicos? -dice Scott-. Resulta curioso, si no particular, que un hecho cultural demande razones o justificación; sin embargo, con los clásicos es así. Intentaremos aprovechar esa condición para exponer entonces algunas de las razones para esta colección que estamos presentando. Porque si bien los clásicos siempre están ahí, también es cierto que cambian, que no son siempre los mismos. A su turno desaparecen o reaparecen, se confirman o desmienten, se repiten y renuevan, en un movimiento de vaivén o, tal vez, como una red marinera que la cultura y la literatura del presente arrojan hacia la cultura y la literatura del pasado”.
En la colección se publicarán libros de distintos géneros (novelas, obras de teatro, diarios de viaje, poesía y crónicas) de autores nacionales y extranjeros y el “llamado a los clásicos” estará a cargo de destacados escritores argentinos. “Ellos serán, entonces, nuestros médiums e interlocutores con aquel más allá o más acá sagrado y sensible. Vamos a procurar, a la vez, que la colección exprese todo lo amplia, lo diversa que puede ser la literatura, ya que, como reino de la palabra, nos parece clave que estos clásicos puedan restituir su horizonte múltiple, sus infinitas posibilidades de realización”, anticipa el director.
La colección pretende acercar la experiencia de lectura de los clásicos a los jóvenes lectores (los libros cuestan $ 16.000) y, como quería Ordine, interactuar con el presente. “Los clásicos elegidos serán entonces los espejos traídos del pasado para reflejarnos hoy, para proyectarnos hoy, incluso para soñarnos hoy, y esa elección tiene algo menos urgente, tal vez, que deseable -concluye Scott-. No es un imperativo, pero sí es un deseo de cada generación elegir sus textos, elegir la tradición que la representa, aquella con la que guarda una relación de admiración y contradicción, de identificación y contraste”.