Pasión por los libros en un festival que ya es un clásico del Malba
Personas de todas las edades participaron ayer de la Fiesta de la Lectura en el museo
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¿Cómo se comparte una actividad esencialmente interior e individual? La pregunta surgió una vez más de cara a una nueva edición de la Fiesta de la Lectura en el Malba. “A mí me gusta subrayar y comentar con alguien que esté al lado mío. En eso, esto se parece al cine”, respondía Juan Marcelo Villoldo, que se ausentó de su estudio contable para participar de la propuesta.
El hall central del museo –habitualmente cerrado al público los martes– parecía ayer el living de la casa de alguna familia descontracturada, donde todos los sillones son cómodos y nadie tiene miedo de manchar ni de levantar la voz. En cierto modo, fue una actividad para nostálgicos: la obra completa de Bioy Casares estaba a disposición de los visitantes, había un stand de café y otro de Andreani, donde se podían enviar postales. Sí, postales de papel.
La 18ª edición de este festival de verano tuvo un tema: el secreto. “¿Alguien sabe lo que es susurrar?”, preguntaba una animadora a una decena de chicos en una de las salas. Era un taller que invitaba a intervenir tubos de cartón con papeles de colores y marcadores para construir su propio “aparato de contar secretos”. La actividad buscaba incentivar a los niños a mirar la exposición del museo a través de la fuerza irresistible que generan las confesiones, la tentación de saber lo que está prohibido. Después de veinte minutos, todos salían disparados, armados de ese artefacto mágico, a interrogar a los guías del museo, para que les revelaran los “misterios” detrás de las obras exhibidas. “¿Sabías que hay bichitos que duermen ahí adentro?”, le decía a través de un tubo la guía a uno de los niños que miraba Eudoccia, de Tomás Saraceno. “Gagarin fue el primer hombre que dio la vuelta a la Tierra desde el espacio”, contaban a otro que observaba una obra de León Ferrari. Candelaria fue con su hijo Galo, de 7. “Vengo hace muchos años. Como trabajaba en turismo traía a los extranjeros. Ahora a mi hijo lo llevo a todas las propuestas culturales que puedo”.
Magdalena Arrupe, coordinadora de Malba Literatura recordaba que la actividad empezó en 2016 siendo una fiesta de la lectura silenciosa. “Tomamos un antecedente de Seattle, Estados Unidos, que se llama Silent Reading Parties. Queríamos ver qué pasaba si abríamos el museo un día que estuviera cerrado. El público joven entendió rápidamente de qué se trataba. Después fue mutando, empezamos a sumar actividades. Algunas ediciones estuvieron más dedicadas a niños o presentaciones de libros”.
Los visitantes iban llegando a medida que avanzaba la tarde. En todas las propuestas había decenas de participantes. Silvina Giaganti, por ejemplo, dio un taller de escritura de cartas en el café del primer piso, al que asistieron varias mujeres, desde adolescentes hasta jubiladas. “Las nuevas tecnologías, la mensajería instantánea, tienen muchos beneficios, pero generaron cierto deterioro en la comunicación”, comentaba la poeta.
El público de esta fiesta es variado, pero todos tienen algo en común: son ávidos lectores. “Pude organizar el consultorio para venir”, confesaba Gabriela Levy, médica oncóloga y escritora, de 56 años. Fátima Giambroni, de 19, estudia Historia del Arte y es reincidente. “Vine en 2021 ya, me gustan mucho las actividades del museo”. Sentada en un sillón, escribía una postal.
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