Las luces
por María Elena Walsh
Qué harán de mí el amor, el sufrimiento.
Los días, las pasiones de la tierra.
A qué ganada paz subir intento.
Con tanta desesperación y guerra!
Sólo sé que una duda me destierra
De mi perdida eternidad, y siento
Que es Dios esta tristeza que me encierra,
Que es Dios este llorado descontento.
Qué harán de mí la súplica y el canto.
El corazón enceguecido y tanto
Color de muerte y sed que no termina.
Mi razón a otras luces encomiendo:
Que me deslumbren en lo que no entiendo,
Pablo. Agustín. Teresa. Catalina.
* Este poema se publicó en LA NACION el 25 de noviembre de 1951
Del frustrado suicida
Por Juana de Ibarbourou
Dejar por ti el pan claro, la leche sosegada.
El perro de la sombra y el corro de las voces;
Dejar por ti los jáspes y el caballo del agua.
El órgano del viento, los vegetales roces.
Dejar por ti, más ocre que toda la miseria.
Mi fulgurar de abejas, de plantas y luciérnagas.
Y aun tú, la cegadora, no quererme en tu valle
Donde todos los días los caminos entregas.
Cerrarme tus dominios arisca y enconada,
Vedarme tus manzanos, romper por mí tus puentes,
Ver que estoy desvalido y negarme tu nave,
Sentir mi acerbo grito y no hacerte presente.
Dejarme así anhelante y así alucinado.
Sin tu brazo de ámbar redondeándome el hombro,
Mientras en el jardín la tormenta del día
Dobla los alelíes y enronquece los coros.
Tener la seca lengua tajada y encendida
De contestar las voces del ángel que rechaza,
Y hacerte hielo oscuro cuando puedes decirme
Para el sueño, la única, la inocente palabra.
El sueño que ya nunca en mis nervios madura
Ni levanta en mi frente su lucero tranquilo,
Ni acomoda en mi pecho, recostada, su luna,
Ni me acerca su espejo de imágenes sin filos.
Me has dejado perdido, mutilado, en la mengua
De mi paso seguro y mi aliento completo.
La de los briosos rasos ya no me quiere ahora.
Y no tengo tampoco tus dominios corderos.
De nuevo en el dominio del sol, amargo, amargo,
Ya te vuelvo la espalda hacia los duros llanos.
Hacia las malas tierras de gramíneas estériles,
De juncos maltratados e inútiles veranos.
* Publicado originalmente en LA NACION el 6 de abril de 1947
¿Por qué las elegimos?
A ambos lados del Río de la Plata, sus voces y su escritura contribuyeron a desplegar un modo femenino de interpretar el mundo. Aunque la uruguaya Juana de Ibarbourou (conocida desde 1929 como "Juana de América") y la argentina María Elena Walsh desarrollaron universos líricos diferentes y recorrieron caminos distintos en tanto figuras públicas, las dos forjaron poderosas voces poéticas en una época en la que la plena presencia de mujeres en el campo de la literatura todavía no era moneda corriente.
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