P. D. James, a la carta
En julio de este año el periódico británico The Observer le propuso a novelista inglesa P. D. James (a sus 92 años, reina madre del género policial) una entrevista poco común: las preguntas no las formularía un periodista sino lectores y colegas. Según Kate Kellaway, redactora del texto final, James aceptó entusiasmada con la posibilidad de recibir preguntas sorprendentes. No lo fueron, pero provocaron respuestas interesantes.
Phyllis Dorothy James nació en Oxford en 1920, tuvo una infancia difícil en un hogar donde el dinero escaseaba y un matrimonio malogrado por la enfermedad de su marido. Luego de algún tiempo en la administración pública (donde pudo trabajar cerca del mundo del crimen), se volvió popular con sus novelas policiales, que comenzó a publicar después de los 40 años.
El cuestionario variopinto de sus lectores la llevó a diversos temas: el carácter esperanzador de la novela negra sobre la justicia humana; la persistencia inalterable de los motivos de siempre para matar (codicia, celos, furia y odio); las cualidades benéficas del otoño boreal para el género (la luz mortecina, la oscuridad y cierta melancolía propia de fin de año ayudan a la trama). Alguien le preguntó qué era lo mejor de ser un nonagenario (sí, usó esa palabra en inglés). James hizo un largo silencio y admitió, con humor, que ese silencio era en sí mismo la respuesta. Luego, para darse (y darnos) ánimo, respondió que lo bueno es que se aprende a distinguir lo importante de lo que no lo es ("Al menos yo espero haber aprendido la diferencia", dijo).
Pero lo más interesante ocurrió cuando un escritor novato le pidió consejos. Entre otras recomendaciones sobre la lectura y la escritura, James le indicó que aprendiera a entender a las personas y a simpatizar con ellas. "Vaya por la vida abierto a la experiencia. Nada de lo que le ocurre a un escritor, sea bueno o malo, se pierde." Sin duda James aplicó ese aprendizaje a su propia obra. La precisión mordaz y a la vez compasiva con la que en pocos trazos pinta el alma de sus personajes es resultado de su fina observación. Por ejemplo, en este pasaje de Muertes poco naturales donde describe a la madre de la tía del inspector Adam Dalgliesh. Dice de la mujer: "Le desagradaba ver el dolor de otras personas porque transitoriamente se volvían más interesantes que ella, y decidió tomarse muy a pecho la muerte del joven capitán Maskell [novio de su hija]. Cualesquiera que fuesen los padecimientos de su hija sensible, poco comunicativa y bastante difícil, debía notarse que la madre sufría más; tres semanas después de recibir el telegrama, murió de gripe. Cabe dudar que pretendiera llegar a ese extermo, pero el resultado la habría gratificado".
Hacia el final le preguntaron a P. D. James qué es lo que más ama. Respondió: algunas personas, la seguridad del hogar, la primavera inglesa y, por supuesto "el solaz de la lectura".