Pioneros de la imagen
En Vasari puede verse un registro histórico de la primera clínica fotográfica de la Argentina, integrada por grandes maestros
A principios de los años 50 en Buenos Aires, la fotografía artística se había desarrollado ampliamente en el ambiente de los fotoclubes que decidían lo que estaba bien y lo que estaba mal en materia estética y de contenidos. La actividad estaba en franco aumento. Un simple aficionado podía convertirse casi en una pequeña celebridad por el procedimiento de concursar en las diversas competencias que organizaban el Foto Club Argentino o el Foto Club Buenos Aires. Los jurados de estos certámenes eran prestigiosos fotógrafos del medio y fijaban el canon a seguir.
En 1952 se produjo en la Argentina el primer fenómeno de reacción a este sistema establecido que, a semejanza de otros movimientos vanguardistas en el mundo, se propuso un sistema de crítica y exposición de obra absolutamente inédito para la época. Esta reacción tomó la forma de un grupo de fotógrafos amigos (muchos de ellos, miembros e incluso jurados de aquellos fotoclubes de los que querían diferenciarse) que se llamó La Carpeta de los Diez.
Su fundador fue Fred Schiffer, un inglés nacido en Austria, que traía la experiencia de la vanguardista Linked Ring Brotherhood de Londres. A él se sumaron Jorge Friedman, Annemarie Heinrich, José Malandrino, Max Jacoby, Pinélides Fusco, Hans Mann, Alex Klein, Ilse Meyer y Anatole Saderman. En su gran mayoría, eran emigrados de Europa y se habían forjado un sólido prestigio profesional en Buenos Aires.
Era un grupo heterogéneno en sus enfoques estéticos pero uniforme en cuanto al nivel de experiencia y profesionalidad. En principio, su único objetivo consistía en reunirse una vez al mes y debatir sobre temas diversos. Porque, a diferencia de lo que sucede hoy, esos fotógrafos estaban muy vinculados con el ambiente de la literatura, la pintura o el cine. Por supuesto, la discusión central giraba en torno de la fotografía. Proponían temas para trabajar en común y, con las imágenes resultantes, hacían circular una carpeta entre todos los miembros para sumar fotos y críticas por escrito, implacables en algunas ocasiones, elegantes en su escritura, reveladoras en la mayoría de los casos. Sus autores tenían una sensibilidad y una formación intelectual que iba más allá de la técnica fotográfica.
La Carpeta de los Diez fue, como dice Alicia Sanguinetti (hija de Annemarie Heinrich y curadora junto con Marina Pellegrini de la muestra que puede verse estos días en la galería Vasari) la primera clínica fotográfica de la Argentina. Y tal vez la única.
Desarrolló algunas cualidades básicas que la diferenciaron de todos los grupos que se crearon posteriormente y que la convirtieron en un fenómeno irrepetible. En primer lugar, todos sus componentes eran pares entre sí. No había un coordinador o líder que tuviera la última palabra en la evaluación de las obras que se sometían a consideración.
En segundo lugar, tenían un modo de producción de obra mixto. Por una parte, eran libres de aportar cualquier fotografía que consideraran lo suficientemente buena, pero también proponían temas comunes que cada uno desarrollaba de acuerdo a su propio estilo. El grupo se propuso trabajos en torno al desnudo, la solarización, manos, montajes, etc. Luego, cuando organizaban una muestra, cada miembro debía presentar siete obras. Cinco de libre elección y dos pertenecientes a los proyectos grupales.
Otra característica que la diferencia, aún hoy, fue la variedad de tendencias fotográficas que albergó entre sus integrantes. Desde los reporteros gráficos Juan Di Sandro y Pinélides Fusco (autor del recordado abrazo de Eva y Juan Perón en el balcón de la Casa Rosada), pasando por las exploraciones formales de Alex Klein, hasta los elaborados retratos de Anatole Saderman o la excelencia técnica de Annemarie Heinrich, por ese entonces la más famosa fotógrafa de celebridades del cine nacional.
El último dato peculiar de este grupo fue el modo de mostrar su producción. Hacían copias de gran tamaño (una novedad en aquel momento) y las montaban sobre bastidores sin marco. Diseñaban la disposición de los trabajos en las paredes con la intención de inducir una lectura determinada de la muestra. Y comunicaban cada inauguración a través de los medios gráficos. Reivindicaban artistas e intentaban hacer pie en el ambiente de las galerías de arte.
La Carpeta de los Diez realizó seis exposiciones hasta 1959, año que marcó su disolución como grupo. Sin embargo, dejó la simiente para otro movimiento fundamental en la fotografía argentina contemporánea, que se venía gestando desde 1956: el grupo Forum, creado por Sameer Makarius, Pinélides Fusco y Max Jacoby.
De los 14 fotógrafos que pasaron por La Carpeta de los Diez, sólo tres nacieron en la Argentina y fueron los introductores en el medio local de las diversas tendencias que proliferaban en la Europa de posguerra. Curiosamente, en su intento por ampliar y hasta romper la visión pictorialista y académica reinante en los grandes fotoclubes de la época, terminaron por crear un nuevo canon que fue adoptado como propio por estas instituciones y que, con algunas variantes, aún sigue vigente.
© LA NACION
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