Por primera vez, una escritora argentina ingresa como miembro de honor en la Real Academia Gallega
Este miércoles pronunciará su discurso en un acto que podrá seguirse desde La Coruña vía streaming; su reconocida trayectoria como experta en literatura y como escritora está “profundamente vinculada a Galicia”
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Un nuevo motivo de orgullo para la cultura argentina tendrá lugar este miércoles, a las 19.30 (14.30 hora local). La escritora María Rosa Lojo (Buenos Aires, 1954) ingresará en la Real Academia Galega (RAG) como miembro de honor en un acto que se transmitirá en directo desde este enlace. La autora de Finisterre, Todos éramos hijos y Así los trata la muerte brindará el discurso “Unha galega filla en Buenos Aires” en una sesión extraordinaria que se celebrará en el salón de actos de la institución, en La Coruña. El presidente de la RAG, Víctor Fernández Freixanes, será el encargado de dar respuesta a las palabras de Lojo.
En un comunicado, la institución destacó que Lojo -doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires y directora académica del Centro de Ediciones Estudios Críticos de Literatura Argentina en la Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales de la Universidad del Salvador- posee una reconocida trayectoria como experta en literatura y como escritora. “La suya es una voz profundamente vinculada a Galicia”, se informa en el comunicado. Hija de padre gallego y madre castellana, Lojo explora en sus textos autobiográficos, de ficción y ensayos de investigación temáticas como la emigración, la memoria y el exilio. “Desarrolla también una tarea de divulgación constante entre la colectividad gallega en la Argentina y en foros especializados internacionales”, señala la RAG.
Lojo había sido nombrada miembro de honor en el pleno celebrado en la RAG a finales de diciembre de 2019, pero el ingreso tuvo que aplazarse a causa de la pandemia de Covid-19. Junto con la escritora española Marina Mayoral, la escritora brasileña Nélida Piñón, el hispanista británico John Rutherford y el historiador uruguayo Carlos Alberto Zubillaga Barrera, Lojo es la primera argentina en integrar la Academia como miembro de honor, categoría con la que se reconoce una trayectoria. La RAG fue fundada el 30 de septiembre de 1906 y su primer presidente fue el historiador y escritor español Manuel Murguía.
Para Lojo, colaboradora de LA NACION, el nombramiento significa un enorme honor. “Que me esfuerzo en merecer y, sobre todo, supone refrendar un largo y apasionado compromiso con la cultura gallega -dice Lojo a LA NACION desde la tierra de sus ancestros-. Tengo un vínculo previo con la institución como miembro del Comité Científico del Boletín da Real Academia Galega, y también mantuve lazos profesionales con algunos miembros de la Academia, como el historiador Ramón Villares Paz, cuando el Consello da Cultura Gallega financió una investigación que dirigí sobre los ‘gallegos’ en el imaginario argentino mientras él fue su presidente, o como el escritor Víctor Fernández Freixanes, que actualmente preside la Academia, y que publicó algunos de mis libros de ficción, traducidos al gallego, como director de la editorial Galaxia”.
A escritora arxentina @MariaRosaLojo, con raíces en Boiro, ingresa este mércores na RAG como membro de honra. O acto, aberto ao público, terá lugar a partir das 19:30 horas na nosa sede. Poderase seguir tamén en directo dende https://t.co/CQOINK0VNW. https://t.co/UTDVH73kr4
— Real Academia Galega (@AcademiaGalega) September 26, 2022
Sus actividades académicas y literarias seguirán siendo las mismas. “Solo que ahora vinculadas de manera formal a un marco institucional, como representante de la Academia y de Galicia en el exterior -indica-. Quizás en tal calidad me encarguen algunas misiones específicas, pero nada muy distinto de lo que hice y hago. La Academia se propone, desde su fundación en 1906, estudiar y promover la lengua y la cultura de Galicia. Sostiene importantes publicaciones, organiza actividades y todos los años rinde homenaje a una figura destacada de las letras gallegas”.
“Mi amiga, la periodista y escritora Débora Campos Vázquez, es académica correspondiente -dice Lojo-. Los académicos de honra son poquitos; es una cuestión de edad, trayectoria, volumen de obra. A mí me añadirán oficialmente después de este miércoles, luego de dar mi discurso de ingreso, en gallego, y que se publicará de inmediato”.
La relación profesional de Lojo con la cultura gallega es evidente es sus libros de investigación, de narrativa y de poesía. “La personal e íntima es constitutiva, entrañable -sostiene-. Hay un concepto de la cultura mapuche que siempre me fascinó: el ‘canto de linaje’ que vincula a cada ser, a cada familia, con su identidad ancestral dentro del cosmos, con la cadena de generaciones pasadas y futuras, y revela la asociación entre los humanos y los elementos naturales con los que se emparientan. Escuché ese canto desde muy chica, en los relatos de papá, donde florecían un bosque y un castaño. Esa identidad confluye en mí con otras, se transforma de este lado del mar, pero el sonido de fondo no se perdió jamás, seguí escuchándolo y amplificándolo toda mi vida. Me siento un brote aventurero de ese bosque animado que migró por el mundo sin perder la memoria”.
Un fragmento del discurso de María Rosa Lojo
Espero no defraudar la confianza que ustedes han depositado en mí al elegirme como académica de honor. Una función especialmente hermosa porque se ejerce entrelazando mundos y reuniendo lejanías, como las metáforas de vanguardia. Implica ser extraterritorial y multiterritorial. Estar, de maneras distintas, en varios puntos, al mismo tiempo.
Desde que tengo recuerdos, la escritura siempre posibilitó ese vaivén, esa simultaneidad. Ante todo, a través de las cartas que unían los finisterres a un lado y al otro del océano. Crecí escuchando a personas que hablaban de las cartas que iban a llegar y de las cartas que tenían que escribir. A menudo mucho tiempo tuve la sensación de que buena parte de mi vida estaba en otro lado, actuada y completada por familiares que yo aún no conocía, que eran letras en un papel, imágenes en una foto. Con los años, incluso empecé a sentir que ese mundo de lo ausente ocupaba demasiado lugar, hasta no dejarme percibir el mundo real y presente donde habitaba e intervenir en él.
Tuve celos de esos seres distantes que con su sombra ubicua tapaban lo inmediato, hasta que me los hice propios, junto con esa tierra donde los vientos furiosos de la historia me habían sembrado, y cuya memoria e identidad más secretas busqué y encontré también, en la geografía y en los libros, para poder narrarlas.
Cuando por fin crucé el mar en busca de la totalidad perdida, el ovillo de cartas empezó a desenrollarse como un hilo de Ariadna. Fue la brújula en un mapa de direcciones y de nombres, referentes de ese tiempo en el que mis padres eran jóvenes. Ya no encontraría, claro, a otros jóvenes, en los destinatarios de sus mensajes. Los amigos y familiares sobrevivientes y envejecidos buscaban a su vez en mi cara, en mi cuerpo, en mi modo de andar o de mirar, los gestos, los ecos, las semejanzas de aquellos a quienes tempranamente habían querido y despedido para siempre, sin saberlo.
Comprendí que mi patria estaba en las palabras, que en ellas se reunirían mis mundos y que no serían únicamente mis palabras sino las de todos. No somos mónadas, sino eslabones, la voz que creemos propia es siempre insuficiente. La literatura requiere una posición primaria de espera y de escucha. Somos apenas un canal, una garganta por la que fluye el coro de la voz colectiva.
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