Petros Márkaris: “Estamos yendo a toda velocidad hacia el pasado”
A los 88 años, el escritor griego advierte por el crecimiento de los movimientos de ultraderecha en el mundo y mira de cerca otros problemas de hoy que deja entrar en sus novelas; “La revuelta de las cariátides”, nueva entrega de su serie del comisario Kostas Jaritos, acaba de publicarse en la Argentina
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“Escribo tratando de explicarles a los lectores donde están los peligros reales de la sociedad”, dice Petros Márkaris, uno de los referentes modernos del policial negro. De la mano de su comisario Kostas Jaritos, el autor combina los casos de ficción con la descripción, casi en tiempo real, de la historia reciente de Grecia y Europa, en una serie que suena familiar al lector argentino. Episodios de crisis económica, ajuste, desempleo, manifestaciones sociales y corrupción en el gobierno aparecen en esta saga que se inició en 1995 y llegó a su capítulo número dieciocho con La revuelta de las cariátides (Tusquets), que acaba de publicarse en la Argentina.
Con 88 años, el escritor, guionista y dramaturgo nacido en Estambul y nacionalizado griego –en el mundo literario, su nombres es una referencia directa a Atenas–, conversa con LA NACION sobre este personaje hosco y gruñón, ahora ascendido a jefe de las Fuerzas de Seguridad del Ática, cuyas vivencias son la “ayuda” para contar las pequeñas alegrías familiares y los grandes problemas de la sociedad actual.
“Soy un autor de ciudades”, dice Markaris, quien desde su juventud como activista de izquierda vuelca una mirada crítica sobre fenómenos actuales como el racismo en Europa, la desigualdad, el crecimiento de los movimientos de ultraderecha y la violencia contra las mujeres, tema que atraviesa su reciente novela. Justamente La revuelta de las cariátides trata sobre un movimiento de mujeres que se opone a un grupo de empresarios extranjeros con interés en sitios arqueológicos griegos.
–Las mujeres tienen un rol central en este capítulo de la historia de Jaritos. ¿Cuál fue la inspiración?
–Hay una mirada positiva y otra negativa. La positiva es que en Grecia y en los países de Europa, donde tradicionalmente las mujeres eran amas de casa, la situación ha cambiado. Hoy las mujeres están resistiendo, protestando y tienen una participación pública. Un punto negativo es que, al mismo tiempo, los femicidios están creciendo en la sociedad. Cada día en las noticias y en los medios se habla de nuevos casos. Se está volviendo un problema grande y peligroso.
–Usted ha dicho que piensa a la literatura como instrumento para contar el mundo.
–Sí, escribo tratando de contarles a los lectores donde están los peligros reales de la sociedad. Y estoy trabajando en otros libros que hablan de la violencia entre los jóvenes, que es otro gran tema. En muchas sociedades hoy se ve que el único valor es el dinero, y es un problema porque genera la división de la sociedad entre ganadores y perdedores, y muchos jóvenes piensan que la violencia es una forma fácil de llegar al lado de los ganadores.
–Sus historias de ficción siempre están atravesadas por temas o conflictos sociales y políticos. ¿Cómo observa el crecimiento de los movimientos de extrema derecha?
–Es una evolución bastante peligrosa. Estamos yendo a toda velocidad hacia el pasado. Es algo preocupante que se ve en Alemania, Francia, Italia, en todos lados. Y te diría que está directamente conectado con las fallas del sistema liberal y los gobiernos liberales. No toda la gente que votó a la extrema derecha es parte de la extrema derecha. Muchos la votan por desesperación, y esa es la vía más rápida para apagar el pensamiento.
–¿Qué consecuencias prevé?
–Que muchos de los logros en lo que llamamos el sistema liberal se van a destruir. El far right es intrínsecamente antiliberal, y no se puede esperar la idea de cierta protección a los individuos.
–En sus libros analiza la cuestión de la inmigración en Europa, y ese es otro de los factores que discuten estos movimientos.
–Uno de los problemas de las migraciones, no de los refugiados, es el sistema que vino después de la caída de los países socialistas. Porque después de eso, lo que prevaleció no fue el viejo sistema de producción industrial, sino el privilegio de lo financiero. Y ese sistema favorece exclusivamente a una parte menor de la población, a los más ricos, e incrementa el número de personas desesperadas por sobrevivir. Este es un problema mucho más presente en los países pobres, y las viejas colonias. En cada país donde la extrema derecha existe, el problema de la migración es visto como un tema de enemigos: no los quieren. El segundo punto es que ahora, la crisis especialmente en Europa tiene que ver con un efecto de la guerra en Ucrania, que creó una situación económica bastante complicada. Y muchas personas ven en la inmigración una especie de peligro a su situación, donde los nativos tienen por sí mismos sus problemas. Eso lo veo en Alemania, Grecia o Italia.
–Atenas y otras ciudades son siempre el escenario donde ocurren sus historias. ¿Qué lo une con ese ambiente urbano?
–Sí, me definiría como un autor de ciudades. Soy una persona de la ciudad, no de la naturaleza. Incluso cuando me voy de vacaciones, después de cinco o seis días, quiero volver. Amo la ciudad, quizás porque nací y me crie en Estambul, en una de las islas en las afueras. Pasé mi infancia y especialmente los inviernos de mi juventud en mucha soledad, y más adelante, cuando mi padre tuvo los medios para mudarse, descubrí la ciudad y me volví amante de todo eso.
–¿Qué le atrae?
–La sorpresa que tengo con cada ciudad nueva. Son distintas. Estuve en Buenos Aires y pensé que podía ser París, España o Inglaterra. Esas diferencias en las caras que tienen las ciudades son para mí una gran aventura. Tengo una relación muy cercana con Atenas, y también con Estambul. Estuve ahora en diciembre, trabajando en partes que conocía muy bien y estaba muy entusiasmado por verlas y atravesarlas de nuevo. También hay un costado negativo, cuando veo zonas que cambiaron mucho, y no para bien sino para mal. Espacios que los conocía como lugares lindos, y ahora hay solo edificios. Me desespera.
–¿Cómo nació el personaje y la historia del comisario Jaritos?
–En 1989 estaba escribiendo el guion de una serie de TV bastante exitosa, decidieron extenderla, iban por el tercer año, pero yo estaba cansado y no quería seguir. Entonces fui al canal y les dije: “Consigan otro guionista”. Me miraron como si estuviera loco. ”Te estamos pagando bien, estamos teniendo éxito, ¿por qué parar?” Y yo dije que estaba aburrido. Entonces arreglamos seguir seis meses más y hablarlo. Para decir verdad, la plata que cobraba era muy buena. Y cuando empecé a escribir los nuevos guiones, un día vi al lado de la pantalla de mi computadora la imagen de una familia de tres personas, un hombre, una mujer y alguien que no sabía si era un chico o una chica. Una familia típica de clase media baja de Grecia. Mi primera reacción fue negativa, porque ya había escrito demasiado sobre eso. Pero el hombre era muy persistente, y todas las mañanas, cuando prendía la computadora, estaba ahí, y era una tortura porque no me podía concentrar en el guion. Hasta que un día pensé que si ese hombre me torturaba tanto como lo hacía, debía ser o un dentista o un policía. Así nació Jaritos. Cuando supe que era policía, supe su nombre, supe que la hija era una chica.
"De novela en novela, empecé conociendo a Jaritos cada vez. Es como tener un amigo”"
-Y ya llevan 18 episodios…
–De novela en novela, empecé conociendo a Jaritos cada vez más. Es como tener un amigo, y en cómo evoluciona una amistad vas encontrando o descubriendo parte de las personas que no conocías. Eso me ayudó para tener dos historias en cada novela, que son diferentes. Una es la historia del crimen y la segunda es la historia de ese crecimiento de la familia. El narrador es el mismo Jaritos, él cuenta cómo se ven las ciudades donde ocurren los hechos, y eso ayuda a descubrir también nuevas partes de la ciudad.
–La vida de Jaritos recorre parte de la historia reciente de Grecia, con conflictos políticos, crisis económicas, épocas de ajuste y manifestaciones contra el FMI, muchas cuestiones similares a lo que vivió Argentina. ¿Cómo es ese recorrido?
–Tras la crisis de comienzos de este siglo, los griegos fueron maestros en lidiar con la pobreza. Fue algo increíble. Además de ser muy trabajadores, los griegos tienen un gran sentido del humor. En la época de la última crisis y los años de ajuste, les llevó dos o tres años adaptarse a las nuevas condiciones de vida. No fue fácil y tuvieron que pelear todos los días. Eso creó mucha tensión, porque los griegos tendieron a pensar que la razón de su malestar fueron las reglas que impuso la Unión Europea.
–La pandemia fue otro de los temas de sus libros. ¿Qué consecuencias dejó?
–Hubo dos aspectos muy negativos. Los lockdowns hicieron la vida de las personas un infierno. La gente tuvo que quedarse en su casa, mantener negocios y oficinas cerradas, algo muy negativo. Y lo peor fue no saber de un día para el otro si iban a volver a su trabajo. Además la pandemia, justamente por el cierre de negocios y demás, creó una nueva pobreza; muchas familias estaban desesperadas. Ahora de nuevo hay dificultades, especialmente para enfrentar la suba en el costo de las compras del día a día, generados tras la pandemia y después la guerra. Los griegos hemos vivido a través de muchas aventuras y dificultades, pero hay un punto donde tenemos suerte: no tenemos un movimiento far right con perspectivas de ser gobierno.
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