Performance en arteba: la experiencia de tatuarse una obra de arte en público
La coleccionista Amalia Amoedo se tatuó un dibujo de Marcelo Pombo frente a decenas de personas, como parte del programa artístico gratuito de la feria que continúa hasta el domingo
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“Tengo ascendente en Aries, me aburro muy rápido. Mi mamá debe estar diciendo: ‘estás loca’”, le comenta Amalia Amoedo a Tomi, “el demonio de la tinta”, mientras deciden entre ambos en cuál de los dos tobillos se hará el tatuaje. Finalmente optan por el derecho, donde la artista, coleccionista y expresidenta de arteba ya tiene dibujados varios corazones. Al otro lado del ventanal, en una esquina del Distrito de las Artes, unas veinte personas saludan, filman y bailan al ritmo de la música elegida por los DJs.
“Estoy tan feliz, es un momento realmente inolvidable. No me quiero emocionar mucho porque ahora tengo que dar una charla”, confiesa Amoedo, sentada sobre una camilla con la pierna apoyada sobre una silla. “Esto es lo que más extraño de mi vida en Uruguay: encontrarme con los amigos de la escena del arte”, agrega, cerveza en mano, en referencia a su nuevo hogar desde el año pasado, donde acaba de inaugurar una residencia para artistas latinoamericanos. Luego tira besos Gustavo Bruzzone y a Diego Bianchi, que registran la escena desde la vereda.
Este último es impulsor del programa de performances de esta edición de arteba, parte de las actividades gratuitas al aire libre con las que la feria celebra hasta el domingo sus 30 años en La Boca. La galería Barro se sumó a la propuesta con la oferta de realizar cuatro tatuajes por día a los primeros que se anotaran por Instagram. Hoy, el cupo ya se había agotado.
Es que no se trata de cualquier tatuaje. Los cinco diseños a elegir –que incluyen un “Mickey rabioso” y un troll- son dibujos “liberados” este año por Marcelo Pombo, uno de los artistas icónicos de la llamada “generación del Rojas”. Amigo de la nieta de Amalita Fortabat desde hace décadas cuando su hermano, el fallecido coleccionista Alejandro Bengolea, comenzó a llevarla a muestras de arte. La confianza llega a tal punto que Amoedo, que tiene en su colección varias obras Pombo, dejó que él eligiera cuál era el apropiado para ella. Optó por un retrato de Xuxa, la cantante brasileña, acompañado por un corazón negro.
“Queríamos mostrar que no hay demasiada diferencia entre tatuar una piel o imprimir una remera. Al fin y al cabo, son soportes efímeros”, dice Pombo a LA NACION, quien considera el tatuaje como “un arte en sí mismo, atávico y milenario”. Su idea de liberar obras, cuenta, nació durante una noche de desvelo en cuarentena. “No podía dormir de la frustración, porque tenía el proyecto de hacer un libro pero todo se interrumpió por la pandemia. Entonces, pensé: ¡eureka! Tengo que hacer un sitio web donde la gente pueda descargar todos mis dibujos”.
Así nació Imágenes liberadas (marcelopomboimagenesliberadas.com), proyecto concretado junto con la diseñadora Laura Escobar –a cargo también de la imagen de Barro-, que permite descargar en forma gratuita en alta calidad dibujos realizados entre 1982 y el año 2000, sin pedir autorización a su creador. “Gracias a Creative Commons se pueden usar comercialmente, sólo hay que citar la autoría y nadie se puede atribuir la propiedad intelectual; la cadena de uso libre tiene que continuar para cualquiera que las quiera usar”, explica el autor.
Entre los primeros en aprovechar esa oportunidad, por consejo de una amiga, se contó el colectivo Bad Millennial. Un grupo de amigos platenses que se dedica a hacer remeras que vende a través de Instagram, como las que ahora ofrece en arteba con los dibujos de Pombo impresos. Trajo también a Glenda, su “modelo fetiche”, hasta esta esquina del Paseo de las Artes Pedro de Mendoza, frente a la Usina del Arte. También a Tomi, “el demonio de la tinta”, que según Amoedo “tiene mano de artista”.
Mientras él mueve su ruidosa máquina como un pincel sobre su tobillo, Pombo confiesa que este proyecto tiene algo de “sueño utópico”. “Es como si los dibujos hubieran vuelto a nacer –explica-. Los originales ya no me pertenecen, pero sí la propiedad intelectual. De esta manera dejan el formato material para convertirse en algo parecido al lenguaje, imágenes de las que cualquiera puede disponer”. Según él, esta masificación “aumenta el valor simbólico” de las obras originales.
“¿Acá se piden los turnos?”, pregunta la chica que acaba de entrar a la sala, ansiosa por anotarse. Federico Curutchet, director artístico de Barro, le explica que ya están todos agotados. Aunque siempre está la opción, claro, de bajar las imágenes de Internet y pedirle a un tatuador de confianza que las reproduzca sobre la piel.
Como acaba de hacer Amoedo, que ahora recibe aplausos mientras posa para las fotos con su pierna en alto, mostrando en el tobillo desnudo la cara sonriente de Xuxa.
Para agendar:
arteBA, hasta el 7 de noviembre en Arenas Studios (Av. Don Pedro de Mendoza 965, La Boca). Compra de entradas únicamente online, en www.arteba.org. General: $600, estudiantes y jubilados: $300
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