Otro caso misterioso
El comisario Ricciardi, protagonista de los thrillers de Maurizio de Giovanni, debe recurrir a su don de la videncia para resolver el crimen de una usurera
El 14 de abril de 1931 pareció que al fin la primavera había envuelto a Nápoles con un viento del sur que desplazó la lluvia y el frío, y todos se sumaron entusiastas a esa irrupción, instigadora de encuentros y pasiones y también de cierto desorden, como el que se instaló impetuosamente en el popular barrio de Sanitá. Desorden primaveral que a veces es un festivo ajetreo, y otras, trae consigo hechos más densos, como el crimen ocurrido en esa tumultuosa barriada, del que el sargento Maione informó al comisario Ricciardi en su despacho de la Brigada Móvil de la Real Jefatura de Policía, pomposa denominación para una dependencia con apenas dos traqueteados autos.
Luigi Ricciardi (protagonista de cuatro thrillers de Maurizio de Giovanni cuyos títulos son iguales, en los que sólo cambia la estación del año) es un hombre aún joven que despierta antipatías en la brigada por su linaje nobiliario; su extrema parquedad; la severa profesionalidad con que encara su trabajo, y el hecho de que no usa sombrero (no llevarlo, en ese tiempo, era sinónimo de mala fama). Vive en un antiguo departamento, sin más compañía que la de una anciana que ha sido su niñera y siguió sirviéndolo tras la muerte de sus padres. Algunos pocos -entre ellos, Maione, el único que lo respeta y lo admira- conocen el singular don que posee, heredado de su madre, y que el comisario llama el Asunto: puede ver y escuchar a quienes han perdido la vida en circunstancias violentas. No en formato de entidades fantasmales, sino tal como estaban en el instante en que se fue de ellos el último signo vital. Tales condiciones son muy claras en la víctima, Carmela Calise, una mujer vieja, literalmente destrozada, como si la hubiesen pateado o golpeado con algo contundente. A Ricciardi se presentó, pues, el Asunto. Vio a la mujer, que mirándolo con su único ojo sano le dijo unas enigmáticas palabras: "El Padre Eterno no es mercader que paga los sábados". La Calise era tiradora de cartas, pero al asociarse con una cómplice hábil en sonsacar datos muy personales pudo sumarle el muy convincente atributo de la "videncia". De modo que no sólo incrementó su capital sino que además desarrolló otra actividad lucrativa: la de prestamista usurera. El encarnizamiento con que se ha ejecutado el crimen y el hallazgo de dinero debajo de la cama de la muerta llevan a descartar el móvil del robo y orientan la pesquisa hacia una posible venganza.
Entre los sospechosos se cuenta a un pizzero cuya culpabilidad parece indudable, pero es desplazado por otro, al que se le encuentran unos zapatos con manchas de sangre. Dándole realce al singular perfil íntimo de su personaje, Ricciardi, el autor agrega episodios, como la misteriosa desfiguración del rostro de una hermosa mujer, sin conexión con el tema central, pero que acentúan el magnetismo de la novela.
La primavera del comisario Ricciardi
Maurizio de Giovanni
Lumen
Trad.: Celia Filipetto
384 páginas
$ 119
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