Perón por Sara Facio, en el "ensayo documental más importante de la fotografía argentina"
Sara Facio no dudó el 1 de julio de 1974, cuando escuchó en la radio que Juan Domingo Perón acababa de morir. Con su cámara y varios rollos de fotos salió corriendo hacia la Plaza de Mayo, que quedaba a tres cuadras de su casa. Fue una de las primeras en llegar.
"En el camino me encontré con dos o tres colegas pero no había nadie todavía en la plaza, que siempre fue un lugar convocante. Sabía que se iba a llenar de gente. De a poco comenzaron a llegar, con emoción y sorpresa, porque Perón estaba enfermo pero no se esperaba que fuera a morir ya", dijo a LA NACION la fotógrafa al revivir aquel día, el final de los últimos 591 vividos por el general, que serán evocados desde el miércoles con una muestra en el Malba. "Sentía que estábamos viviendo momentos históricos –agregó–. Y el tiempo me dio la razón."
Sara Facio no había dudado tampoco el año anterior en Ezeiza, cuando le tocó cubrir una masacre que comenzó como una fiesta. Tras haber registrado una de las mayores movilizaciones populares de la historia política argentina, que esperaba a Perón tras 18 años de exilio, debía volver al aeropuerto para enviar el material a una agencia de noticias francesa. "¡No se puede pasar!", le gritó un soldado al detener el Fiat 600 que conducía. El colega que viajaba con ella bajó del auto, y vio cómo el militar levantaba el arma mientras Sara pisaba el acelerador.
Sara Facio sí dudó, en cambio, en mostrar "el ensayo documental más importante de la fotografía argentina" según Ataúlfo Pérez Aznar, curador de la exposición en el Malba, que descubrió este material casi inédito mientras preparaba un libro sobre su obra. "Primero vino la dictadura, y la cosa no estaba para hacer exposiciones. Y cuando volvió la democracia, yo estaba más interesada en la fotografía creativa que en la documental", explicó la fundadora de la Fotogalería del Teatro San Martín, donde presentó 160 exposiciones de sus colegas entre 1985 y 1998. "Además no soy de ningún partido –agregó–, y era un tema político conflictivo."
"Veneno. No ingerir"
Lo sigue siendo. En un país atravesado por las divisiones ideológicas, donde los cantos de hinchada contra el Presidente ya no distinguen canchas de fútbol o centros culturales, seguramente no pasará desapercibida esta muestra que evoca lo vivido en Buenos Aires durante el regreso de Perón a la Argentina, la campaña y la asunción de Héctor José Cámpora y la posterior asunción del general hasta su muerte.
"Activistas marxistas. Veneno. No ingerir. ¿Los tragaste? Vomitalos", dice una serie de afiches callejeros registrados por Facio. "La apelación contra el comunismo y luego el marxismo fue una constante de gran parte del siglo XX argentino", observa al reflexionar sobre esta imagen la historiadora Marina Franco. "Los años setenta nos obligan a interrogarnos sobre el poder de estos mecanismos sociales y políticos –agrega–, capaces de construir enemigos internos y dotarlos de poderes sombríos. Y, más aún, sobre la capacidad arrolladora de esos discursos de tornarse materiales y destruir los mínimos lazos de convivencia política en una comunidad de iguales."
"¿Qué miramos cuando vemos, hoy, el peronismo de los años setenta?", se pregunta por su parte la socióloga Daniela Slipak al observar otra fotografía de Facio. En primer plano, un militante desaforado grita y hace un gesto obsceno en dirección a la Plaza del Congreso, repleta de manifestantes. "La respuesta más inmediata suele dirigirse a las armas", señala esta investigadora del Conicet antes de enumerar otros factores que "podrían llevarnos a pensar que la violencia no se circunscribe a las armas". Entre ellos, "las presunciones sobre el contenido de la voluntad popular, la estigmatización y expulsión de actores por fuera de la comunidad nacional y las creencias en el carácter decisivo de la lógica militar".
"Me importa lo humano"
En ese delicado contexto, Sara Facio confió en su instinto. Y tuvo la perserverancia necesaria para registrar un hito histórico en más de 1500 fotos, de las cuales Pérez Aznar seleccionó 114 para la muestra del Malba y 186 para un libro que publicará en las próximas semanas el Centro de Fotografía Contemporánea. Pero, sobre todo, demostró según el curador su "gran capacidad de empatía" para retratar personas anónimas "a través de sus alegrías y tristezas", sin dejar de lado el sufrimiento colectivo en un contexto dramático con "un lenguaje que lleva al espectador a querer conocer la historia".
El camino fue inverso en la interpretación de Horacio González, autor del prólogo del libro. Lo que logró Facio según este sociólogo, ex director de la Biblioteca Nacional, fue "despojar el período de su connotación específica" hasta alcanzar una abstracción de la imagen que trasciende su tiempo.
¿Cómo lo hizo? Se convirtió en una más. Caminó con su cámara entre miles de manifestantes y capturó las actitudes que consideró "auténticas", sin pedirles que posaran. De muchos de ellos hizo apenas una toma, como se puede comprobar en los contactos que permanecieron guardados durante más de cuatro décadas.
"Los contactos no mienten –señala Facio–. No estoy alejada, estoy en medio de la gente. No tomo fotos con teleobjetivos. Porque me importa lo humano, lo que siente alguien cuando participa de algo. Más que lo documental me interesa lo testimonial, dar una impresión personal de los hechos."
La sabiduría de los rostros
Por Horacio González
En los rostros suelen convergir historias. Esta foto no tiene un contexto claro; banderas en cruz rodean esas caras que seguramente habían venido de lejos. Pero lo interesante son las inferencias que permite.
Seguramente es una de las esquinas del Banco Nación el día que asume Cámpora, en marzo de 1973. Una mujer se lleva el pañuelo a la cara, otro se la tapa con las manos, todos miran con un ligero asombro la escena, que seguramente ocurre en el balcón de la Casa Rosada. No son figuras enteramente atónitas; si hay cierta alegría, está tamizada por la prevención o el cuidado. Se descuenta el vértigo y lo inusitado de la situación.
Se mezclaban las banderas de triunfo, de confección casera, con las de de los grupos políticos más estables. Los funcionarios que asumían, en medio de lo tormentoso de la situación, se mostraban bien trajeados. Había un reflejo institucional y los edificios eran los que todos conocían; lo nuevo era el modo en que se los contemplaba. Parecía que había un enorme vacío pero con la plaza rebosante de temores y esperanzas, los dos grandes sentimientos polares que mueven a las infinitas multitudes de la crónica nacional.
La tarea de estas fotografías de Sara Facio es captar, en un relámpago de incertidumbre, cómo se desprenden de los grandes decorados de la historia las formas que toman las fisonomías, que siempre son sabias. Se entregan a las grandes conmociones pero pueden sospechar abismos.
(El autor es sociólogo, investigador y ensayista. Fue director de la Biblioteca Nacional)
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