Otro mundo posible
Aunque mantiene un estilo clásico y decimonónico, Personas como yo revela la actualidad de la literatura de John Irving, que aborda esta vez el matrimonio igualitario y la diversidad sexual
Personas como yo es la decimotercera novela del reconocido escritor John Irving (New Hampshire, 1942), y acaso esta circunstancia haga difícil agregar algo nuevo a lo que la crítica ya ha señalado, en términos tan elogiosos, sobre su obra. Se reiteran aquí, en efecto, tópicos que ya son señas inconfundibles de su universo ficcional, tanto el de sus novelas - El mundo según Garp (1978), Oración por Owen (1989), La última noche en Twisted River (2010)- como el de los guiones cinematográficos basados en ellas. En Personas como yo es central la cuestión del padre ausente y la marca que eso deja en el protagonista, tal como sucede con otros personajes de Irving y tal como le ha sucedido al propio Irving, quien lleva, en realidad, el apellido de su padrastro. También es central aquí el proceso de formación de un escritor, dado que Billy Abbot, el protagonista, narra en primera persona el descubrimiento de su vocación, casi en simultáneo con el descubrimiento de su bixesualidad. Asimismo, durante los años en que Billy cursa en el colegio de Favorite River, en Vermont, vuelven a aparecer esos practicantes de lucha grecorromana tan caros a Irving, ex luchador él mismo durante su juventud. Se agregan a estas constantes las referencias a sus lecturas de formación, que son también las de Billy Abbott: Dickens, Flaubert, Shakespeare.
La herencia de los dos decimonónicos persiste, además, en ese estilo clásico y efectivo para narrar que caracteriza a Irving, así como también en la ambición de narrar el recorrido total de una vida, en este caso la de Abbott, desde su infancia hasta el presente. Con todo, hay algo diferente e innovador en Personas como yo , algo que no sólo la distingue de las anteriores novelas, sino que además la convierte en signo de la profunda vitalidad de la obra de Irving, quien, no obstante, en repetidas ocasiones, se ha llamado a sí mismo "dinosaurio", dada su preferencia por las formas tradicionales de la narración ("El tipo de novelas que deseaba o soñaba escribir cuando tenía veinte años ya entonces era considerado caduco", dijo en una entrevista para adncultura ).
Porque, a pesar de estas preferencias de forma, Personas como yo es una novela conmovedoramente actual y atenta a una sensibilidad emergente, una sensibilidad sin duda de vanguardia por su igualitarismo, que sintoniza, no obstante, con temas de acalorado debate social y político de los últimos años, como la legislación del matrimonio igualitario, la reasignación de sexo y el cambio de identidad genérica, tanto en algunos distritos de Estados Unidos como en otros países de Europa y Latinoamérica, incluido el nuestro. La bisexualidad de Billy se topa en principio con los esperables prejuicios de médicos moralistas, mujeres represoras y homofóbicos en general, pero también hay aire aquí para el abuelo comprensivo que gusta vestirse de mujer, tanto arriba como abajo del escenario, o para el padrastro tolerante que, a la vez que inicia a un joven Billy en la lectura y en la representación teatral de las obras de Shakespeare, puede iniciarlo también en el respeto por sí mismo. Y a medida que la historia avanza, este tipo de "comprensión" va proliferando, en proporción a cuánto proliferan también las salidas del placar de antiguos amigos, incluso aquellos que otrora representaron el paradigma del heterosexual dominante, homofóbico y misógino; incluso, también, del propio padre ausente, con quien Billy se reencuentra en Madrid o, más asombrosamente aún, del primer y más intenso amor de Billy: la señorita Frost, bibliotecaria del pueblo y pionera transexual en los años cincuenta, conocida antes como el invencible luchador "Gran Al".
No es la ausencia de conflicto ni de sufrimiento lo que define el admirable reordenamiento del mundo que propone la novela (de hecho, la brutal epidemia de sida de los años ochenta ocupa varios capítulos), sino el fino ejercicio vanguardista de la voz narradora que licúa las diferencias sexuales en una arena común de opciones, sin jerarquías, sin dar cabida a la dupla normalidad vs . anormalidad. Billy no es un otro para sí mismo, ni para todas las personas. Allí radica la felicidad de este realismo engañoso, cuyas trampas a la verosimilitud están al servicio de cierta pedagogía novelesca. La crítica social consiste, aquí, en mostrar un mundo posible, apenas menos reaccionario que el nuestro.
Es acaso un aura shakespereana la que otorga a esta novela su más interesante vuelta de tuerca, un aura que pigmenta su realismo con concesiones al sueño y al drama, y que incorpora la apelación al disfraz y el travestismo, propios de lo actoral, al plano de lo real. El deseo intenso por el amante prohibido de Romeo y Julieta , o la inestabilidad entre lo masculino y lo femenino del personaje de Ariel en La tempestad (rol que interpreta el mismo Abbott en la compañía amateur de su pueblo) se fusionan a la trama de esta novela, e iluminan el tipo de vínculos y de reconocimientos que experimentan sus personajes.
Hacia el final, a la manera de algunos epílogos de Shakespeare, son los propios personajes quienes enuncian las claves del drama: mientras Gee, una joven transgénero alumna del sexagenario Billy, desarrolla argumentos para hacerse respetar, el hijo resentido de un hombre devenido mujer espeta: "Y sé qué es lo que hace... en sus novelas, quiero decir. [...] Usted crea todos esos personajes que son sexualmente 'distintos' como podría decir usted, o que están´jodidos' que es como lo diría yo, y luego espera que nos compadezcamos de ellos, o que nos den pena, o algo así. [...] ¡Pero la mayor parte de lo que usted describe no es natural!"
Si es cierto, como dice Irving, que sólo una vez concebida la última frase él puede comenzar a escribir, no es difícil pensar que el desafío fue darle forma narrativa a esa negación de lo natural. El resultado es una larga novela a la manera de los decimonónicos, pero en la que los vetustos conflictos sobre adulterio y otros tedios son reemplazados aquí por una larga experiencia de aprendizaje amoroso, sexual e identitario, en fina sintonía con la sensibilidad del presente.
Personas como yo
John Irving
Tusquets
Trad.: Carlos Milla Soler
467 páginas
$ 186