Ovaciones y abucheos
El ColónRing, el acontecimiento cultural de la semana, despertó pasiones encendidas: elogios para los cantantes y el director musical, y furibunda desaprobación por la puesta
Standing ovation . Todo el público del Teatro Colón se puso de pie para ovacionar a los cantantes, al director Roberto Paternostro y a los músicos de la orquesta cuando terminó ColónRing , la reducción a casi siete horas de El anillo del nibelungo . de Richard Wagner. Los dos artistas más aclamados y que más bravos cosecharon fueron la extraordinaria soprano Linda Watson, una espléndida Brunilda, y Paternostro. En cambio, cuando asomó para el saludo final Valentina Carrasco, la directora de escena, los vítores se trocaron en un abucheo furibundo que llegó desde la platea, los palcos, la cazuela y la tertulia. Ella lo sobrellevó con una sonrisa. Fue curioso que no tuviera la delicadeza de retirarse del escenario para que el público siguiera aplaudiendo y vivando al elenco musical. Aunque también era coherente con lo que se había visto, porque la sutileza no fue uno de los atributos de la puesta. Los comentarios acerca de la bondad de las voces, sobre todo la de Watson, eran unánimes. Pocas veces llegan al país, en los últimos tiempos, un conjunto de artistas de esta calidad.
Carrasco se había inspirado en las pescadoras populares de los ríos de España para crear a las legendarias Hijas del Rin. Fricka, la esposa del dios Wotan, tenía el mismo peinado batido de nido de hornero, la misma capa, el mismo vestido y hasta el mismo tipo de banda (¿presidencial?) de Isabelita Perón. Faltaba que dijera: "No me atosiguéis". Por lo tanto, era casi inevitable asociar a Wotan, de uniforme militar, con el general Perón. Las Nornas, hijas de Wotan, que simbolizan el pasado, el presente y el futuro, lucían -es un decir- pañuelos atados a la cabeza que evocaban a las Madres de Plaza de Mayo. En los funerales del héroe Sigfrido, sobre una tela se proyectaban imágenes de líderes políticos muertos, es decir, Sigfridos de sus respectivos pueblos. El más conspicuo era el Che Guevara, aunque también se pudo apreciar un féretro abierto con pueblo alrededor, sin que se alcanzara a ver nítidamente quién era el ocupante del ataúd. Tampoco se distinguían otras caras.
En uno de los palcos, el ex fiscal Julio César Strassera demostró ser un profundo conocedor de la obra de Wagner. Recordó para quienes lo rodeaban que se inició en el mundo de la ópera no con los compositores italianos, sino con Wagner, porque en la adolescencia formaba parte de un grupo de amigos, entre los que se contaba Roberto Oswald, que haría después una destacada carrera de régisseur en el Colón y en el extranjero. El joven Oswald hacía reuniones en su casa durante los fines de semana a las que invitaba a muchachos de su misma edad. Había tardes en que jugaban a las cartas; otras, bailaban con chicas de colegios, pero también había sesiones de ópera, por supuesto, alemanas. En esas sesiones, Oswald les hacía escuchar a sus compañeros discos de, por ejemplo Tristán e Isolda , y les traducía los versos, es decir que oficiaba de "subtitulado". Eso hizo que Strassera se interesara por la lengua germana y la estudiara, lo que le permitió con el tiempo leer los libretos de Wagner. El martes 27, les señalaba a sus compañeros de palco qué partes habían sido levantadas en la adaptación de Cord Garben para lograr la versión compacta de la tetralogía que se ofreció: "La síntesis está muy bien hecha, muy bien lograda, faltan muchas partes, pero las eliminaron con buen criterio. Se puede entender la acción sin dificultad", dijo. Y era cierto.
El sábado pasado en la Fundación Proa el escultor argentino Juan Carlos Distéfano hizo una visita guiada de la muestra de esculturas y dibujos de Alberto Giacometti. Lo siguió un público numeroso en el que no se contaban celebridades. Era gente común interesada en arte. Distéfano se centró en el aspecto formal de las obras y relegó la información histórica y "temática" que, en cambio, suministraba la investigadora María Teresa Constantin. Era interesante ver cómo los dos ponían los acentos en aspectos distintos de los trabajos. Para Distéfano, los temas que un artista traduce en sus obras son sobre todo el resultado de las formas y de la materia que elabora. Se trata de un proceso más bien abstracto en el que el escultor o el pintor, encerrado en su estudio, encara problemas técnicos que, a la vez, lo llevan a relacionarse con el mundo y con los problemas de la condición humana en cualquier época. Contó que su maestro, Aurelio Macchi, ponía a sus alumnos frente a una pared blanca, en un cuarto vacío, y les decía que pintaran o esculpieran. No había nada. Pero esa nada les mostraba que debían "escribir el espacio". Y Giacometti no hizo sino eso durante toda su vida. Distefano opuso los trabajos del suizo al tipo de pintura oriental y mostró que mientras los orientales destacan el contorno, Giacometti trabaja lo que hay dentro de los contornos. Sin embargo, hay en las siluetas de las esculturas del suizo un trabajo casi caligráfico, modulaciones mínimas, una melodía estremecida que muestra la vulnerabilidad de la condición humana, pero, al mismo tiempo, el volumen está profundamente "escrito", arado dentro de esos contornos. Al final del recorrido, Distéfano sacó de uno de sus bolsillos una especie de largo y delgadísimo cilindro, de unos doce o quince centímetros como mucho. No había en esa especie de largo y expresivo fideo sino pequeños angostamientos que bastaban, sin ningún rasgo, para marcar la cintura, las piernas, la cabeza de un hombre, de una conmovedora soledad. En una de las vitrinas de Proa, había una obra de Giacometti, aun más pequeña, pero igual en cuanto al sentido. Las diferencias más importantes entre una y otra, aparte de las dimensiones y del modo en que se habían resuelto distintos problemas, era que Giacometti había creado la suya en el siglo XX, mientras que la que Distéfano sostenía entre sus manos era una escultura etrusca del siglo IV antes de Cristo. El argentino decía: "Ven, es la materia la que llevó a los dos artistas, separados por dos milenios, a hacer dos obras casi iguales, como si el tiempo no hubiera pasado. La materia les dictó las obras. Si uno escucha con atención la materia, si mira con atención las formas, uno puede crear al dictado".
Linda Watson
La soprano estadounidense encarnó a una magnífica Brunilda en el esperadísimo ColónRing
Julio César Strassera
El ex fiscal, consumado wagneriano, consideró lograda la síntesis de la tetralogía realizada por Cord Garben
Juan carlos Distéfano
El escultor llevó adelante una original y reveladora visita guiada por la muestra de Alberto Giacometti