Otra bella durmiente
Gabriela Cabezón Cámara e Iñaki Echeverría abordanla trata de blancas en una inquietante novela gráfica
La célebre hipótesis de David Viñas, que afirma que la literatura nacional emerge con una violación -y piensa en el cuento de Esteban Echeverría, "El matadero"- permite pensar, entra tantas cosas, una serie en la historia ficcional de la violencia (propuesta por Ricardo Piglia en el ensayo La Argentina en pedazos ). La imagen de la violación comparte el plano literal y metafórico, y se la puede rastrear en innumerables textos del siglo XIX a la actualidad. La relación entre esos planos varía, el estatus simbólico de las figuras cambia y lo que en un momento es sublime, en otro es degradación. María, la heroína del poema "La cautiva" de Echeverría, aun con su honor y su cuerpo mancillados por los indios "salvajes", es un ser sublime en una gesta de tonos epopéyicos. Emma Zunz, la protagonista del cuento de Borges, se denuncia violada por su jefe como parte del plan para vengar la deshonra padecida por su padre, ejerciendo una justicia personal. A esta obrera que se disfraza de prostituta y delatora le sigue, en un orden aleatorio, una joven prostituida a la fuerza que, sin ser una criminal, también se ve obligada a ejercer justicia por propia mano. Ésta es la historia de Beya , la protagonista de la novela gráfica escrita por Gabriela Cabezón Cámara e ilustrada por Iñaki Echeverría. La serie así planteada abre otra línea en la historia literaria de la violencia, la de las mujeres que matan hombres para ejercer una justicia que está por encima del Estado -esto ya lo postuló Josefina Ludmer-, la violencia de género.
Beya narra la historia de una joven secuestrada y sometida para ejercer la prostitución que buscará el modo de sobrevivir, vengarse y liberarse. El epígrafe -"Aparición con vida de todas la mujeres y nenas desaparecidas en redes de prostitución. Y juicio y castigo a los culpables"- ubica el texto en una doble referencia. Por un lado, la historia de Marita Verón y el ignominioso juicio en el que los imputados resultaron absueltos, es decir, con la trata de personas. Por el otro, la última dictadura argentina. En su intersección, el prostíbulo se sobreimprime con el campo de concentración.
Beya fue en su origen un relato escrito por pedido de una revista digital, para publicar versiones de clásicos infantiles para adultos. "La bella durmiente" mutó así en Beya , y Cabezón Cámara la imaginó durmiente, pero esclavizada, drogada y torturada. El texto es un poema de versos en su mayoría octosílabos (como la poesía gauchesca y la cumbia) nutrido por numerosas referencias a la literatura argentina, a la Biblia, la cultura y las creencias populares -San Jorge y el dragón, sobre todo-. Entre esta mezcla de lo culto y lo popular, la historia avanza, implacable, narrando la degradación de Beya con un lenguaje descarnado que no ahorra la violencia referencial ni apelativa. El lector no puede sustraerse de la cadencia de esa segunda persona que se propone como un desdoblamiento de Beya ante el umbral del dolor. Es una apuesta audaz y logradísima de la autora, elaborada a partir de la experiencia del viaje fuera del cuerpo referido por algunas de las víctimas secuestradas durante la dictadura mientras eran torturadas brutalmente. Y en esa alienación física se posiciona para objetivar a su personaje, para narrar sin sensiblería el tormento, su delirio místico, la gestación casi fetal de su odio, su recuperación, su sed de venganza. La ilustración de Iñaki, en su expresionismo, se vuelve consustancial con el relato. El contraste de planos, la fragmentación -que es la de Beya -, el zoom sobre el detalle que prolifera y se multiplica, insistente; la resignificación de algunas imágenes icónicas -como El Beso de Klimt o las estampitas de san Jorge-, todo resulta impactante.
Literatura y denuncia, poema y novela gráfica, Beya es un texto riquísimo y necesario, por donde se lo mire.
Beya
Gabriela Cabezón Cámara, Iñaki Echeverría
Eterna Cadencia
128 páginas
$ 95
El extranjero
Fragmentos de un deseo amoroso
Con el título de Lettres à Eugène. Correspondance 1977-1987 , acaban de publicarse en Gallimard las cartas entre Hervé Guibert y Eugène Savitzkaya (su "hermano de escritura"), último volumen de las obras inéditas póstumas del autor de Al amigo que no me salvó la vida. En rigor, se trató de una relación marcada en parte por el desencuentro, por el amor no correspondido de Hervé por Eugène. O mejor, como define Eric Loret en Libération, "estas cartas son una tentativa de realizar literariamente el amor y también un ?disfraz' experimental".