Patricia Phelps de Cisneros: “Me encantan la Argentina y los artistas argentinos”
La coleccionista venezolana, que donó cientos de obras a más de veinte museos de América y Europa, dijo a LA NACION que se trata de un país con “una producción artística impresionante”
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NUEVA YORK.- “La política de la colección es no comunicar los números”, dice con firmeza a LA NACION Patricia Phelps de Cisneros. Se refiere a un acervo que comenzó a formar en la década de 1970 con su marido, Gustavo, dueño de una de las organizaciones privadas más grandes de medios, entretenimiento, telecomunicaciones y productos de consumo del mundo. Los números no se comunican porque es muy difícil contar la cantidad de obras que tienen almacenadas en Venezuela –su país de origen-, Estados Unidos y Europa. No sólo abarcan piezas etnográficas de la región del Orinoco, coloniales, de los primeros artistas europeos que viajaron a América, modernas y contemporáneas, sino también libros, mapas y artes decorativas.
Pero hay números que hablan por ella: en las últimas décadas donó unas 600 obras a más de veinte museos de América y Europa, incluido el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Mientas el Museo Guggenheim exhibe una muestra de Gego con quince que pertenecen a su colección y fueron cedidas en préstamo, el Museo de Arte Moderno de Nueva York inauguró ayer Recuerdos elegidos, una muestra integrada sobre todo por muchas de las 250 que se destinaron a esa institución.
Allí creó además en 2016 el Instituto Cisneros para la Investigación del Arte de América Latina, dirigido por la argentina Inés Katzenstein, e impulsa un fondo destinado a invertir en la producción de la región. Todo con el objetivo de “ampliar el conocimiento y las perspectivas del arte moderno y contemporáneo sobre América Latina. “A veces pienso: ‘misión cumplida’”, confiesa en esta entrevista.
-¿Cuál fue la primera obra que compró y por qué?
-En 1970, recién casados, compramos una obra de un artista español, Manuel Rivera, que se llama Tiritaña. Por supuesto que jamás se nos pasó por la cabeza que esta sería el inicio de una colección de arte. Lo interesante es que es una obra geométrica, construida con una malla metálica, y había algo que me llamaba la atención. Ahora, cinco décadas después, puedo ver la conexión con el arte que luego sería parte importante de la colección, de artistas como Jesús Soto o Gego, quienes comparten ese lenguaje formal. Pero en ese momento no lo podía imaginar. Es curioso como el ojo a veces sabe lo que la mente aún no ha articulado.
-¿Y la última?
-Ahora estoy muy enfocada en los artistas del caribe, en especial de República Dominicana, donde tenemos casa hace 50 años, y donde nos sentimos siempre muy bien recibidos. El Caribe es una zona cultural fascinante, y hay artistas jóvenes increíbles. Ahora por fin el mundo está poniendo el ojo en los artistas de la región, y me alegro muchísimo por ellos. Hay además lugares fantásticos como el Centro León en Santiago de los Caballeros, donde uno puede ver la obra y la manera de pensar de los jóvenes.
-Cuando donó un centenar de obras al MoMA en 2016 dijo a LA NACION que le gustaba que su colección sirviera para cambiar el canon de lo que se concebía como “arte latinoamericano”. ¿Cuánto se avanzó desde entonces en ese sentido?
-A veces pienso ‘misión cumplida’, en el sentido de que hoy cualquier museo, bienal, feria o evento cultural inevitablemente tiene que considerar América Latina como zona cultural. No siempre fue así, y lograr ese cambio ha sido posible gracias al esfuerzo de muchas personas. Ahora mismo en Nueva York hay exposiciones estupendas como Gego en el Guggenheim, Bispo de Rosario en Americas Society, Daniel Lind-Ramos en MoMA PS 1, y cualquier cantidad de otros proyectos. Eso se volvió habitual. El MoMA ha sido un actor fundamental en este cambio, y tengo que reconocer la labor impresionante del director Glenn Lowry para abrazar el arte latinoamericano como parte esencial del canon del arte moderno y contemporáneo.
-En ese momento dijo que le parecía mejor destino el MoMA que tener su propio museo, y desde entonces también realizó importantes donaciones a otros museos del mundo. ¿Continúa sin el deseo de tener un museo propio?
-Absolutamente. Junto con Gustavo mi marido y mi hija Adriana quien ahora es la presidenta de la Colección, tenemos muy claro que este sigue siendo el camino correcto. Si hubiéramos hecho un museo Cisneros en Caracas o en cualquier otro lado no hubiéramos tenido la posibilidad de ver un Torres-García al lado de su colega Piet Mondrian, o un Alejandro Otero dialogando con un Ellsworth Kelly, para dar dos ejemplos reales de lo que se puede conseguir en un museo como MoMA. Creo firmemente en el diálogo que tienen los artistas latinoamericanos con el mundo, y eso no se hubiera podido resaltar exclusivamente desde nuestra colección. Todo se potencia cuando se trabaja de manera colectiva y colaborativa.
-¿Cómo fue su relación con Gyula Kosice y con otros artistas argentinos a los que conoció comprando obras en Buenos Aires? ¿Recuerdas alguna anécdota en especial de esos encuentros?
-Me encantan la Argentina y los artistas argentinos. Tuve el privilegio de conocer algunos de ellos, y tanto a Kosice como a Tomás Maldonado le dedicamos libros en nuestra serie Conversaciones/Conversations, que preserva los testimonios directos de destacados artistas e intelectuales latinoamericanos. También publicamos ediciones de la misma serie con artistas de la siguiente generación como Liliana Porter y Jaime Davidovich. Me acuerdo mucho de la emoción de ver el Penetrable de Soto instalado en la esplanada frente al MALBA en 2001, cuando mostramos la colección allí, y ver como los jóvenes se apropiaban de la obra.
-¿Cómo ve el panorama del arte argentino actual, en cuanto a la producción artística y al coleccionismo?
-Es un país con una producción artística impresionante que sigo, aunque sea de lejos. En cuanto al coleccionismo, admiro mucho el trabajo de Gustavo Bruzzone para rescatar la obra de artistas de los 90, así como la de Raúl Naón con el diseño y la documentación. Asimismo, aplaudo la labor de Amalia Amoedo en dar oportunidades y becas a los artistas jóvenes desde su fundación Ama Amoedo. Son personas apasionadas por lo que hacen, y eso me estimula mucho.
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