Si bien en su casa se valoraba mucho el arte en general (mucha música, cine y literatura, y algo, muy poco, de pintura), al dibujante Pancho Pepe, de chico, le gustaba ver y hojear libros de Paul Cézanne, Pablo Picasso, Velázquez, pero su fascinación venía por un costado especial: "Me gustaban sus apellidos, pero a la vez recuerdo haber pensado que ser artista era algo ya viejo e inalcanzable. Hoy pienso algo parecido, pero al menos vendo mis pinturas y sobrevivo de eso", cuenta desde su pequeño estudio hogareño.
Pancho Pepe agarró los crayones y los lápices a los 2 o 3 años y nunca paró de dibujar, salvo por unos años de confusión durante la adolescencia. Por su espíritu crítico y burlón, menciona a Los Simpsons como uno de sus grandes referentes. "De la temporada 1 a la 11 los voy a amar para siempre", dice.
Al finalizar la adolescencia se empezó a involucrar seriamente con el dibujo y la pintura. "Estaba en una etapa de incertidumbre y confusión, con algunas revelaciones y certezas pasajeras, pero con hambre de entender ese nuevo lenguaje", recuerda. En ese momento, miraba mucho a Picasso, Van Gogh, Toulouse-Lautrec, artistas que admiraba, pero que le parecían más terrenales que un Da Vinci, o Rubens. "Me sentía muy conectado con Picasso y quería parecerme un poco a él. Años después leí cosas bastante atroces sobre su persona, así que nunca lo tomé como un ejemplo".
La publicación de sus libros ¿Para qué sirven las personas? y El Lubre le dieron a Pancho Pepe una visibilidad interesante en el under por la forma tan personal que tiene de encarar el dibujo: con una sofisticación que conecta con la alta y la baja cultura, con lo popular y con la improvisación, con el barro y con el asfalto. Ahora, después de varios almanaques de lucha, vive de lo que dibuja. "Hace varios años pude vender algunos de mis trabajos, o hacer tapas de libros o discos. Y hoy estoy pudiendo comer todos los días gracias a lo que hago". La pintura es algo que está vivo y en constante evolución. Cada nueva obra que encara Pancho Pepe lo sorprende si consigue tener algo fresco que antes no vio. "Pinto sobre cosas que, de algún manera, tengo a mi alcance. Desde una lata de cerveza abollada que tengo frente a mí hasta la imagen que me dispara alguna de las miles de noticias que nos muestran. Creo que la obsesión es simplemente la de pintar o dibujar, nada en particular, todos los días". En ese sentido, su método (si es que eso existe en el arte) es simple, pero determinante. "Consiste en sentarme y pintar; si tengo ganas de pintar un perro, pinto un perro; si sale una mujer, una mujer; si pienso en un jarrón, pinto un jarrón. Eso se lo robé a Picasso. Creo que me describiría como alguien curioso, inquieto, un poco irreverente". En su futuro, hay muchas ganas de seguir creciendo en lo suyo, que es el dibujo. Y, además, una misión atractiva: "Me gustaría vender mi libro El Lubre en las puertas del Museo Louvre de París".
MINIBIO
Nació en Buenos Aires en 1989. Estudió y abandonó el Profesorado de Arte. Se considera casi un autodidacta. A fines de 2017 editó un libro de pinturas llamado ¿Para qué sirven las personas? y en 2019 El Lubre, siempre de forma independiente y autogestionada. Ilustró portadas de discos de artistas como Ácido Canario, Panorámica, Habla Laura y el Dúo Cardozo, entre otros. Da clases de pintura y publica en la revista Crisis.
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Mortadelas salvajes, de Frank Vega
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