Paul Ricoeur y la justicia de la memoria
A los 87 años, Paul Ricoeur, uno de los pensadores insoslayables del siglo XX, ha producido, con la publicación de su libro La memoria, la historia, el olvido, uno de los acontecimientos de la vida intelectual parisiense. La presentación de la obra se realizó en la propiedad de campo del filósofo, situada en los alrededores de París.Allí invitó el autor a los que llama "sus seres próximos" (según él los definió, "aquellos que cuentan con nosotros y para quienes nosotros contamos"): sus cuatro hijos y alrededor de cuarenta profesionales de todo el mundo, entre los cuales la única latinoamericana presente fue nuestra compatriota Marie-France Begué.
El motivo de esa invitación es fácil de entender. Marie-France, que ha accedido a conversar con nosotros, se doctoró en la Universidad del Salvador con una tesis acerca de Paul Ricoeur que él fue leyendo a medida que su autora la escribía y que además aceptó prologar.
-Marie-France, ¿qué importancia tiene este nuevo libro dentro de la producción de Ricoeur?
-Este libro es importante por varios motivos. Se trata de un volumen extenso (alrededor de 700 páginas), que no es una recopilación de artículos sino que está concebido como una totalidad. El tema que aborda es en estos momentos clave en una Europa a la que cada vez le resulta más difícil "digerir" su pasado inmediato: el siglo XX marcado por el espanto del genocidio, las guerras, las persecuciones. La obra tiene tres partes claramente diferenciadas y un epílogo muy importante. Ricoeur compara este libro con un trois mâts, es decir, un barco con tres mástiles, cada uno con su propia vela pero todos con la misma dirección de navegación.
-Ayudános a abordar ese barco. ¿Cuál es el primero de los mástiles?
-La primera parte del libro está consagrada a la memoria y a la descripción de los diferentes tipos de recuerdos, lo que en filosofía llamamos "fenomenología de la memoria". Ricoeur se plantea preguntas tales como ¿qué es el recuerdo?, ¿quién recuerda?, ¿cómo, de qué manera recordamos? Advierte además que el ejercicio de la memoria, en tanto uso, encierra también el riesgo del abuso y explora los problemas planteados por las relaciones entre las diversas formas de la memoria (por ejemplo, la individual y la colectiva) y del olvido, a menudo sumamente estratégico, cuestiones cruciales, a su vez, en la tarea del historiador.
-Lo que nos conduce al segundo mástil...
-Exactamente, la segunda parte del libro está consagrada a la historia y en particular, a la práctica de esa disciplina, el "hacer historia" y los problemas epistemológicos que esa práctica plantea en nuestros días. Para Ricoeur, la historia propiamente dicha surge con la escritura, que permite la documentación, la revisión, la investigación. La historia, indisolublemente ligada a la secularización, exige un dominio literario porque el historiador produce textos que, además, están netamente diferenciados de la narración de mitos o de los libros sagrados.
-¿Qué actitud tiene Ricoeur con respecto a los historiadores de la escuela de los Anales?
-No los rechaza, pero discute con ellos. Para él, la historia se va tejiendo pacientemente a través de pequeños relatos y va creciendo a medida que lo que sucede es escrito.
-¿Ricoeur aporta una nueva manera de encarar la historia?
-No, porque no es ésa su misión, él no es un historiador. Lo que le interesa es la legitimidad del discurso histórico y, también, los diversos niveles que se imbrican en una investigación. Resulta muy interesante la diferencia que establece entre la función de la historia y la de la justicia. La obligación del historiador -sostiene- es presentar los hechos del modo más ecuánime posible. Para eso debe recurrir a los archivos y a todo el material disponible. Pero no le corresponde emitir juicios morales porque el juicio moral es competencia de la justicia.
-Volvamos a los mástiles. Nos falta visitar el tercero.
- Sí, un mástil peligroso: el olvido. Ricoeur se preocupa vivamente por la fragilidad de la memoria y la posibilidad de ser fiel al pasado y distingue diversas formas del olvido (destructor, honesto, intencional, etc.). Así como hay memorias más exacerbadas que otras, hay también diferentes tipos de olvidos. Una cultura puede cultivar cierta forma de olvido por conveniencia. En este momento, en Francia se habla de "deber de memoria", una especie de obligación de hacer memoria continuamente. Claro que no podemos memorizar todo, llega un momento en que no nos soportaríamos a nosotros mismos...
-Y entonces, ¿qué podemos hacer?
-En el epílogo de su libro, Ricoeur da su respuesta, la llama "perdón difícil", en otros términos, aprender a perdonar. A veces, un pueblo está tan atado a su pasado que no puede avanzar hacia el futuro. Cuando ese pasado está muy vinculado a la culpa, hay que buscar el perdón, la reconciliación. Pero el perdón es una cuestión muy delicada porque no se le puede exigir a nadie, sólo puede provenir de la generosidad y las que perdonan no son las instituciones sino las personas. Hay gestos de perdón, como los que hicieron en su momento Willy Brandt, Sadat o el Papa, que son ejemplares. Pero el perdón no es concedido por un pueblo sino que es un trabajo individual.
-En una entrevista publicada por LA NACION, Ricoeur sostuvo:"El perdón es difícil porque debe articularse sobre un doble trabajo: un trabajo de memoria y un trabajo de duelo".
-El perdón no es olvido ni anulación de la culpabilidad del otro. Ricoeur diferencia culpabilidad y deuda. La víctima puede anular la deuda que el otro contrajo con ella. Pero eso no significa que esa persona no tenga que cumplir su pena, porque la culpabilidad es tarea de la justicia. Frente a lo que se presenta como imperdonable, Ricoeur rescata la esencia de la religiosidad:"Vales más que tus actos". Pero también señala:"El perdón es lo que se pide, en modo alguno lo que se da. Si alguien lo pide, debe estar preparado para recibir una respuesta negativa [...] es preciso poder afrontar lo imperdonable".
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