Pascal Quignard y la obsesión por el origen de las cosas: “Soy un escritor arqueólogo”
El prestigioso autor francés y ex director de la editorial Gallimard dicta mañana la conferencia “¿Qué es una novela?”, invitado por la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero
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“Nací en una ciudad en ruinas: hubo que esperar siete años después de la guerra a que la reconstruyeran. En el inicio de mi vida no encontré cosas hechas, solo conocí fragmentos”, dice el escritor francés Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, 1948) cuando se le pregunta por la singular construcción de sus libros.
Quignard –que se encuentra en la Argentina para dar la Serie Lecturas Frost, organizada por la Maestría en Escritura Creativa de la Untref- comenzó publicando ensayos y novelas tradicionales como Las escaleras de Chambord (1989) y Todas las mañanas del mundo (1991). En 1994, decidió dejar su trabajo como director de la editorial de Gallimard para dedicarse de manera exclusiva a escribir. “Durante 25 años traté de hacer lo más opuesto a mí, la vida social, y como los barrocos del siglo XVII, a los 45 años, opté por dejar todo. Se pierde dinero, se pierde amigos, pero me permitió concentrarme y ser feliz”.
A partir de ese retiro, Quignard se embarcó en una serie indefinible, Último Reino, que lleva ya catorce entregas. La última, Les heures hereuses (“Las horas felices”) acaba de publicarse en Francia. El hombre de las tres letras, la anterior, fue dado a conocer en la Argentina, como el resto de esos libros, por El Cuenco de Plata.
Son obras fragmentarias, pero en contrapunto (Quignard fue violinista, cellista y hoy solo toca el piano, que reserva “para la hora del crepúsculo”). Dentro de ese formato de su pura invención aparecen retazos de muchos géneros: relatos breves, fragmentos líricos o de cartas, reflexiones filosóficas sobre el tiempo y, con ecos psicoanalíticos, lo corporal y prelingüístico. El mundo antiguo, el latino, pero también el medieval, es uno de sus horizontes de referencia.
A pesar de la aparente heterogeneidad y de las comparaciones con Montaigne, el escritor francés prefiere considerar los libros de Último Reino como novelas o cuentos. “Escribo saliendo de la noche y de los sueños –dice-, pero entre el relato y el sueño hay algo que llamo cuento, que tiene una estructura más simple”.
Nieto de un reconocido lingüista (Charles Bruneau) y con formación clásica, Quignard explica su predilección por el mundo antiguo –de Seneca el Viejo al más cercano Duque de Berry- por su desconocimiento de los idiomas modernos. “A diferencia de tantos escritores que conocen muchos, soy monolingüe. Por eso me dedico a trabajar la lengua antes de la lengua, en línea vertical: del francés al francés antiguo, de ahí al latín, al griego y al sánscrito. Siempre estuve obsesionado por descubrir el origen de las cosas. Soy un escritor arqueólogo”.
El procedimiento para recuperar las astillas de vidas pasadas que nutren Último Reino, sin embargo, no lo aprendió en la tradición europea: “Los relatos japoneses, como los de los budistas o los sintoístas –cuenta Quignard-, me enseñaron a simplificar una vida en unas pocas secuencias. San Agustín perdió a su madre en la niñez, escribía cuando Roma estaba en ruinas, estaba obsesionado por el mundo anterior a su nacimiento. San Agustín está para mí en esos pocos detalles”.
No es un escritor obsesionado por la lengua. Lo considera una paradoja. En sus libros, busca explorar, en realidad, lo que hay más allá de ella. ¿Una sensibilidad estética cercana? Le gusta pensarse próximo al art brut, el término que acuñó el pintor Jean Dubuffet para designar los dibujos hechos por los niños o los locos. “El arte auténtico no se dirige a ningún destinatario. También la naturaleza funciona de esa forma. Los cuernos crecen en la cabeza de los ciervos sin razón. Supongo que si alguien se interesa en lo que escribo es porque encuentra en mis libros esa autenticidad ‘brut’ “.
Para ser genuino, de todas maneras, hay que oponerse a la creencia, tan enraizada, de que se es alguien, de que uno se engendra a sí mismo. “En realidad, somos el fruto de misterioso de un cuerpo, de los padres, de diferentes estructuras que nos preceden. Robamos todo y sin culpa. Quien pretende ser auténtico en otro sentido, miente.”
La lectura, una pasión más profunda que la escritura, dice el escritor francés, no es para todo el mundo. “Leer significa dejarse invadir por completo por otro”. Y pone en contacto esa inclinación lectora con el autismo que le fue diagnosticado en su momento. “El autismo es una desconfianza con respecto a la vida y el poco afecto que nos rodea. Se dice que el alma de un autista es como la espalda cuando se pega a la pared. Bien mirado, esa es la condición de la lectura”.
Quignard fue muy amigo de Roger Caillois, el introductor de Borges en Francia: “Le gustaba coleccionar piedras. Yo prefiero los jardínes y las plantas” . Y llegó a conocer al autor de Ficciones por medio de otro amigo, el escritor franco-argentino Héctor Bianciotti, aunque apenas se atrevió a hablarle. “Mallarmé –considera- creó la maravillosa aventura del simbolismo, que términó con Borges, que fue el último gran simbolista y el último enciclopedista. No fue un escritor arqueólogo, menos todavía psicoanalítico”. La distinción vale por contraste: Quignard y el argentino pueden ser escritores muy distintos, pero los alía su talento para las formas breves.
Para agendar
El autor de Todas las mañanas del mundo visita el país invitado por la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, con apoyo de Fundación Medifé, la Fondation Jan Michalski, el Instituto Francés de Argentina y la Embajada de Francia.
Este miércoles, a las 19, en el Teatro Margarita Xirgu (Chacabuco 875). Quignard disertará sobre el proceso de escritura, leerá fragmentos de su obra y dialogará con Silvio Mattoni, poeta investigador y traductor de sus libros; y con Lucía Dorín, escritora, traductora y magíster en Ciencias del Lenguaje y Escritura Creativa. El encuentro es presencial, con traducción en simultáneo y de participación gratuita con inscripción previa en este enlace. El ingreso es por orden de llegada, hasta cubrir la capacidad de la sala.
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