Perdidos en el paisaje
La naturaleza vuelve al primer plano en las obras de varios artistas que exponen actualmente en Buenos Aires
Si yo digo verde / a que usted no piensa / en el camalote... / Y si digo agua / usted no imagina el Paraná... La canción de Mario Corradini, que tan bien supo interpretar Mercedes Sosa, no podría ser mejor compañera para el viaje. Un paseo que comienza en Tigre, remonta el río, atraviesa la selva misionera, recorre las sierras cordobesas y se pierde en jardines internos, imaginarios.
El paisaje, un género con raíces profundas en la historia del arte, es el protagonista de este camino transitado por varios artistas que exponen actualmente en Buenos Aires. Algunos siguieron incluso los pasos de Théodore Rousseau, que a mediados del siglo XIX dio la espalda al academicismo parisino para instalarse en la pequeña aldea francesa de Barbizon y buscar inspiración en la naturaleza.
Adrián Paiva (Buenos Aires, 1971), por ejemplo, se mudó hace una década a una isla de Tigre, donde no lee diarios ni mira televisión. Hay que abrirse paso entre las ramas de los árboles que nos trae desde allí a la galería Wussmann, en San Telmo, para encontrar un contrapunto de climas entre sus pinturas y las de Alejandro Argüelles (Buenos Aires, 1968). Mientras que en las de Paiva abruman la exuberancia del color y el caos de las hojas que cuelgan de los sauces, los fresnos y las glicinas, e incluso podemos sentir el calor y el canto de los pájaros, Argüelles toma distancia para presentar, en blanco y negro, el profundo silencio de parajes fríos y desolados. También fascinado con el delta, donde pasó varias temporadas, Argüelles navega por el río pero además se mete tierra dentro, hasta la Patagonia o el interior de Uruguay. Sus imágenes son "variaciones" de un lugar que no existe, donde el tiempo parece haberse detenido. En gran formato, las obras de ambos artistas se complementan para lograr un ritmo tan semejante a nuestro delirio, a la soledad , diría Corradini.
A diferencia de las escenas de Tigre que pinta Mariano Sapia (Buenos Aires, 1964), o de los trabajos con reminiscencias del animé y citas a reconocidos paisajistas que acaba de exponer Estanislao Florido (Buenos Aires, 1977) en la galería 713, no hay huellas de presencia humana en las de Argüelles y Paiva.
Las de este último comparten una estética con las más recientes de Bruno Grisanti (Buenos Aires, 1978), presentadas en octubre en Gachi Prieto, que reflejan la nueva vida del artista en el cordobés cerro Champaquí. Su taller móvil se reduce a un caballete de campaña, una caja de pinturas, una tela y un sombrero.
El camino inverso recorrió el misionero Ignacio de Lucca (Apóstoles, 1960), radicado en Buenos Aires tras una residencia en Estados Unidos. Sin embargo, las escenas selváticas que abrirán la temporada 2010 de la galería Palatina conservan intacto el clima que lo vio crecer.
Los recuerdos que también trajo de su Misiones natal Mónica Millán (San Ignacio, 1960) no tienen esos colores brillantes, pero basta para sugerirlos su hábil manejo del lápiz negro. La obra de la serie El río bord(e)ado , expuesta en la Fundación Standard Bank, nació de una experiencia que tuvo navegando por el río Paraná. "Nunca viví otra sensación tan bella como la de ver el agua cortada por la proa de la canoa. Cambiaba de tonos según el clima: era verde, marrón, rojiza, violeta", explica Millán, resignada a vivir en Buenos Aires para poder difundir su obra.
"Será que por vivir en la ciudad uno necesita vincularse más con la naturaleza", opina Paula Otegui (Buenos Aires, 1974), que en estos días comparte con Millán dos muestras: Paisajes interiores, donde exponen además Magdalena Rantica, Lucila Amatista y Delfina Bourse (Buenos Aires, 1973, 1978 y 1979, respectivamente), y Dibojos , en Rubbers, curada por Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía. En esta exposición de dibujos sobresalen también los paisajes de Elena Nieves (Buenos Aires, 1967), trabajos en tinta negra sobre papel de calco que el mes pasado integraron su Naturaleza oculta en Praxis. Una sutileza similar tienen los dibujos que presenta Cynthia Kampelmacher (Buenos Aires, 1968) en Coppa Oliver, distantes de las brillantes frondas de Florencia Bohtlingk (Buenos Aires, 1966) en Dabbah Torrejón.
Vale la pena detenerse un minuto más en Otegui, porque tuvo un año digno de destacar: después de haber vendido varias obras en arteBA, acaba de participar de la muestra Metáforas de la naturaleza en la galería Diana Lowenstein, en Miami, y de ser reconocida con el Primer Premio Nacional de Pintura del Banco Central, en la categoría Jóvenes. En 2010, Pabellón 4 la llevará a ferias en Miami, México y Puerto Rico.
En sus obras recientes, dice la artista, sintió la necesidad de "ubicar geográficamente" a los personajes que se multiplicaban por la tela. Así surgieron árboles, flores, animales, nubes y cascadas. "Creo que hay una necesidad de vincularse con lo esencial, con lo simple, de perderse en la naturaleza... Porque eso te permite viajar."
© LA NACION
lanacionarFICHA. Alejandro Argüelles
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