Pablo Atchugarry: “La inspiración del ser humano, como los sueños, no se termina nunca”
De una huella digital para el libro Guinness a una compañía de danza que le cumpla el sueño a Julio Bocca, los nuevos proyectos del escultor para su museo MACA de Punta del Este; esta semana el uruguayo recibió en Buenos Aires un reconocimiento del Rotary Club
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Enorme, como sus esculturas o como su reconocimiento, el escultor Pablo Atchugarry pasó apenas un día por Buenos Aires esta semana para recibir el Premio Rioplatense del Rotary Club que, más que en su arte, repara en la grandeza de su misión. Todo lo hace a gran escala: por ejemplo, esta mañana de abril, el artista obsequia un libro que hay que sostener con las dos manos y desplegar sobre una mesa firme, Il Risveglio della natura (El despertar de la naturaleza), dedicado a la exposición de 45 de sus obras instaladas el año pasado en la ciudad de Lucca, Italia, entre las murallas del siglo XVI. Allí hay mármoles monumentales de Carrara, negros de Bélgica, rosados de Portugal, trabajados a martillo, un kilo y ochocientos gramos cada golpe -sobre ese latido y la relación del artista con su fiel compañero habla un ensayo hacia el final del volumen-; también incluye bronces policromados, maderas. Y no sólo es magnífico en lo material y tangible, sino en las ideas, como las que lo llevaron a inaugurar hace dos veranos el museo MACA en Punta del Este. La desmesura puede funcionar a veces como privilegiado motor. Durante una conversación con LA NACION, antes de la comida en su homenaje en un hotel del centro porteño, el artista da algunos indicios de dónde está su horizonte, “buscando ideales como cielos, como la inspiración del ser humano, como los sueños, que no se terminan nuca”.
El galardón que Atchugarry recibió el miércoles se otorga desde hace más de seis décadas y sostiene un lazo inquebrantable entre las dos orillas. En los años pares, lo recibe en Montevideo una personalidad argentina elegida por el Rotary Club de Buenos Aires; y en los impares, como éste, un recipiendario uruguayo cruza el río para la distinción. Lo obtuvieron antes un médico (el Nobel Bernardo Houssay), una señora actriz (China Zorrilla), un escritor (Adolfo Bioy Casares), un jurista (Daniel Sabsay), todas distinguidas personalidades de diversos ámbitos. La lista es larga y podría pensarse también como una oda a ese ida y vuelta. “Es producto de la gran trayectoria de hermandad entre dos países que el Rotary une -interpreta el homenajeado-, una gran alegría. Un poco como lo que trato de hacer a través de mi obra y el museo MACA, que es un punto de unión. Yo digo que es de la humanidad, pero tiene las raíces en Punta del Este, justamente una tierra que los argentinos quieren mucho”.
El Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA), junto a su fundación, en Manantiales, es un proyecto muy joven, pero que generó un impacto inmediato, no sólo por el edificio diseñado por el arquitecto Carlos Ott y su parque de 40 hectáreas, sino porque ya en la temporada del debut programó la primera muestra antológica de Christo y Jeanne Claude en la región. Y este año, en enero, reunió en una cumbre inédita a dos de los más importantes artistas plásticos argentinos vivos: Julio Le Parc y Guillermo Kuitca. “Fue realmente un momento extraordinario porque Le Parc había expuesto hace más de cincuenta años en Uruguay y Kuitca no lo había hecho nunca antes”, se enorgullece.
Aunque las luces brillantes de los veranos esteños se apagan rápido, en cuestión de días, la vida de este centro cultural continúa las cuatro estaciones. “Estamos superactivos. Ahora, en Semana Santa, por ejemplo, visitaron el museo más de veinte mil personas -cuenta-. A su vez, vienen alumnos de escuelas de todo el país. Tenemos una colección permanente y en este momento hay una exposición colectiva de 19 jóvenes artistas uruguayos, además la muestra dedicada a la pareja que formaron María Freire (1917-2015) y José Pedro Costigliolo (1902-1985), con una vida en común muy importante dedicada al arte abstracto”.
Dos argentinos en el radar
El parque, con esculturas de autores de todo el mundo emplazadas en el imponente marco de la naturaleza, inunda de verde, de canto de pájaros el museo. “Es el mensaje, que el ser humano tiene que volver a la naturaleza”. Allí, el ilusionista del arte contemporáneo argentino, Leandro Erlich trabaja en una instalación que llevará varios meses aún y será la gran estrella de la próxima temporada en el MACA: una huella digital del propio Atchugarry. Es una alegoría enorme, construida con decenas de miles de ladrillos en una superficie de 1350 metros cuadrados al aire libre. “Consiste en muros de ladrillos de la zona y se transforma en una suerte de laberinto, muy lúdico, como es en general su trabajo”. Borgeana, también, la obra se puede apreciar desde la terraza del museo, aprovechando la inclinación del terreno, a unos 300 metros del edificio. “Va a estar en el libro Guinness de los récords por la cantidad de ladrillos que emplea -arriesga el uruguayo-. Creo que el impacto, una vez terminada, será casi arqueológico, como quien descubre una civilización”.
La evidencia de que el MACA está más cerca de un centro de arte contemporáneo que de un museo de carácter expositivo aparece, incluso, por fuera del campo de las artes visuales. “Está en la política del museo abrirse a todas las expresiones artísticas -sigue Atchugarry-. Acabamos de terminar el primer festival de teatro, que cerró una obra argentina, Pampa escarlata, y ya vamos por el segundo festival de cine”.
Otro gran proyecto que espera impulsar es la creación de una compañía de danza. “En realidad, trato de albergar un sueño de Julio Bocca -el exbailarín argentino vive del otro lado del Río de la Plata desde que se retiró de los escenarios, dirigió allí el Ballet del Sodre y actualmente reside en el departamento de Maldonado, aunque pasa más tiempo trabajando en teatros de todo el mundo-. Yo le dije: esta es tu casa. Ya ubicamos los espacios, estamos reconstruyendo una sala para ballet y buscando sponsors para sostener los gastos. Es un hermoso proyecto, hay que llamar a todas las fuerzas vivas para tratar de que ese maravilloso sueño de Julio se haga realidad”.
En diálogo con LA NACION, desde Estocolmo, Bocca amplió la idea de generar una compañía nacional, con repertorio neoclásico y contemporáneo del nivel del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín de Buenos Aires, y coreógrafos internacionales. “Existe una escuela de contemporáneo, por lo que es importante que los bailarines tengan donde poder desarrollarse, y hacerlo en Punta del Este. Pablo donde se está levantando una pequeña ciudad de la cultura, con este museo espectacular, sería ideal. Cuando dirigía el BNS hicimos funciones allí, en un anfiteatro al aire libre maravilloso que tiene Pablo. De algún modo se trata de seguir ayudando a los estudiantes y los profesionales, no solo de Uruguay, sino de Argentina, Brasil, de toda Sudamérica”.
Artista, gestor, mecenas, Atchugarry no se encasilla y reparte su tiempo en una vida con múltiples proyectos, que le resulta muy estimulante. “Ya lo decía Van Gogh en una de las cartas a su hermano Theo: los artistas afirmados, famosos, tendrían que ayudar a los jóvenes, a los que están recién empezando. Me quedó esa idea y, pensando en la suerte que yo tuve en mi familia, que fui entendido y apoyado por mis padres, en la medida de los posible busco apoyar a otros artistas”.
El MACA enfrenta ahora el desafío de la sustentabilidad. “El museo ya está todo pagado en lo edilicio, pero, como siempre digo, el museo es un contenedor, un contenedor de sueños, y los sueños cuestan. Para realizar la exposición de Le Parc trajimos todas las obras desde Francia, hay catálogos, seguros que pagar. Estamos formando un comité de amigos que se están acercando generosamente, tengo que decir con gran alegría que hay muchos argentinos entre ellos, que ven una institución que no solamente no tiene fines de lucro sino que promueve todas las artes”, explica Atchugarry el capítulo recursos. Allí, todas las actividades tienen ingreso libre y gratuito. En resolver una ecuación que aporte alianzas y sume a los fondos propios apoyos públicos y privados también dedica el escultor parte de las doce horas de trabajo diario. “Tengo que garantizarle al museo una vida más larga que la de su propio creador”.
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