Outlander, la historia sin fin de viajar en el tiempo
Desde 1991, Diana Gabaldon publica Forastera, la serie de novelas románticas que fue del best seller a la TV
Lo de Diana Gabaldon fue como una premonición sucedida en los años 90 de lo que estallaría luego, en el nuevo milenio, con las sagas de amor, épica, misterio y algo de fantasía o ciencia ficción. Publicada en 1991, Forastera fue la primera entrega de la historia que hoy todavía no ha concluido, tras ocho extensos volúmenes que aspiran a convertirse en diez, según ha declarado la misma escritora. Viento y ceniza y Ecos del pasado, las entregas seis y siete de la saga de Claire Randall, fueron publicadas recientemente por Salamandra en nuestro país.
Los universos posibles con sus propios habitantes, sociedades y leyes de la naturaleza, mezcla de fantasía y ciencia ficción son un género reconocido en la literatura. Uno de los mejores ejemplos es la realidad fantástica creada por Tolkien en El señor de los anillos. Unas décadas más adelante, encontramos a Gabaldon que prefiere centrarse en la minuciosa investigación histórica de las épocas en las que ambienta sus historias para luego sumarle fantasía y romance. Contemporánea y amiga de George R.R. Martin, el autor de Canción de hielo y fuego, la escritora comparte con él no sólo el estilo de sus relatos sino la suerte de sus ficciones ¿Por qué? Porque sus voluminosas obras son reconocidas como obras literarias más allá de su pertenencia al género fantástico y ambas fueron llevadas a la pantalla en formato de serie: Outlander, que puede verse en Fox1 y Netflix.
Escritura colectiva
La escritora norteamericana, de 65 años recién cumplidos, podría haberse dado más que satisfecha mucho antes de que la novela saliera a competir al mercado de la TV. Las ocho entregas de la saga, que empezó a escribir en 1988 como un experimento de aprendizaje sin intención de ser publicado, han cosechado millones de fanáticos en el mundo y, no sólo eso, sino que también la han consagrado como una escritora de lo que se dice literatura seria y de calidad pero en el rango de los bestsellers.
Con casi 200 mil seguidores en Twitter y otros 600 mil en Facebook, Gabaldon parece haber captado un modo de escribir colectivo que alienta la participación de sus lectores o, al menos, logra que esa ilusión parezca posible. Gabaldon, nacida en Arizona, casada y con tres hijos, suele publicar detalles e interrogantes sobre las posibles líneas argumentales de la novena entrega de la saga, aún en proceso de elaboración, y así los fanáticos opinan y proponen alternativas para los destinos de los protagonistas de la historia: Claire, una enfermera de la Inglaterra de posguerra y Jamie, un highlander escocés del siglo XVIII.
Hija de un mexicano y una alemana, Gabaldon parece combinar la multiplicidad de géneros que conviven también en sus historias. El relato de su gusto por la literatura no tiene nada de romántico: no era una apasionada de las letras desde la escuela, sino que antes de convertirse en una verdadera escritora, la procesión del destino la fue llevando primero a obtener una Diplomatura en Zoología, luego una Maestría en Biología Marina y, por último, un Doctorado de Ecología del Comportamiento que defendió en 1978. Pero algo le atraía la escritura, porque por esos años ella misma fundó y editó una revista científica y comenzó a publicar artículos especializados y otros no tanto para Disney como redactora independiente.
Del ejercicio a la carrera
Hasta ahí, casi todo más o menos normal, una vida plena. Pero con la inquietud propia de los científicos, la experta en ecología quiso llevar más allá su interés por las letras y en 1988 se animó a darle forma a una primera novela con la intención de practicar y de enterarse cómo era construir una ficción. A miles de kilómetros de distancia de un cuento que no llegue a agobiar ni a quebrar la voluntad de quien escribe -tal como aconsejan comenzar en la literatura casi todos los que saben-, Gabaldon se aventuró no sólo a una novela larga sino también a una con una estructura compleja, repleta de subhistorias paralelas y personajes secundarios con vuelo propio. Antes de empezar a escribir sin parar, tomó una serie de decisiones clave: la suya sería una novela histórica debido a su habilidad para investigar, estaría ambientada a mediados del siglo XVIII en Escocia y en otros lugares del mundo y la protagonista sería una mujer del presente que analiza el pasado con la mirada actual y que es capaz de viajar en el tiempo: un time travel romance.
Así y mucho antes que Crepúsculo, antes que Harry Potter, (pero con el mismo grado de fantasía), y a años luz de Cincuenta sombras de Grey, pero sin duda con escenas sexuales dignas de una novela erótica con aspiraciones, Forastera se publicó en 1991, con un contrato firmado de dos secuelas por escribir.
Para felicidad de los fanáticos -que hasta habían publicado un pedido por Change.org- la editorial Salamandra reeditó en 2016 las entregas seis y siete para poner en autos a los nuevos cinco millones de fanáticos ganados gracias a la serie y dando como resultado la suma total de 26 millones de novelas vendidas en todo el mundo. Los mismos lectores que aún esperan por la octava entrega, Escrito con la sangre de mi corazón (que todavía no ha llegado a nuestro país), y Go Tell the Bees That I Am Gone, que la autora escribe fervorosamente por estos días.
Un amor de multitudes
- Gabaldon hizo un cameo en la primera temporada de Outlander -este año se estrenará la tercera- y escribió el capítulo 11 de la segunda.
- Escribir cada libro le lleva un promedio de tres años.
- James Fraser, un joven que vive en Escocia a mediados del siglo XVIII, y Claire Randall, una enfermera de mediados del siglo XX son los personajes de una historia de amor y aventuras ambientadas en Francia, India, Inglaterra y Estados Unidos.
- La saga, hasta el momento, está compuesta por ocho libros: Forastera (1981), Atrapada en el tiempo (1992), Viajera (1994), Tambores de otoño (1997), La cruz ardiente (2001), Viento y ceniza (2005), Ecos del pasado (2009) y Escrito con la sangre de mi corazón (2014).
- Las novelas se publican en 27 países y en 24 idiomas.