Performance: la revancha de los cuerpos
Tras casi dos años de pandemia, en noviembre se inaugurará la cuarta edición de la bienal BP.21, que durará cinco meses
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Desde la a de “aburguesada” hasta la z de “zorra”, la voz femenina que enumera una larga lista de palabras convierte en un himno irónico los insultos que suelen escuchar las mujeres en la Argentina. Yegua-yeta-yuta se titula la obra de Mercedes Azpilicueta que “recupera el poder de ofender, distorsionar y distender los epítetos en algo poderoso y juguetón, en lugar de débil y degradante”.
Así la presenta la cuarta edición de la Bienal de Performance BP.21, que incluirá esa pieza ya exhibida en la muestra que le dedicó en 2018 el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Platense radicada en Ámsterdam, Azpilicueta participará también con El ala interior, trabajo producido con Agustina Muñoz en el Museo Larreta que rendirá homenaje a las empleadas domésticas que trabajaron para familias de clase alta a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Las dos obras dan indicios del tono nacional de la veintena de proyectos participantes de esta versión “extralarge” de la bienal, que por primera vez extenderá la programación durante cinco meses. Prevista para mayo y postergada por la pandemia, demandó flexibilidad al equipo integrado por Graciela Casabé –a cargo de la dirección general–, Maricel Álvarez y Susana Tambutti. La respuesta a las limitaciones logísticas fue volver cuando pudieran hacerlo los cuerpos en vivo y en directo, y aprovechar la época más cálida del año para potenciar los encuentros.
La señal de largada será el 19 de noviembre en el Museo Nacional de Bellas Artes, con una videoinstalación de Diego Bianchi –acompañada de una activación performática– y una “acción sonora, física, visual y espacial” a cargo de Jorge Crowe, Javier Bustos y Leticia Manzur.
La señal de largada será el 19 de noviembre en el Museo Nacional de Bellas Artes, con una videoinstalación de Diego Bianchi –acompañada de una activación performática– y una “acción sonora, física, visual y espacial” a cargo de Jorge Crowe, Javier Bustos y Leticia Manzur. Esta última se realizará en la Plaza Rubén Darío, como parte del nuevo paradigma que impone reconquistar el espacio público.
Habrá otras citas misteriosas en la costanera, lugar de partida hacia un destino desconocido. “Los espectadores serán citados en un lugar específico y llevados en micro, auto o moto hacia el punto elegido de la performance, donde se encontrarán con una Caja Negra de gran tamaño que contendrá distintos registros que reconstruyen la memoria de esta parte de la ciudad”, adelantan Mariana Tirantte y Lisandro Rodríguez, responsables de la arriesgada propuesta.
Un pacto de confianza
Aunque existe una garantía: Rodríguez fue también impulsor de Estás conduciendo un dibujo, una de las performances más originales de la edición 2019. Consistía en una invitación a hacer “un pacto de confianza”. Nada menos que dar un paseo por la ciudad en moto con el artista, con los ojos vendados, hacia un punto desconocido de Buenos Aires. Inspirada en El cuaderno de Bento, libro de John Berger, concebía la trayectoria de la moto como una línea dibujada en el suelo.
Otro de los hitos de BP19 fue Ronquidos oceánicos, propuesta de Florencia Rodríguez Giles y Emilio Bianchic que consistía en compartir una siesta con desconocidos en el Cultural San Martín. Una de las claves era entregarse al arrullo de un video psicodélico que incluía escenas eróticas protagonizadas por delfines, para entrar en un “estado de trance” que aspiraba a modificar la percepción del público.
Una experiencia similar había ofrecido Marina Abramovic, autodenominada la “abuela de la performance”, durante la primera edición de la bienal argentina en 2015. La artista serbia dirigió entonces en Buenos Aires un workshop como los que imparte desde su instituto MAI, que incluía catres y mantas disponibles para dormir una siesta colectiva. “Un artista debe mirar dentro de sí mismo en busca de inspiración –explicó la invitada especial–. Cuanto más profundo vea dentro de sí mismo, más universal se volverá.”
“Si bien existe un guión, a diferencia del teatro la performance debe conservar espacios abiertos a lo que suceda en tiempo real, frente al público. Debe haber cierta sensación de riesgo, de lo imprevisto, de lo no planificado”, explica Álvarez, curadora de la programación artística de BP.21, al referirse a la performance como “artes vivas”. “Es un género que va mutando –observa– y se resiste a clasificaciones puras y duras”.
Otras posibles definiciones surgirán probablemente durante el programa académico diseñado por Tambutti para la bienal, o en las primeras charlas presenciales que impulsará en noviembre en el Centro Cultural Recoleta la plataforma digital Argentina Performance Art, dedicada a la investigación teórica. Participarán entre otros Lolo y Lauti, dos de los principales referentes de la performance contemporánea en el país, que acaban de protagonizar su primera muestra en Barro. Fueron ellos quienes sorprendieron en arteba 2019 con un huevo con papas fritas humano, todo un símbolo de que la performance implica también libertad.
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