Pier Paolo Pasolini Poemas inéditos
La obra poética completa del gran escritor y director de cine ha sido objeto de una nueva edición italiana que abarca diez volúmenes y contiene gran cantidad de textos desconocidos. En ellos se confiesa, revela sus amores, ataca a sus rivales y exalta a quienes admira. De ese conjunto, se anticipan cuatro poesías que resumen el espíritu de aquellas páginas
La Italia fascista
La voz de Dante resonaba en aulas desesperadasPobres hombres estaban encargados de enseñar cómo ser héroes, en los gimnasios; nadie nos creía
Después las plazas se llenaban de estos incrédulos bastaban dos varales, una tarima, mala tela de color rojo
blanco y verde; y negro; bastaban
pocos símbolos harapientos, águilas y haces de
[leño o estaño;
nunca hubo un espectáculo más económico que un desfile en aquellos tiempos
Los viejos y los jóvenes de común acuerdo
deseaban gradiosidad y grandeza;
millares de muchachos desfilaban,
algunos de ellos "elegidos", otros simple tropa;
como en una estasis perdida en medio de los
[siglos
había mañanas de mayo o de pleno verano
y el mundo rural alrededor
Italia era como una pobre isla en medio de las
[naciones
donde la agricultura estaba en decadencia,
y el escaso trigo era un océano inmenso
donde cantaban tordos, alondras, los atónitos
[pájaros del sol
Las concentraciones se disolvían sobre los palcos
[caía la brisa
y todo era verdadero,
las banderas continuaban flameando
al viento que no las reconocía.
Al corazón de Homero
Casi he terminado una novela, estoy en las últimas páginas:
releo, corrijo, copio, rehago, pienso, me acuso.
Nadie sabe estas cosas, ninguno quiere saberlas.
El espectáculo del dolor es espina sin rosas.
Pero tú, llegaste de improviso a través de no sé qué lectura,
con el color puro de un antiguo mar absoluto,
corazón de Homero, canta como una golondrina, sobre estas páginas
confusas, bárbaras, impuras, desesperadas, ambiciosas:
haz que recobre la fe en un misterio de mármol,
en las oscuras esperanzas, en los desalientos mágicos.
Análisis tardío
Fin de los años 60
Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;
que todo aquello que toco ya lo he tocado;
que soy prisionero de un interés indecente;
que cada convalecencia es una recaída;
que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;
que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;
que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;
que no intento todavía reconocer quién soy;
que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;
que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias;
que no saldré nunca de aquí por más que sonría;
que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia
[enjaulada;
que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;
que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre
[y por lo tanto pura;
que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.
La niebla del Po
Fragmento
¿Quién hablará alguna vez de esta antigua niebla
que ningún realista, ningún manierista
del Po, hormiga longobarda,
jamás alcanzó a expresar, aun en su manía
de rústica dulzura, de precisión mística?
Ah, ni siquiera Salimbene, quizá, y, hoy, Bertolucci,
o algún desconocido, en obras perdidas...
Una niebla que sabe de musgos y de capuchas,
de escarchas indiferentes: detrás, enorme luciérnaga
roja, el sol, estupendamente inútil.
Cubre todo, sustancia absoluta, de oro
Esfuma, allá, donde se vuelve azulado
el fondo, y los edificios mudan de color,
en escorzos donde el dolor no es pensable:
y, allí, alude a otra, dulce Turín,
no poseída, sede de existencias puras.
De Barrera en Barrera, no tiene fin
ese esfumarse, sobre las granjas
sobrevivientes, sobre las construcciones futuras.
Se degrada en tintes humildes, marrón
o nuez, o malva: se vuelve suprema
en oros rosados, iluminando el suburbio
que cede a la campaña, más allá un bastión,
una iglesia saboyana, atrozmente serena.
También los vivos, con sus cachorros escolares,
en la niebla, parecen fósiles
preciosos, con sus gestos milenarios,
vistos de espaldas, en las novísimas calles,
a lo largo del hilo verde de los viejos fosos.
Y en el sublime, humilde humo que el Po
exhala desde hace milenios, y escultura
sobreviviente al menos desde cuando nos liberó
del terror feudal, a nosotros los cisalpinos (...)
la Libertad -en el sublime, humilde averno
de la niebla, éste es el primer y externo
síntoma tuyo: obreros que caminan...
(Traducción de Hugo Beccacece)