Poesía de instinto urbano
POESIAS 1920-1930 Por Nicolás Olivari-(Malas Palabras Buks)- 175 páginas-($ 19)
Este primer volumen de la colección Pingüe Patrimonio, que se propone rescatar textos del siglo XX difíciles de encontrar, reúne en un solo tomo los tres poemarios que Nicolás Olivari (1900-1966) publicó en la década del veinte: La amada infiel (1924), La musa de la mala pata (1926) y El gato escaldado (1929). Con encomiable seriedad, sus responsables, Ana Ojeda Bär y Rocco Carbone, han decidido reproducir las primeras ediciones y abordar minuciosamente los tres libros como parte de un ciclo poético. El estudio preliminar y la bibliografía que acompañan la edición demuestran que se trata del fruto de una investigación. El espíritu que anima esta empresa es haber apostado a recuperar a un poeta como Olivari, injustamente olvidado, y leer su propuesta estética como un aporte individual que va más allá de las consabidas permeabilidades entre Boedo y Florida, entre vanguardismo y poesía social, entre autonomía o heteronomía del arte.
Al leer los tres libros se tiene la impresión de que la obra de Olivari constituye un trayecto cuyos tramos van revelando una verdad estética, aquello que en un poema de La amada infiel el sujeto lírico llama "el instinto ciudadano", frase que condensa de modo emblemático el fundamento de su poesía: que la vida urbana se edifica a partir de las pulsiones. Así, el centro de gravitación de esta poesía es la experiencia de la ciudad en sus tres componentes: el espacio urbano, la dimensión ciudadana y el aspecto político. En efecto, es una poesía que se instala en el escenario moderno de la urbe, en los sujetos que la habitan y también en el modo de situarse frente a la polis y de disentir con ella cuando se ponen en peligro los principios éticos que la sustentan (por lo general, ese peligro es el progreso). "Yo me limito a lo que sé: Buenos Aires" es la famosa frase de Olivari que, entre la humildad y la soberbia, no deja de ser otra manifestación de su verdad estética desde el momento en que el poema busca ser el doble grotesco de la ciudad.
No hay efectismo, sin embargo, sino el intento de producir en el lector una respuesta. De allí que su poesía se acerque a la estética de Roberto Arlt y de Discépolo al describir la ciudad sin ajustarse a las estrictas leyes del realismo. Mediante resabios librescos de la ciudad decadentista de fin de siglo XIX, con su halo mórbido y su fervorosa inclinación al vicio, la imagen de Buenos Aires que Olivari elabora se ciñe más a recrear el ritmo vertiginoso y alienante de la gran ciudad -como había intentado Baudelaire en sus pequeños poemas en prosa- que a conseguir una representación fidedigna de ella. El desenfado en la construcción de la imagen, el desaliño que cultiva, el humor burlesco son todos procedimientos con los cuales Olivari arremete contra un estetecismo desligado de lo social, aun cuando su poética deje entrever las costuras simbolistas y finiseculares. Ni la estética del grupo de Boedo ni la del de Florida podrían explicar cabalmente el principio motor de esta poesía, aunque encontremos elementos de ambas en estos versos. Olivari concibe la poesía como una suerte de hibridación ya que busca mezclar la "realidad" del realismo con la "irrealidad" que resulta del mecanismo poético de la exageración.
En la dedicatoria de La musa de la mala pata Olivari define su libro como grotesco, inútil y "rabioso" y ese adjetivo lleva a asociar de nuevo su obra con la de Arlt, si pensamos que éste publicó El juguete rabioso precisamente el mismo año. La obra poética de Olivari erige una voz irascible contra el mundo vuelto mercancía. Lo que comparte con Arlt es sobre todo aquello que David Viñas definió como el sentido de "la crispación", esa zona hecha de rabia, crueldad y humillación. Una zona que cuaja en un tono que Nicolás Olivari hace suyo para devolverlo con la sensibilidad "escaldada" de una voz poética sumamente singular.