Paula Sibilia: “El huevo incubado en las serpientes digitales ya rompió el cascarón”
Negacionismos científicos, trolls y haters: la investigadora dará hoy un taller sobre la crisis de las democracias en tiempos de posverdad en el marco del Congreso Internacional de Artes de la UNA
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Con un timing envidiable, la investigadora y ensayista Paula Sibilia (Buenos Aires, 1967), autora de La intimidad como espectáculo y ¿Redes o paredes? La escuela en tiempos de dispersión, y una de las invitadas al III Congreso Internacional de Artes de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), brindará hoy un taller de reflexión sobre la crisis de las democracias. “Entre los muchos síntomas de esta compleja transformación histórica, podemos mencionar los negacionismos científicos y eso que se dio en llamar ‘posverdad’, así como los trolls y haters que transbordan los chats de internet, intoxicando el debate público e inviabilizando cualquier diálogo”, dice Sibilia a LA NACION.
El Congreso, que comenzó ayer, se desarrolla hasta mañana en siete sedes y cuenta con varios invitados nacionales e internacionales. La entrada es libre y gratuita.
Sibilia, que reside en Río de Janeiro, es docente del doctorado y la maestría en Comunicación y del Departamento de Estudios Culturales y Medios de la Universidade Federal Fluminense, además de desempeñarse como investigadora becaria en otras instituciones brasileñas. En 2012 realizó un posdoctorado en la Université Paris VIII, de Francia. A la manera de Casandra, en sus trabajos se anticipó a las transformaciones subjetivas y sociales que conllevan las cibercostumbres. Hoy a las 17, en la Fundación Sagai (25 de Mayo 586), guiará el taller de reflexión “El malestar de la (in) civilización: Crisis de las democracias en tiempos de posverdad”.
“La idea es pensar ciertas transformaciones que vienen ocurriendo en los últimos tiempos y que están afectando al ‘suelo moral’ en el cual nos movemos. Hay muchos indicios de este cambio histórico, que se plasma en nuevos valores y creencias, mientras otros que se suponían arraigados van perdiendo validez. Si el malestar de la civilización exigía que nos reprimiéramos en nombre de valores considerados transcendentes, como la patria o la ley, ahora nos vemos estimulados a desafiar cualquier límite a los propios deseos; algo que, evidentemente, es un problema a la hora de lograr consensos colectivos”.
-¿Cuál es la relación entre las reivindicaciones de derechos de grupos marginalizados y la “reacción” conservadora o autoritaria?
-Aunque el proyecto moderno esté en ruinas, se supone que sus instituciones aún siguen en pie y pretenden funcionar, incluso habiendo perdido parte de su legitimidad y su eficacia. En los escombros de ese universo, no sorprende que surjan voces antes silenciadas, que ahora se hacen audibles para reivindicar derechos y denunciar opresiones. La caída de las estatuas de próceres nacionales y otras figuras ilustres de la epopeya modernizadora y colonizadora, por ejemplo, me parece bastante emblemática, así como los movimientos feministas y antirracistas, porque ponen en evidencia el lado oscuro del supuesto universalismo que venía inscripto en lemas nunca concretados como “libertad, igualdad, fraternidad”. O sea, algo que era obvio pero impronunciable: la democracia es hipócrita. En ese mismo terreno fragilizado, sin embargo, que permite la enunciación de ciertas verdades antes impugnadas, germinan también ciertos “cinismos” afinados con nuevos autoritarismos. Se alzan voces que desprecian los antiguos consensos sobre el bien común y la democracia, aquellos “contratos sociales” que fundaron simbólicamente al mundo moderno, priorizando las libertades individuales en términos de mercado y desatando niveles inéditos de violencia explícita.
-¿Dónde se dirimen hoy estos conflictos y qué peso tienen las redes sociales?
-Las redes sociales juegan un rol crucial en la política actual, pero esto no es algo tan reciente como podría parecer. Se sabe que el ecosistema digital fue una condición necesaria para que Jair Bolsonaro pudiera conquistar la presidencia de Brasil en las elecciones de 2018, y lo mismo había ocurrido en 2016 con Donald Trump en Estados Unidos. La esfera pública global se digitalizó en los últimos años y aunque ya metabolizamos muchas consecuencias imprevistas de ese fenómeno tan disruptivo, su alcance todavía es inconmensurable. Está claro que las tecnologías no son neutras ni meras herramientas que pueden usarse de cualquier manera. Hay una lógica inscripta en estos artefactos, que no por casualidad fueron inventados y asimilados con tanto éxito en este momento histórico. Tanto los teléfonos celulares como internet y sus redes sociales suponen que los usaremos de determinadas maneras y no de otras, por eso ofrecen ciertas funcionalidades y no otras; nos estimulan a relacionarnos de cierta forma, nos proponen que actuemos de cierto modo. Eso está sintonizado con determinados valores y creencias que se fueron sedimentando en las últimas décadas, y que nos llevaron a inventar estos aparatos a través de los cuales, ahora, nos comunicamos.
-¿Por qué la “nueva derecha” se asume como negacionista en cuestiones claves como derechos humanos, ecología e igualdad?
-Esos movimientos son los que, por ahora, han sabido captar más ágilmente la nueva dinámica para sacarle provecho. La infraestructura digital contribuyó a instaurar una suerte de “mercado de creencias”, según el cual toda opinión tendría un valor equivalente e intercambiable; por eso, pierden validez tanto la lógica argumental como los criterios de verosimilitud que sostenían a la racionalidad moderna. En ese “vale todo” del imparable cotorreo de las redes, no sorprende que se inviabilice el diálogo y se vacíe el pensamiento: si algo no me gusta o no estoy de acuerdo, entonces no es verdad y punto. Lo contrario también se aplica, evidentemente: si no quiero que algo sea cierto, entonces no tiene por qué serlo. Ese es el nuevo “suelo moral” al que me refiero, que se viene asentando con el desenmascaramiento de los valores hipócritas de la modernidad. Se trata de una base moral de nuevo cuño, que habilita fenómenos tan perturbadores y aparentemente ilógicos como los negacionismos y la “posverdad”. Por eso es tan importante, para los simpatizantes de estas nuevas reglas del juego político, que se generalice la dinámica propia de las redes sociales: una “libertad de opinión” irrestricta y refractaria a cualquier tipo de control. Aunque suene interesante, sus consecuencias son lapidarias, porque así es como se fueron deteriorando los consensos normativos de la denostada “civilización” y nos enfrentamos a problemas como estos. Con la expansión de todos los límites de lo decible y lo mostrable, estallaron también los pactos tácitos que sustentaban los pilares de la convivencia democrática, incluso los códigos del debate público tal como los conocíamos hasta hace poco.
-¿Es correcto decir que las redes habilitan una comunicación horizontal, a diferencia de los medios de comunicación?
-Sí, pero además habilitan otras cosas. Para volver al ejemplo brasileño, cabe recordar que la campaña gracias a la cual Bolsonaro venció en las elecciones de 2018 se realizó, en su casi totalidad, por internet, con millones de mensajes que circularon no solo en redes como Facebook y Twitter sino, sobre todo, en grupos de WhatsApp y Telegram. Esa intensa actividad no terminó tras el pleito electoral. Al asumir la presidencia, Bolsonaro no lo hizo como un representante institucional de toda la población nacional, o de su mayoría, sino como una suerte de “amigo” de sus votantes o “seguidores”. Puede parecer un detalle meramente técnico y hasta pintoresco, pero se trata de una metamorfosis gigantesca. Muchas de las instituciones que solían canalizar el flujo gubernamental no solo se volvieron prescindibles, sino que además pasaron a ser vistas como irritantes escollos para el libre flujo de esa comunicación supuestamente directa entre el líder y su gente. Con su estructura en redes horizontalizadas que forman “burbujas” o “cámaras de eco”, propulsadas por los sedientos algoritmos de las empresas que las administran, y que también lucran bastante con todo esto, las plataformas digitales inauguraron un territorio inusitado para el despliegue del juego político. También es clave, por supuesto, dominar el eficaz lenguaje de estilo marketinero y “sin filtro” que inunda las pantallitas interconectadas, plagado de memes, tuits, insultos, eslóganes y fake news que se viralizan en instantes, suscitando un contagioso frenesí patriótico o paranoico capaz de dispensar cualquier asidero en la realidad.
-¿Cómo fue tu experiencia en Brasil durante el gobierno de Bolsonaro y qué opinión tenés de las propuestas de La Libertad Avanza y Javier Milei?
-Fue tan catastrófica como pedagógica, porque efectivamente creo que se trata del mismo movimiento global, que asume características propias en cada país, pero comparte las mimas premisas y tiene aspiraciones en común. Estas figuras tan disruptivas como Trump, Bolsonaro o Milei tuvieron tanto éxito en sus apariciones súbitas, por más descabelladas que puedan parecerle a una parte de la población, porque supieron captar muy bien la nueva dinámica y le sacaron provecho inmediatamente. No sería tan disparatado observarlos como “influenciadores digitales”, por ejemplo, o bien como trolls, más que como los políticos tradicionales o los presidentes que solíamos tener en la era analógica. Aunque provengan de círculos obviamente privilegiados en términos socioculturales y económicos, logran empuñar la paradójica bandera “antisistema” o “anticasta”, gracias a la ambigua horizontalidad de las comunicaciones digitales.
-Una situación socioeconómica complicada, como pasa en la Argentina, favorece ese tipo de propuestas.
-Ayuda, sin duda, a que este esquema prospere: el hartazgo, la frustración, los miedos y resentimientos de buena parte de la población, no raramente motivados por las innegables fragilidades y las muchas hipocresías del “sistema”. Aunque todavía es muy reciente, ya hace rato que este gigantesco experimento comunicativo transbordó los territorios virtuales de internet y se plasmó en el espacio público más tangible de nuestra convivencia cotidiana. Tanto en Brasil y Estados Unidos como en la Argentina y en muchos otros países, se multiplican episodios inéditos de violencia asociados a la “polarización ideológica”. Muchos se creen comprometidos en una lucha del bien contra el mal, que apuesta a la “regeneración moral” por medio de la intimidación, o la eliminación, de sus adversarios. De modo que el huevo incubado en las serpientes digitales ya rompió el cascarón. Lo único que parece más o menos claro en el horizonte global es que no va a ser fácil reconstruir los consensos mínimos requeridos para una convivencia más o menos pacífica, en un mundo en el cual los antiguos ciudadanos se convirtieron en trolls y haters de un crispadísimo coliseo en el cual valores como diplomacia y urbanidad huelen a naftalina.
-En este panorama, ¿la noción de arte también está en crisis?
-El arte no está ajeno a todo esto. Sus instituciones tradicionales, que se desarrollaron bajo el amparo de la hipocresía burguesa, como los museos, las escuelas, la crítica y las premiaciones, vienen fundiéndose con el prolífico “mercado del arte”, cuyo cinismo me parece evidente. Eso no significa que la capacidad de invención canalizada por las artes esté agotada o haya perdido completamente su potencia, aunque sí creo que se encuentra entrampada por los mismos dilemas que afectan todos los otros aspectos de nuestras vidas individuales y colectivas. Los desafíos son inmensos, pero hay ciertas características de la imaginación artística que podrían ser activadas justamente en el sentido de cuestionar todo esto que está pasando y ayudarnos a inventar nuevos mundos.
-¿Qué harás en el país además de participar del Congreso de la UNA y en qué trabajás actualmente?
-Vine a la Argentina invitada por la Universidad Nacional de Tucumán para dar la conferencia inaugural y de cierre en el VIII Congreso Internacional de Psicología, la semana pasada, y aproveché para pasar unos días en Buenos Aires donde tengo familia y amigos. Estoy trabajando en varios proyectos, tratando de darle forma de libro a esta idea de la transformación de un “suelo moral”.
-Si tuvieras que reeditar La intimidad como espectáculo, ¿qué agregarías?
-La tesis esbozada en ese libro, que fue una tesis de doctorado elaborada a principios de este siglo, se ha confirmado de modo tan apabullante que ahora, menos de veinte años después, nos cuesta recordar cómo era ese mundo en el cual había amplios sectores de nuestras vidas que se consideraban inmostrables. Ya se han desvanecido casi todos los límites representados por las paredes y los pudores que solían preservar esa esfera íntima de la intromisión de las miradas ajenas, propiciando una serie de fenómenos que habrían sido inimaginables poco tiempo atrás. Nada más burgués, ni más hipócrita, que la separación entre el ámbito público y la esfera privada. Sin embargo, esas paredes y pudores que oprimían, también de cierto modo protegían: hoy estamos más vulnerables a la “exposición” que implica ese ideal de transparencia que se ha generalizado. En suma, creo que quizás me haya quedado corta a la hora de vislumbrar la complejidad y la intensidad de las transformaciones históricas que esos primeros síntomas ya anunciaban, pero el germen ya estaba allí esbozado.
Agenda: “Revueltas del Arte”, en siete sedes
Organizado por la Secretaría de Investigación y Posgrado del Rectorado de la UNA, el III Congreso Internacional de Artes Revueltas del Arte se realiza en siete sedes. En este evento multidisciplinario confluyen la investigación artística, la formación artística, el pensamiento y el diálogo con destacados invitados nacionales y del exterior, como la escritora e investigadora Ana Longoni (mañana a las 19), la artista mexicana Cristina Híjar González (hoy a las 18 en el Centro Cultural Borges), la historiadora del cine francesa Gabriela Trujillo (que hoy a las 19 presentará un trabajo sobre la obra del director Hugo Santiago), el escritor chileno-mapuche-huilliche Jaime Huenún Villa y la historiadora estadounidnese Joan Scott, que dará una videoconferencia sobre “la fantasía de la historia feminista” mañana a las 17 en la Fundación Sagai.
A cuarenta años de la recuperación de la democracia en la Argentina, los tres ejes del Congreso son artes, democracia y derechos humanos; artes, investigación y producción de saberes; y artes, ciencia y vinculación tecnológica.
También hay encuentros con investigadores y artistas, en los que participan Cabinet Óseo (dupla conformada por la escultora Celina Saubidet y la diseñadora Marina Molinelli Wells que trabaja para homenajear el cuerpo y transformarlo en joyas-coraza, esculturas de gran formato e instalaciones), la artista Gabriela Golder (que presenta su proyecto Arrancar los ojos, exhibido actualmente en Fundación Andreani) y el director de cine Lucas Turturro, que ideó una actividad para pensar sobre el veloz avance tecnológico en relación con el proceso creativo y la producción de artes visuales. Carla Lombardo, Gonzalo Aguilar, Erick Felinto, Juan Ruocco, Leonardo Murolo, Cecilia Nicolini y Luis Gabriel Wall debatirán en distintas mesas.
Se programaron espectáculos. El escritor Félix Bruzzone y la actriz, escritora y especialista en derechos humanos francesa Monica Zwaig, dirigidos por Juan Schnitman, presentarán Cuarto Intermedio, guía práctica para audiencias de lesa humanidad. Habrá además intervenciones de la Cía. Funciones Patrióticas, un recital de poesía a cargo de Huenún Villa y Silvia Mellado y la proyección de Voces de Malvinas, documental de María Sofía Vassallo producido por la UNA que aborda el conflicto bélico de 1982 a partir de los testimonios de veteranos de guerra de Malvinas de la UNA.
El programa completo del “revoltoso” congreso se puede consultar en https://revueltasdelarte2023.una.edu.ar/
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