Un hombre liberado por su silenciosa comunión con la naturaleza
Por Natalia Trzenko
En 2005, cuando se estrenó El aura, la segunda película de Fabián Bielinsky, muchos esperaban que fuera lo más parecida posible a su exitosa Nueve reinas. Y ante esas expectativas el talentoso realizador –fallecido en 2006– hizo exactamente lo opuesto. Si Nueve reinas era urbana, frenética, con personajes que no paraban de hablar ni un minuto, su segundo film apenas tenía diálogos y, su protagonista, interpretado por Ricardo Darín, carecía de ese carisma al que el público estaba acostumbrado. El taxidermista, un personaje sin nombre, es un hombre gris, torturado por su carácter obsesivo y unos ataques de epilepsia que parecen ser la única confirmación de que algo puede conmoverlo. Hasta que se adentra en el bosque y entonces lo salvaje deja de ser teoría para volverse concreta realidad. Cada escena de Darín entre los árboles interminables del parque municipal Llao Llao es una demostración del poder evocativo del cine. Esos planos en los que el personaje parece mimetizarse con el terreno, cuando se confunde entre el follaje o despierta de uno de sus ataques, y su cielo son las copas de los árboles, también confirman el enorme talento de Bielinsky para contar historias. El hombre que transita silencioso por su vida en el comienzo de la película se vuelve otro cuando deja la ciudad y acepta el desafío de la naturaleza. Ese que no se animaba a nada, el que se imaginaba más valiente e inteligente que el resto, el que vivía como un atrevido criminal en su propia cabeza sale del bosque y del barro como un ser dispuesto a la acción. Un hombre liberado por su silenciosa e intensa comunión con la parte más primitiva de su naturaleza. Disponible en Flow.
Bodegas y viñas al servicio de una de las mejores comedias del cine nacional
Por Marcelo Stiletano
Vino para robar (2013) es una de las mejores comedias del cine argentino reciente. Y también una muestra del maridaje perfecto que puede tener ese género con la trama policial. El mérito es de su director, el talentoso Ariel Winograd, cuya última obra (El robo del siglo) perfecciona todavía más ese acercamiento. Pero en Vino para robar el acento está puesto en la comedia y en su disparador, la búsqueda de una valiosa botella de vino que habría pertenecido a Napoleón y por la que compiten un par de estafadores (Daniel Hendler y Valeria Bertuccelli) y un villano (Juan Leyrado).
El título y la trama nos llevan casi por decantación a Mendoza, escenario de la mayor parte del relato. Aquí, como en toda buena película, el empleo de lugares muy típicos y reconocibles no sobresale ni busca el propósito de transformarse solamente en imagen de postal turística. Todo ese atractivo se subordina a la acción y se pone al servicio de ella: las bellísimas rutas precordilleranas, las Termas de Cacheuta, los viñedos y las bodegas (algunas de diseño muy sofisticado) del Valle de Uco. Lo mismo ocurre en el caso de la capital mendocina con el Auditorio Julio Le Parc de Guaymallén (reconvertido en aeropuerto) y el hermoso edificio de estilo neocolonial en el que funcionó el Banco Hipotecario, inaugurado en 1929, uno de los pilares del patrimonio cultural de la provincia. Hasta la recreación de un momento clásico de la Fiesta de la Vendimia (la Vía Blanca de las Reinas, con el desfile de carrozas) toma distancia de cualquier pintoresquismo. Así, disimulada detrás de una historia muy entretenida, Mendoza deja a la vista todavía más sus múltiples atractivos. Disponible en Cine.ar.
Las Vegas queda en Villa Gesell, una parada icónica del Atlántico Sur
Por Daniel Gigena
"Estamos seguros de que esto no arranca más, ¿no?", le pregunta Laura (una desatada Pilar Gamboa) al chofer del ómnibus. Madre e hijo adolescente (Pablo, interpretado por Wos en su debut cinematográfico) llegan al edificio frente al mar a bordo de un patrullero de la provincia de Buenos Aires, después de un exabrupto de Laura (el primero de una serie en pocas horas). En el mismo escenario se encuentra con su expareja, Martín (Santiago Gobernori), que se hospeda en el piso de abajo con su joven novia, Candela (Valeria Santa). Ahí también vive Cecilia (Camila Fabbri), guardavidas del balneario Popeye y un imán para Pablo. La chica completa el elenco de personajes de Las Vegas, estrenada en 2018. Pese a los arranques de Laura, la Gesell de Juan Villegas no es el reino de las patotas que fueron noticia en el último verano. La historia (que transcurre en parte en el edificio Las Vegas de la avenida 1 entre 116 y 117) nace antes del inicio de la temporada alta, en los días previos al Año Nuevo. En esas circunstancias, se despliega como un preludio. Mientras, no falta ninguno de los rituales de argentinos de vacaciones: sombrillas para esquivar el sol y el viento (incluso un chaparrón), el rechazo al agua helada del Atlántico Sur, las facturas y el asado, el paseo por el "bosque fundacional" y las calles sin asfaltar. Los varones quedan a cargo de la banda sonora: Joy Division, Pixies y la canción que dio inicio a un amor de juventud. "Yo cuando venía a Gesell internet ni existía", comenta Laura en una salida grupal. "Obvio", acota Candela. Humor, triángulos amorosos y neopaternidad en una "comedia de rematrimonio" ambientada en un balneario icónico de la costa bonaerense. Disponible en Flow.
Una frenética búsqueda del tesoro y un viaje que parte de Buenos Aires y llega a Misiones
Por Diana Fernández Irusta
Es, a su manera, una road movie. Es, también, una película que reflexiona sobre el hecho de filmar en América Latina. Tiene algún elemento de relato de enigma, de búsqueda del tesoro, de mirada crítica y de un inteligente, bienvenido y muy bien dosificado humor. En El escarabajo de oro (la alusión al cuento de Poe es más que obvia) hay, además, un viaje desde Buenos Aires a Misiones, donde el asfalto se abre, de a poco, a la tierra rojiza que prefigura la selva y a unas Misiones Jesuíticas que eluden la remanida postal turística.
Realizada por Alejo Moguillansky y estrenada en 2014, por estos días la película se puede ver en el canal de YouTube de El Pampero Cine, que liberó buena parte de sus contenidos durante el curso de la pandemia. Merece la pena buscarla, no solo porque El escarabajo de oro es un divertido viaje por la ruta 14 que, por otra parte, obtuvo el premio a la mejor película en la 16a edición del Bafici. Su principal magia está en el modo sofisticado pero en absoluto solemne con que ensambla registros, citas, discusiones. La anécdota en principio es sencilla: un equipo de filmación porteño se dispone a trabajar en una coproducción argentino-europea. Los argentinos ponen mano de obra; los europeos aportan los imprescindibles euros. Pero alguien descubre antiguos documentos jesuitas que hablan de un tesoro enterrado en el siglo XVII en las inmediaciones de una ciudad misionera. A los cineastas se les encienden tanto la ambición como la picardía criolla: convencen a los extranjeros de la suprema necesidad de filmar en el noreste del país y se lanzan al camino con cámaras, casa rodante y otros pertrechos, atentos a playas ribereñas, puestos ruteros y progresivo desborde de vegetación; siempre en frenética búsqueda de un tesoro que, como toda buena gema, no se mostrará tan fácilmente. Disponible en YouTube.
Lucrecia Martel, la arquitecta de una sensación de lugar para el norte argentino
Por Dolores Graña
Una mujer (Sandra Ceballos) avanza por la polvorienta calle principal de un pueblo del norte argentino junto a sus tres hijos, el perro, dos bolsitos y la garrafa de gas. A su paso, reciben y devuelven la mirada de los lugareños, temerosos personajes de reparto en un western a la espera de que el villano se entere de que su mujer lo está abandonando. Pero el villano (Roly Serrano) está en el bar, comentando con los parroquianos el atentado contra la embajada de Israel en la lejana Buenos Aires. Si no fuera por este detalle, sería difícil establecer precisamente en qué año estamos. Pero sí sabemos exactamente dónde estamos: en un lugar donde el tiempo no es la medida más efectiva para orientarse.
Tras Rey Muerto (1995), Lucrecia Martel seguiría ejercitando su sorprendente capacidad de construir una "sensación de lugar" para el norte argentino y especialmente para su Salta natal, con ojo quirúrgico y ánimo mitologizante.
Como en ese cortometraje, su carta de presentación internacional, las comunidades presas de sus reglas –donde la civilización siempre está a un impulso de distancia de colapsar de regreso a la naturaleza que acecha– seguirían implotando en sus siguientes películas: La niña santa, La ciénaga y La mujer sin cabeza (todas ellas ausentes en las plataformas locales).
En su último film, Zama (2017), exquisita adaptación de la novela de Antonio Di Benedetto, Buenos Aires está tan lejos para el funcionario colonial (Daniel Giménez Cacho) varado en Asunción –quien desespera y parte a los esteros paraguayos– como para la mujer sin nombre que cruza el puente que la separa de Rey Muerto, de su cielo rojo y de su vida anterior.
Rey muerto está disponible en Cine.ar; Zama se puede alquilar en YouTube y Google Play.
Lejos de las aventuras de videojuegos, en las montañas cordobesas
Por María Fernanda Mugica
"Ve a la montaña, elige un guía, baja de la montaña, regresa a la ciudad". Jack Kerouac es el autor de esta frase que aparece al comienzo de La araña vampiro. Y eso es lo que hará su protagonista, Jerónimo, interpretado por Martín Piroyansky.
La película de Gabriel Medina presenta al viaje como un riesgo necesario. Salir de la ciudad y enfrentarse a la naturaleza es una cuestión de salud, hasta de vida o muerte. Jerónimo viaja con su padre a las sierras cordobesas porque su familia cree que la tranquilidad del paisaje puede ayudarlo a enfrentar los miedos y las ansiedades que intenta contener con medicamentos. Él no parece estar convencido de esto, pero cuando lo pica una araña, que en la zona llaman "vampiro", el miedo a la muerte lo empuja a una aventura obligada. No le queda otra opción que subir a la montaña, literal y figurativa, para poder salvarse.
Las montañas cordobesas se presentan en el film como un paisaje lleno de belleza, con su ecosistema amenazado por la acción del hombre. El protagonista tiene que dejar sus aventuras de videojuego para adentrarse en esa naturaleza a la que le teme, acompañado por un guía (Jorge Sesán) cuya sabiduría y locura tienen un límite demasiado difuso.
"Toda la naturaleza esta dando lo mejor de sí en cada momento para hacernos bien, ella no existe para ningún otro fin. No la resistas. Con la más mínima predisposición a estar bien no nos enfermaremos", escribió en sus diarios Henry David Thoreau, figura clave del trascendentalismo y uno de los referentes de Kerouac. Jerónimo camina por ese terreno desconocido, peligroso, en busca de la cura de la naturaleza, que se materializa en algo que se podría considerar una tragedia, pero es su salvación. Disponible en YouTube.