Picasso-Matisse: del amor al odio
Su mutua admiración y enorme celo es el motivo de una muestra que se expone en Nueva York
NUEVA YORK.- John Richardson vive en una de esas casas de la Quinta Avenida que uno ya conoce a través de las películas de Hollywood. Grandes ventanales, alfombras persas, jarrones chinos, muebles europeos ... en fin, el kit completo de millonario culto. Por eso no sorprende cuando, consultado sobre cómo conoció a Pablo Picasso, simplemente responde que eran vecinos cuando vivía en un castillo en el sur de Francia, antes de mudarse a Nueva York.
"Pablo venía a Nime a ver las corridas de toros y se quedaba con nosotros. Yo era un estudiante de arte fracasado, pero entendía su obra. Se ve que eso lo tocó, porque quedamos como grandes amigos el resto de su vida. Puede haber sido muy difícil con las mujeres y con sus hijos, pero con los varones era de un cariño inconmensurable", explica, en diálogo con LA NACION, entre paredes que sorprendentemente no se caen con la cantidad de cuadros del gran maestro que cuelgan de ellas.
Ex presidente de Christie´s en Estados Unidos, profesor de arte en Oxford y miembro de la Academia Británica, Richardson es el autor de la monumental biografía de Picasso (Alianza Editorial), de la cual ya se publicaron los dos primeros volúmenes, y que lo convirtieron en la principal autoridad en el tema. Además, fue en sus charlas con el crítico de arte británico John Golding que la idea original de la muestra Picasso-Matisse -que esta semana comienza en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA)- comenzó a formarse.
"Es una de las relaciones más interesantes de la historia del arte. Iba de la burla infantil estilo "mirá cómo pinto mejor yo" hasta la competencia violenta, pero también a la sincera admiración y a contagios de genialidad. Matisse mismo dijo: `Nadie jamás ha mirado mi obra como Picasso, y nadie ha mirado la obra de Picasso como yo", cuenta entusiasmado.
-Pero, ¿es verdad que Picasso jugaba al tiro al blanco con las obras de Matisse?
-En realidad fueron sus seguidores. Cierta vez decidieron intercambiarse obras y Pablo se llevó un retrato de Marguerite, la hija de Matisse. Según Gertrude Stein, lo eligió porque era el peor de su producción, y así lo trató su banda, que le tiraba dardos con ventosas a ver quién le pagaba en la nariz. Yo, en cambio, siempre creí que lo había elegido porque podía aprender de él. Y años después, Pablo mismo me confesó que se sentía compungido de no haber detenido a sus seguidores en ese tipo de diabluras.
-¿Cómo se sentía Picasso frente a Matisse?
-La mayor parte de los encuentros eran en lo de Gertrude Stein, en los cuales Picasso, consciente de lo mal que hablaba francés, se quedaba calladito e inhibido y se enojaba cuando le pedían que explicara las cosas de su obra que él mismo consideraba inexplicables. En cambio, Matisse desplegaba una gran lucidez y precisión que impresionaba a la gente. Al mismo tiempo, mientras Picasso había adoptado el overol proletario para vestir, Matisse se vestía siempre con sacos de tweed, muy elegante, como corresponde a la cabeza de una escuela artística. Picasso odiaba esos encuentros; sin embargo, tomó mucho de Matisse en su obra. Tanto que Matisse lo llamó "un bandido esperando en la trampa".
-En el trato personal, ¿Picasso era el monstruo misógino de la leyenda?
-Eso es una barbaridad. El problema con Picasso es que de cualquier cosa que se diga de él, lo exactamente opuesto también era verdad. Era el hombre más bueno, generoso y cariñoso del mundo, y la prueba está en que todas sus mujeres lo amaron hasta la muerte, y muchas veces volvía con ellas, aun después de haber terminado. Años atrás encontré un retrato clásico de Olga, su mujer, que visto con rayos X muestra debajo retratos de otras dos amantes. Pero, en general, no era promiscuo. Solía haber una sola mujer cada vez. Digamos que era monógamo, aunque un tanto infiel. El problema era que las agotaba y, simplemente, se iban con otro. Además, para el promedio de hombres en Andalucía, ni siquiera se puede decir que fuese machista.
-¿Y es verdad que robaba piezas del Louvre?
-Un amigo suyo robó unas estatuillas ibéricas y él se las compró. Yo no creo que Picasso lo mandase, sino que le habló de ellas y su amigo fue a robarlas. Picasso diría: ¿por qué no? Los arqueólogos franceses que las desenterraron en España eran los ladrones. Además, a él no le bastaba con verlas. Necesitaba los originales para tocarlos y adueñarse de la energía de los pueblos primitivos. Cuando ya estaba viejo, solía buscar ropa de sus hijos y dormir con ella porque pensaba que así se apropiaría de parte de la fuerza vital de las criaturas. Picasso absorbía hasta la última gota de energía de la gente que tenía a su lado.
-¿Y usted cómo sobrevivió?
-Picasso era un poquito caníbal, y lo sigue siendo después de su muerte. Por eso sé que cuando termine este año el último volumen de su biografía, estaré consumido. Simplemente, no voy a poder escribir sobre otro artista.
Encuentros conflictivos
John Richardson: "La mayor parte de los encuentros eran en lo de Gertrude Stein, en los cuales Picasso se quedaba calladito e inhibido y se enojaba cuando le pedían que explicara las cosas de su obra que él mismo consideraba inexplicables."