Pierre Lemaitre: "Voy a votar por Macron, que es un teleevangelista exaltado"
En su primera visita a América latina, el escritor francés confirma que su detective Verhoeven está jubilado; además, no ve una salida a la crisis en su país
Es la primera vez que Pierre Lemaitre (París, 1951), escritor que obtuvo en 2013 el prestigioso premio Goncourt por Nos vemos allá arriba (Salamandra), visita la Argentina. “Es la primera vez en América Latina –indica, casi al final de la gira que comenzó en México-. Por suerte tengo muchos lectores aquí.” Lemaitre es uno más en la serie de escritores tardíos; luego de varios años de ejercer su profesión como docente de adultos, comenzó en 2006 a publicar novelas policiales protagonizadas por el detective Camille Verhoeven, todas publicadas en la Argentina por Alfaguara. Pronto se convirtieron en un éxito de crítica y de público.
Lemaitre sabe acompasar la dinámica de la novela negra con observaciones sagaces sobre los personajes y su entorno, que casi siempre suele ser determinante, sino fatal. En sus “novelas darwinistas”, el personaje astuto puede superar al más fuerte, pero pocas veces modifica la realidad. Ése parece ser el “techo” de la novela negra, aquí, en Francia y en Suecia. Invitado por la Feria del Libro, el autor de Tres días y una vida (Salamandra) y Vestido de novia (Alfaguara), se presentará el sábado a las 20 en la Sala Alfonsina Storni, donde conversará con Claudia Piñeiro. Al finalizar el encuentro, Lemaitre firmará ejemplares de sus libros.
- ¿Conocía América Latina por su literatura?
- Formo parte de una generación que se sintió totalmente impresionada por la literatura latinoamericana que comenzó a traducirse en Francia en los años ochenta: Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa. Vivo en un país que siempre se sintió intelectualmente superior al resto; no teníamos una literatura que compitiera con la nuestra hasta que empezamos a leer a los escritores latinoamericanos. Había grades escritores europeos, pero nadie cuestionaba la supremacía francesa. Al conocer la literatura de América Latina fue como si hubiéramos jugado a la ruleta rusa. Y perdimos. Fue una buena noticia para la literatura pero no para el narcisismo de los franceses.
- ¿Cambió su manera de escribir ficción luego de recibir el premio Goncourt?
- No tuve el deseo consciente de cambiar de género, de abandonar la novela negra, incluso el primer libro con el que abandoné la novela negra iba a ser, en principio, una novela negra. Nos vemos allá arriba no tenía el código genético del policial. No me hice demasiadas preguntas. Sería otra cosa; no sentía fidelidad con el género negro. Tenía una historia de venganza y de aventuras ambientada al final de la Primera Guerra Mundial, y decidí trabajarla con las mismas herramientas del género negro: pistas falsas, suspenso, sorpresa. Tuve la suerte de escribir una novela social con las herramientas tradicionales del policial. Eso, creo, le da una tonalidad particular.
- Hay un uso particular de la elipsis en sus novelas...
- Creo que usted se refiere a una técnica que utilizo con frecuencia, que apunta a una aceleración brutal del relato. En una novela contada en pasado, salto de inmediato al presente. Es un recurso que me sirve cuando necesito dramatizar una escena y llegar más rápido al acontecimiento. Se trata de una técnica de montaje que intenta sorprender al lector.
- ¿Va a retomar la serie de novelas protagonizada por Camille Verhoeven?
- No, no. Camille se jubiló. Lo llamé hace poco y me dijo que como pertenece a una generación que nunca sabía si iba a cobrar o no la pensión, ahora que por fin la cobra no va a volver a la acción. Aunque varios lectores lo extrañen.
- Sin ser una novela negra, ¿Recursos inhumanos (Alfaguara) no le parece aún más siniestra que las novelas de Verhoeven?
- Absolutamente, porque la base social de esa novela es más amplia. Todos podemos convertirnos en desempleados. Mi trabajo como novelista es contar historias; cuando tengo una historia, la cuento, adaptada al género que más le convenga. Gracias al Goncourt y al éxito internacional, ahora puedo elegir. No tengo ganas de prometerme cosas a mí mismo o a los lectores. Ellos saben que cuando me pongo a trabajar lo estoy haciendo para ellos y que intento hacer el mejor libro posible. A mi edad no tengo deseos de programar el futuro. Sin ser pesimista, creo que la edad se convierte en algo peligroso.
- ¿Piensa las novelas como si fueran alegorías sociales sobre el desempleo, la pobreza, la exclusión?
- Sí, en algunos casos. La situación del protagonista de Recursos inhumanos evoca a una gran cantidad de personas que, sin trabajo, se sienten desclasados. En Nos vemos allá arriba, los dos personajes son dos jóvenes que regresan de la guerra y creen, legítimamente, que van a recibir una recompensa del país que los envió a pelear. En ambos casos, son personajes que son víctimas de una ruptura del sistema. Aquellos que esperaban una recompensa del sistema por todos sus esfuerzos realizados, se sienten frustrados porque la recompensa no llega. Y no llegará. Es el caso de los desempleados europeos en la actualidad. Muchos que fueron “buenos soldados del capitalismo” hoy se encuentran desempleados. Es una situación paradójica: para jubilarse, se debe trabajar más tiempo en un país donde ya no hay trabajo. Es para volverse loco y eso es lo que le sucede al protagonista de Recursos inhumanos.
- ¿Es preocupante la situación social en Francia?
- Sí, porque no se percibe el final de la crisis y la pobreza se extiende cada vez más. En Francia hay ocho millones de pobres. Muchos de ellos son desempleados. El desempleo afecta sobre todo a las mujeres y a los jóvenes. Para las mujeres es doblemente dramático, porque son víctimas de todas las dominaciones: la masculina, la patronal, la dominación política y económica. Siempre son ellas las que pagan las crisis.
- ¿Qué opina de las elecciones en su país?
- Tengo muchos motivos para estar triste. Durante años tuvimos un presidente de una gran mediocridad política, que en parte contribuyó al ascenso de la extrema derecha. No es mi candidato, pero ahora voy a votar a Emmanuel Macron, un teleevangelista exaltado, que repite todos los lugares comunes del neoliberalismo y que tiene rasgos autocráticos. No será un dictador sólo porque le faltan recursos para eso. Para alguien de izquierda como yo, una opción entre la extrema derecha y la derecha es algo muy lamentable.
- ¿Es su vida como escritor lo que imaginaba?
- Nunca había pensado en eso. Es mejor y al mismo tiempo es menos de lo que esperaba. Es mejor porque no sabía que la escritura me daría tanto júbilo. Me divierte muchísimo escribir y creo que eso se ve en los textos, pero eso no formaba parte de la proyección que tenía sobre el oficio de escritor. Y es menos de lo que esperaba porque resultó ser una tarea prosaica; para escribir un libro debo trabajar más de mil horas por año. Mi sueño como escritor es ganar nuevos lectores y poder conservarlos porque les gustan mis libros.
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