Otra dama de Shanghái
En el primer policial de la serie del inspector Chen Cao, Qiu Xiaolong combina el crimen de una empleada de ungran almacén con aspectos políticos de la China moderna
Qiu Xiaolong nació en Shanghái en 1953. En 1966, se trasladó con su familia a Estados Unidos. Dicta clases sobre literatura angloamericana en la universidades de Washington y de St. Louis. Escribe en inglés, pero ha traducido al chino, entre otros, a Faulkner, Joyce, T. S. Eliot y P. D. James.
Con este libro se inició la serie cuyo protagonista es el inspector Chen Cao. El éxito de los títulos que le siguieron ( Visado para Shanghai , Cuando el rojo es negro y El caso de las dos ciudades ) impulsó la decisión de editar esta primera entrega, que data del año 2000. Muerte de una heroína roja exhibe cualidades que se han mantenido en la que ahora es una tetralogía: además del notable ritmo y el rigor literarios, destaca un estilo narrativo que incluye enfoques -no exentos de humor, sarcasmo y toques lúdicos- sobre la situación social y política de la China moderna.
La trama de esta historia comienza cuando, una tarde de primavera de 1990, dos amigos se encuentran después de mucho tiempo y deciden celebrarlo paseando en lancha por un río cercano a Shanghái. La pesca y la buena charla se interrumpen al descubrir el cadáver desnudo de una hermosa joven dentro de una bolsa de plástico que flota sobre el agua. Dan aviso a la policía y Chen entra en escena. Pese a su edad (35 años), ha sido recientemente ascendido, dado el éxito alcanzado en resonantes homicidios. Esa fama se suma a otro rasgo, poco común en un policía: escribe poesía, que publica en revistas literarias, y suele matizar sus ideas sobre un crimen con versos de poetas chinos antiguos y algunos occidentales, en especial, Eliot, de quien ha traducido La tierra baldía .
El informe forense y policial determina "muerte por asfixia", y un dato relevante es la identidad de la mujer. Se trata de Guang Hongying, de 32 años (el apellido, en chino mandarín, significa "heroína roja"), cuyo desempeño como jefa de la sección de cosmética de unos grandes almacenes le ha valido que el Comité del Partido Comunista la designe "trabajadora modelo de rango nacional", calificación que otorga a cualquier empleado la privilegiada categoría de celebridad (uno de los tantos datos irónicos y algo orwellianos que incluye el autor).
Empeñado en desentrañar la intriga, Chen descubre un aspecto clave: la doble vida de Guang. Su condición de trabajadora ejemplar incluía el hecho de que no se le conociera ninguna relación amorosa y habitara una austera vivienda, parte de un complejo comunitario. Sin embargo, se transformaba radicalmente en horas nocturnas, en las que, con atuendos elegantes y desenvuelto talante, que ningún compañero de tareas ni vecinos podían imaginar, se entregaba a toda clase de desenfrenos en mansiones de gran lujo.
El inspector llega al desenlace tras sortear el escollo que intentan levantarle desde los niveles políticos más altos, porque ha cerrado el círculo en torno de algunos de los llamados HCS (hijos de cuadros superiores), un resabio de las contradicciones que persisten en China en esos años y que es el trasfondo de esta excelente novela: Xiaolong sabe que un policial refleja las condiciones morales, sociales y culturales de un país y está en sus intereses remarcarlas. O enfrentarlas a sabios pensamientos de Confucio o a versos de poetas de varias dinastías. Elige uno muy apropiado para el final: "¿Quién dice que el esplendor de una brizna de hierba/ devuelve el amor de la primavera, que siempre regresa?".
Muerte de una heroína roja