Del clivaje histórico al trauma personal, estos largos meses de aislamiento están dejando una huella difícil de asimilar rápidamente; por eso, la reflexión y el arte –esa otra forma de acción– hoy nos son imprescindibles
¿Qué nombre terminará recibiendo este tiempo? El asunto no nos compete del todo, pero es la clase de pregunta nerviosa que le gusta hacerse a nuestra época. Los griegos antiguos no se dividían a sí mismos en arcaicos, clásicos o helenísticos, y el Renacimiento vivió sin conocer el nombre que hoy lo califica, pero desde tiempos más recientes le buscamos un nombre a nuestra experiencia que sirva de una vez y para siempre. Algún Eric Hobsbawm de las nuevas generaciones ya estará pensando, en todo caso, qué gran clivaje histórico representarán estos meses de aislamiento, angustia y, para muchos, peligro.
Creo que la pandemia es ante todo una lección de humildad. Es un concepto antiguo y un tanto olvidado. El hombre olvidó la humildad ante la naturaleza, ante fuerzas superiores a él
"Creo que la pandemia es ante todo una lección de humildad. Es un concepto antiguo y un tanto olvidado –dijo en estos días , con perplejidad resignada, la novelista y Premio Nobel polaca Olga Tokarczuk–. El hombre olvidó la humildad ante la naturaleza, ante fuerzas superiores a él. Espoleado por una inusitada arrogancia, destruyó muchas cosas a su alrededor: a los seres vivos, el medioambiente, el paisaje. Cambió el clima. Y ahora prepara su despliegue en el cosmos".
"Estamos todos inmersos en un taller de lentitud impuesto que nos está rehumanizando –dice en una de las entrevistas de este suplemento Carl Honoré, objetor consecuente de la prisa contemporánea–. El lado luminoso de la experiencia tenebrosa de la pandemia es redescubrir el placer de estar con otros, pasar más tiempo con la pareja y los hijos, encontrar el tiempo justo para dedicar a cada actividad en cada momento".
Pensar los efectos a mediano plazo del cimbronazo personal y global de estos meses es algo que demandará años y cuidado. Los traumas –como saben los especialistas en salud mental– no se dan en un solo tiempo. Y tratar de mapear nuestro mañana con la ayuda de los datos de nuestro ayer, como decía Vladimir Nabokov en alguna página, "significa ignorar el elemento básico del futuro, que es su completa inexistencia".
La cultura de la velocidad con su histórico empuje difícilmente haya hecho mutis por el foro. Las primeras semanas muchas personas parecieron de pronto redescubrir con emoción un espacio tan elemental como la casa propia, pero, transcurrida parte del año, empiezan a añorar con razón el mundo exterior: un paseo por un parque parece un acontecimiento intenso; un viaje, una utopía. El teletrabajo, o los teleespectáculos, que ya se dan como proféticamente autocumplidos, ¿son una ventaja definitiva o, por el contrario, una forma de debilitamiento comunitario?
Pensar es una tarea lenta y minuciosa, y el cálculo de las decisiones prácticas no suele hacerle justicia. El italiano Giorgio Agamben, influyente filósofo, investiga desde hace décadas los presupuestos que, en su opinión, modelan la política occidental. Algunas de sus ideas críticas sobre esta pandemia –tal vez discutibles, pero consecuencia de estudios de décadas– fueron sumariamente vilipendiadas. Pero, ¿no habría que detenerse un instante a sopesar su razonamiento cuando sugiere que el distanciamiento social, al que considera un simple eufemismo, busca constituirse como nuevo principio de organización de la sociedad? Marta Nussbaum –también en este suplemento– prefiere otra mirada : "Esta pandemia es una gran oportunidad para abrir nuestras vidas a las realidades de otros", sugiere con una necesaria cuota de optimismo .
Crisis, en su origen etimológico, no tiene una carga negativa. Es, más bien, señal de decisión, separación, discernimiento: una oportunidad. Todas las disciplinas –de la economía a la educación, del psicoanálisis a la ciencia política– ya se interrogan sobre los modos de vida y las relaciones con el mundo. Mientras se procesan esas ideas, el arte –que es, entre tantas cosas, una forma de acción– siempre dio rápidas muestras de vitalidad. Casi desde el comienzo existen diarios de la pandemia, recitales a distancia, museos virtuales. "Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos. Saquen de esto lo mejor", escribió Margaret Atwood, la autora de El cuento de la criada, parafraseando al inoxidable Dickens.
Ai WeiWei, que no es biólogo sino un reconocidísimo artista chino, escribió a su turno un texto sobre el presente que se asocia a las palabras de Tokarczuk y se puede dejar resonando en los oídos como reflexiva cita final: "Los humanos, como los virus, han secuestrado la ecología de la tierra, causando daño. La supervivencia, el deseo, el dogma estrecho, una arrogancia desconcertante (la arrogancia surge de la ignorancia) atiborran a los humanos, que solo tienen cuerpos que duran un tiempo determinado. Como los virus, los humanos necesitan huéspedes. Si algún día la ciencia y la razón nos dan la llave para todo, será ese el día que lo perderemos todo".
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