Paul Auster y una monumental biografía de Stephen Crane, un autor que quiere rescatar del olvido
El escritor estadounidense presentó su nuevo libro, “La llama inmortal de Stephen Crane”, de más de mil páginas
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En plena operación de rescate de un autor estadounidense de finales del siglo XIX que considera clave para la literatura anglosajona (e injustamente olvidado), Paul Auster escribió una monumental biografía de más de mil páginas centrada en la figura de Stephen Crane. El autor de La roja insignia del valor, que Auster define como “una obra maestra en forma de novela”, vivió apenas 28 años: entre noviembre de 1871 y noviembre de 1900. Esa corta e intensa vida, y todo lo que generó, es el punto de partida de La llama inmortal de Stephen Crane, que publicó Seix Barral en español y ya se consigue en las librerías argentinas.
“Había leído a Crane en la adolescencia. Volví a releerlo hace unos años, cuando trabajaba en la novela 4321, y me puse a pensar por qué ya no se lo lee en las escuelas norteamericanas como se hacía antes. Entonces, decidí escribir un libro que reflejara mi aprecio por la grandeza de su obra. Claro que no imaginé que escribiría mil páginas. No fue algo planeado, una cosa llevó a la otra. Quise generar un nuevo interés hacia su obra. Creo que fue el primer modernista de Estados Unidos; se adelantó a lo que sucedería en el siglo XX”, dijo el escritor en una conferencia virtual con medios hispanos desde su casa en Brooklyn, donde vive junto con la autora Siri Hustvedt, con quien compartirá la charla de cierre del próximo Filba, el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires que comienza el miércoles.
Entre las razones que encuentra Auster para rescatar la obra de Crane en pleno siglo XXI está la vigencia de su mirada. “Le habla a una persona de hoy. Sus textos están muy vivos y eso me propuse demostrar con mi libro: creo que Crane ha sido abandonado y quiero regresarlo al centro. Lo merece tanto como Herman Melville y Henry James”.
En la introducción de la biografía, Auster dice: “No lo enfoco como especialista o erudito, sino como viejo escritor sobrecogido por el genio de un autor joven. Después de pasar los dos últimos años enfrascado en cada una de las obras de Crane, habiendo leído hasta la última de sus cartas publicadas, tras apoderarme de hasta el más pequeño detalle biográfico que caía en mis manos, me encontré tan fascinado por la frenética y contradictoria vida de Crane como por la obra que nos dejó. Fue una vida extraña y singular, llena de riesgos impulsivos, marcada con frecuencia por una demoledora falta de dinero, así como por una empecinada e incorregible entrega a su vocación de escritor, que lo arrojaba de una situación inverosímil y peligrosa a otra”.
Auster quiso destacar que Crane no fue un personaje marginal de su época. Al contrario, cuando publicó La roja insignia del valor, en 1896, se convirtió “en una celebridad nacional”. La clave de su “revolucionaria obra” está, según el famoso biógrafo, en que “Crane cambió las reglas del juego en la literatura estadounidense”. Así lo explicó: “Tomó una posición filosófica diferente. Quitó los juicios morales y las infinitas descripciones a las ficciones del siglo XIX para contar la verdad con una mirada de fotógrafo, de investigador. Desnudó la prosa. Solo escribía lo esencial. Eso fue revolucionario”.
Como ejemplo, dijo que La roja insignia del valor habla sobre la guerra civil sin nombrar la guerra. “Crane se mete en la cabeza de un joven de 17 años que mandan a la guerra y tiene miedo. La novela es un estudio profundo sobre el miedo y creo que solo alguien que ha experimentado algo semejante puede narrar de manera tan vívida el mundo interior de ese joven. Y eso que Crane nunca fue a la guerra, pero vivió a fondo”.
Que su admirado Crane haya alcanzado una madurez creativa con tan solo veintipico de años es algo que maravilla al autor de La trilogía de Nueva York. “Vivió tan poco que la gente tiende a olvidarse de él. Si yo hubiera muerto a los 28 hubiera sido, apenas, una piedrita en un océano. Me casé a los 27, a los 28 había publicado algunos libros de poesía y había hecho muchas traducciones. Había acumulado un montón de hojas con ficciones que nunca me habían gustado. Recién al inicio de mis 30 comencé a hacer mi camino como escritor”, reconoció en uno de los pocos momentos en los que se permitió una sonrisa.
En los casi 50 minutos de charla se mantuvo serio, con un saco oscuro abotonado hasta el cuello que le daba un aire de formalidad. Se rio de sí mismo cuando confesó que no piensa abordar otro libro tan extenso. “No quiero escribir más tantas páginas. Es muy difícil”. Luego, mostró su lado tierno cuando mencionó a su esposa. La nombró de manera espontánea cuando habló de Emily Dickinson, “la mejor autora”, “una gran fuente de inspiración para mí y para Siri”. Y agregó: “Ella la lee desde los 12 años. Y tiene sus libros en la mesa de luz. Todas las noches lee dos o tres de sus poemas”, reveló el marido de Hustvedt.
El momento más tenso fue cuando le preguntaron qué opina sobre la cultura de la cancelación. Primero dijo que esa “tendencia”, así la definió, le causa mucho pesar. “No es algo prometedor para la cultura. Creo que quienes la promueven son jóvenes idealistas que ya van a madurar”. Entonces, sí, puso su mejor cara de enojo e indignación y arremetió: “Lo que me preocupa mucho más que ese tema es el poder creciente y extremadamente peligroso de la derecha en Estados Unidos y de personajes que quieren destruir la democracia como Donald Trump. Si esto sigue así, en los próximos años no habrá un Estados Unidos como lo conocemos. El poder de los republicanos locos me parece mucho más grave”.