Para Piglia, "Jorge Luis Borges fue un milagro para todos"
Lo afirmó el distinguido autor de Blanco nocturno al referirse al legado del escritor
MADRID.- Ricardo Piglia es el refundador -si no el fundador formal- del género de la novela negra en la Argentina, y es uno de los referentes de la literatura del más alto nivel en el país y de una América latina que se anima a reconocer un incipiente segundo "boom" en sus entrañas. Pero hoy, el escritor nacido en Adrogué se muestra al mundo como un artista que se jacta, a través de sus obras, de haber hecho de la paciencia una de sus grandes virtudes.
Próximo a cumplir 70 años, y tras permitirse una década de distancia entre novela y novela, el autor encontró en su último libro, Blanco nocturno , el más iluminado de sus trabajos y, también, la esperada llave para el reconocimiento de su trabajo literario.
Por esa historia, inspirada en la figura de un primo de Piglia que vivía encerrado en una fábrica en una íntima lucha con la libertad de sus propios sueños, obtuvo el Premio Nacional de la Crítica de España y, la semana última, el prestigioso Premio Rómulo Gallegos.
"Pero que haya tenido que esperar tanto para tener esta respuesta por parte de los especialistas no significa que vaya a tomar otra década para escribir mi próxima novela. Ya no creo tener tanto tiempo", bromea Piglia en su entrevista con LA NACION en la Casa América de Madrid, donde cada vez corren con mayor velocidad las versiones sobre su eventual consagración definitiva con el Premio Cervantes, posiblemente en su próxima entrega.
"De eso no puedo hablar, no debo", dice, divertido, mientras pone la única traba en una charla en la que no pudo ocultar, incluso en ese pequeño espacio livianamente vedado, el humor del que goza por estos días.
"Sí, en cambio, puedo decir que me hace muy feliz haber recibido el Premio Rómulo Gallegos, que es entregado por los editores y tiene una enorme tradición, por formar ya parte de la memoria en el ambiente literario y por quiénes lo han ganado, que me hacen sentir muy bien acompañado", dice el escritor, que se transformó en el tercer argentino en obtener esa distinción luego de que lo hicieron Abel Posse, en 1987, y Mempo Giardinelli, en 1993.
Más allá de los premios de la crítica y los editores, Piglia admite sentir una "sorprendente satisfacción" por la, a su juicio, "inesperada" repercusión que está logrando Blanco nocturno entre el público argentino y latinoamericano.
-¿Se puede comparar el éxito de su última novela con el de la anterior, Plata quemada , hace poco más de una década?
-Es diferente. Plata quemada tuvo una circulación de otra naturaleza, ya que primero surgió un escándalo ridículo en torno a un premio y luego su difusión fue impulsada por la película homónima, que siempre funciona como un elemento de llamada de atención sobre la obra literaria. Blanco nocturno se abrió camino por sí misma y logró distinciones como el Premio Nacional de la Crítica de España, al que yo ni siquiera me había presentado.
-¿Cómo han sido, para la literatura nacional, estos 25 años sin Jorge Luis Borges?
-En un punto, se ha vivido con un cierto alivio. No, naturalmente, porque se deseara la extinción física de Borges, sino porque todos teníamos una relación de fascinación y, al mismo tiempo, de distancia por el estándar altísimo que nos puso a todos su nivel de escritura. Pero había muchos que lo tomaban como un referente único...
-¿Y eso no era bueno?
-Borges pensaba que había una sola manera de hacer literatura. El decía que no le interesaba (Marcel) Proust, o despreciaba a (James) Joyce o Thomas Mann, porque tenía una idea clara de cómo tenían que ser sus textos: más bien breves, con criterios muy formales y claros, y que a él le producía un resultado extraordinario. Pero muchos imitaban este tipo de discurso y repetían, e incluso lo hacen hoy, muchas de sus posturas y reflexiones, que en ocasiones tenían una importante carga de ironía en el contexto que había elegido Borges. Lo importante de este único escritor es que fue un milagro para todos, porque tenía a la literatura en el centro de su vida y marcó a la de nuestro país durante 70 años. Dejó tanto pero tanto que su legado aún se está acomodando entre nosotros. Y sus consecuencias, aún hoy, son difíciles de medir.
-¿Cuál es su percepción actual de la literatura argentina?
-Está muy bien en estos momentos. Más allá de que siempre ha tenido mucha energía, en los últimos 10 años ha logrado conquistar espacios que había perdido, en especial después de la crisis de 2001. A partir de ese momento, surgió una fuerte necesidad entre los escritores de aprender a vivir "con lo nuestro" y dejar de pensar exclusivamente en las grandes editoriales. Se multiplicaron las oportunidades para los literatos más jóvenes e incluso la proyección internacional de las nuevas obras, ya que algunas de estas pequeñas casas se dedicaron, incluso, a hacer traducciones.
-¿Coincide con quienes dicen que la literatura latinoamericana vive hoy su segundo "boom"?
-Sí, aunque es una experiencia diferente de la de la década del 60. En aquellos años, quienes éramos editores en el Río de la Plata mirábamos con extrañeza el despegue de Vargas Llosa o García Márquez, ya que era un fenómeno casi ajeno, porque no éramos lo suficientemente latinoamericanos. Hoy, los autores de América Central y el Caribe, por no hablar de la América del Sur que excluye al movimiento rioplatense, tienen un contacto permanente con la literatura estadounidense y europea.