Pasado y presente
Violencia histórica y racionalidad formal en la obra de Cristina Piffer; melancolía y soledad en las fotografías de Marcelo de la Fuente
Hace cuatro años Cristina Piffer (Buenos Aires, 1953) presentó su primera exposición individual en el Centro Cultural Borges. En esa ocasión, con Perder la cabeza , mostró obras alusivas a la historia nacional y a la naturaleza bárbara de los hombres. Desde entonces, los módulos de acrílico transparente con carne en su interior se convirtieron en el tema predominante de su producción.
La obra de Piffer, en los años siguientes, fue exhibida sólo en muestras colectivas, ferias de arte y concursos. En unas y otros se vieron diversas variantes de sus propuestas, siempre con similar operación alegórica-histórica y con el mismo antagonismo entre la racionalidad formal (herencia de la idea de Mies van der Rohe: más=menos ) y la inquietante presencia de la carne vacuna disecada, con su color rosado y sus manchas sanguinolentas. La alusión a la violencia y a la barbarie era explícita a pesar de la mínima presencia de elementos significantes. El título subrayaba el sentido, aludiendo a los que habían perdido la cabeza, los degollados ilustres o ignotos.
En la exposición que Piffer presenta en la galería Luisa Pedrouzo, integrada con obras realizadas recientemente, continúa dominando la economía de medios, pero se suma a esa voluntad formal la presencia de objetos que parecen fabricados industrialmente, estandarizados (mesas de acero y envases de vidrio). Además, la reducción de los elementos se extiende al espacio circundante, concebido como un volumen globalizado, con escasas obras y sin interferencias entre éstas y el público. Es notorio que la muestra Entripados (enojo disimulado, desazón íntima producida por una preocupación), está presentada con aparente objetividad y paradójico espíritu científico "museístico".
Mesadas y trenzados
En el subsuelo de la galería, las mesas de acero (de carnicería o de quirófano), alineadas, con gruesas e impecables cubiertas de grasa vacuna y parafina, remiten casi sin otra consideración a la estética minimalista. Sólo la presencia de los textos grabados en las superficies de sebo recuerdan la trama histórica evocada. En una de ellas puede leerse: "Como a tres cuadras de la casa de Borda, hacia el sur, estaba el cuerpo del gobernador Berón de Astrada y el coronel Navarro, ambos sobre un cuero de garras, los dos estaban completamente desnudos. El de Berón boca abajo: un cuerpo muy blanco sin una oreja notándose que le habían sacado una lonja como de cuatro dedos de ancho desde la raíz de la nuca hasta la rabadilla".
Uno de los objetos expuestos, próximo a las mesas, está compuesto por un soporte metálico con una lonja de cuero crudo, estirada entre dos ganchos, que remite, quizá con mayor énfasis, a la violencia evocada en el texto.
Junto a la Serie de Mesadas se exhibe la Serie de Trenzados , unos objetos realizados con chinchulines, de acuerdo con las antiguas tradiciones del entrelazado criollo de tientos de cuero crudo (una artesanía con la que se obtienen piezas de rigurosa geometría ornamental). Los impecables trenzados están colocados sobre soportes de acero y sumergidos en envases de vidrio con formol. Cada trenzado se exhibe sobre una mesa de acero inoxidable; en el muro, un texto tomado del clásico manual de Mario López Osornio sobre los modos del trenzado, aportan una dosis de irónica racionalidad con su apariencia de documento de museo antropológico.
Muy sutilmente, en silencio, por encima de las estrategias formales minimalistas, que parecen disimular el sentido, pervive en la muestra de Cristina Piffer el clima alusivo a la violencia y el crimen político. Más allá de las referencias explícitas a la historia del siglo XIX, el contenido no deja de ser actual.
Fotografías
En el pintoresco espacio de Lelé de Troya, en Palermo Viejo, Marcelo de la Fuente (Buenos Aires, 1962) expone un conjunto de fotografías en color que aparentan pertenecer a una narración, aunque no exista principio ni fin de la historia. Casi todas las imágenes están tomadas en el interior de un albergue transitorio. El personaje principal es una mujer joven, sola, apenas reconocible. Muebles, espejos, luces rojizas, son los otros sujetos de las composiciones, plenas de melancolía y de indiferencia, quizá de angustia y soledad. En alguna oportunidad, la mujer se exhibe de frente, comiendo un plato de sushi. Otras imágenes muestran sencillos letreros de neón y oscuros interiores de bares marginales.
Las fotografías de De la Fuente están realizadas intencionalmente con recursos muy modestos, ajenos a formalismos y sofisticaciones técnicas. La impresión, en papel de pequeña dimensión, lo subraya. El resultado no deja de ser sugerente y efectivo.
( Cristina Piffer, "Entripados", Galería Luisa Pedrouzo, Arenales 834, hasta el 11 de mayo; Marcelo de la Fuente, "Fotografías", Lelé de Troya, Costa Rica 4901, hasta el 4 de mayo)