Oscar Wilde vuelve a la cárcel de Reading: una luz sobre los años más sombríos
Se inicia Inside, muestra en la que grandes personajes de la cultura, de Patti Smith a Ai Wei Wei, rinden tributo al autor; el escenario es la prisión, reabierta después de tres años
El escritor irlandés Óscar Wilde (1854-1900) vivió en primera persona la privación de la libertad. Durante dos años, en el tramo final de su vida, estuvo preso en la cárcel de Reading, en Inglaterra, un lugar que ayer, al cumplirse tres años de su cierre, reabrió sus puertas por primera vez para albergar un proyecto artístico sin precedentes: Inside, una gran exposición en la que participan artistas como Patti Smith, Nan Goldin, Ai Weiwei o Marlene Dumas.
Más de 30 reconocidos escritores, actores y creadores visuales de distintas partes del mundo se unieron a esta acción, que no solo busca realzar la figura del poeta y dramaturgo, sino también abordar las consecuencias para el individuo cuando el Estado lo separa de la sociedad.
El encierro de Wilde, entre 1895 y 1897, tuvo su origen en la acusación que el marqués de Queensberry presentó contra él por presunta “sodomía y grave indecencia” por la relación que Wilde mantenía con su hijo, el lord Alfred Douglas. El escritor fue condenado a prisión y obligado a realizar trabajos forzosos en un penal que estaba diseñado para eliminar cualquier contacto entre los prisioneros. Cuando lo condenaron, el poeta estaba en la cima de su carrera. Fue un proceso judicial que escandalizó a la Inglaterra victoriana de entonces y que supuso para el autor la pérdida de todo lo que había conseguido.
En su celda, escribió De profundis, una extensa carta dirigida a su amante, que plasmó sobre el papel extra que le proporcionaban los carceleros. Podía escribir, pero no enviar cartas fuera del penal, aunque sí llevárselas con él cuando lo liberaran. Al salir, escribió otra obra relacionada con su encierro: el poema “La balada de la cárcel de Reading”, que publicó en 1898.
Derrotado moralmente y ya en libertad, el dramaturgo cambió de identidad (adoptó el seudónimo de Sebastian Melmoth) y emigró a Francia, donde pasó sus últimos días.
Para conmemorar este episodio de su vida, la cárcel (edificio destacado por su arquitectura victoriana) se ha llenado desde ayer de obras de arte en sus celdas y pasillos, y también de literatura y poesía gracias a esta particular exposición organizada por el grupo Artangel, en colaboración con la Universidad de Reading, y que durará hasta finales de octubre.
Todos los domingos, en la capilla de la prisión, reconocidos músicos y actores pondrán su voz para leer De profundis, que también se retransmitirá en directo vía streaming.
El primero en protagonizar estas lecturas performáticas fue ayer el actor y escritor británico Neil Bartlett, quien cree que esta obra “es un grito del corazón” liberado en 50.000 palabras. El artista leyó la carta durante unas cuatro horas, en lo que para él es “el homenaje a un hombre fantástico”, como define a Wilde. Bartlett recalca que la norma en Reading era el silencio absoluto. “Estaba prohibido hablar. Por eso, pronunciar ahora sus palabras en voz alta, significa que esta regla de silencio se rompe y se destruye. Por otro lado, con este acto, hablé en nombre de todas las personas que son silenciadas, sobre todo los gays, lesbianas, trans y los que aún son perseguidos y discriminados” , dijo a LA NACION.
El resto de performers que darán lectura a la carta son la cantante y poetisa Patti Smith, los actores británicos Ralph Fiennes y Ben Whishaw, el novelista y periodista irlandés Colm Tóibín, la directora y actriz inglesa Kathryn Hunter, el actor islandés Ragnar Kjartansson, la actriz inglesa Maxine Peake y el intérprete Lemn Sissay.
Mientras sus voces toman el edificio, también se pueden contemplar pinturas, esculturas y otras piezas realizadas por consagrados artistas visuales como la creadora sudafricana afincada en Amsterdam Marlene Dumas, el escultor norteamericano Robert Gober, la fotógrafa estadounidense Nan Goldin, el videartista londinense Steve McQueen, el creador francés Jean-Michel Pancin y el fotógrafo y artista conceptual alemán Wolfgang Tillmans.
Marlene Dumas, con obra en el Tate Modern Museum, cuenta que su trabajo para la exposición son un conjunto de retratos con los que se refiere “al amor y a la traición”. Uno de ellos refleja a un joven Wilde “junto a su bello pero poco fiable amante, Alfred Douglas”. Otro está dedicado al novelista francés Jean Genet, que también estuvo preso, y a dos de sus amantes, ubicados cada personaje en una celda diferente. “Genet hizo una sola película en su vida, muy erótica [sobre la relación homosexual de dos presos en una prisión francesa] con escenas sexuales entre reclusos”, señala Dumas. En otra celda, exhibe otras dos piezas, “de Pasolini y su madre”, y un poema que el italiano dedicó a su progenitora.
De Wilde, la artista dice que “es un icono gay y más, con escritos que siempre me hacen sonreír, porque en su obra siempre está presente algún sentido de lo trágico. De Profundis es una de las más dolorosas y hermosas cartas de amor jamás escritas”. En cuanto a exponer en una cárcel, espacio ideado para aislar a los internos, cree que las celdas “permiten centrar íntegramente el foco en los objetos artísticos”.
En busca de la verdad
La muestra de Reading, que incluye antiguos planos y grabados del penal de finales del siglo XIX, presenta también la obra de otros autores como la pintora realista británica Rita Donagh, el alemán Peter Dreher, el artista minimalista cubano Félix González Torres, el pintor británico Richard Hamilton, la neoyorkina Roni Horn, Vija Celmins (Letonia) y la escultora colombiana Doris Salcedo.
Junto a ellos, se convocó a escritores de diversos países para que presentaran sus propias cartas sobre experiencias propias o imaginarias en relación a una separación de seres queridos impuesta por el Estado. En este caso, los invitados fueron el polifacético artista chino Ai Weiwei, la novelista Tahmima Anam, la poeta canadiense Anne Carson, el escritor y activista irlandés Danny Morrison, Binyavanga Wainaina, la autora inglesa Jeanette Winterson, las novelistas sudafricanas Gillian Slovo y Deborah Levy, y el poeta galés Joe Dunthorne.
Deborah Levy compuso una carta dirigida a Wilde cuyo texto se grabó para ser escuchado en la celda ocupada por éste. “Escribir la carta puede sonar como algo fácil, pero, para mí, fue una experiencia muy emotiva. Me lo imaginé a él, un hombre roto por una sociedad corrupta, leyendo mi carta en soledad. Por eso, quise que mis palabras fueran como una conversación íntima que lo interpelara”, dijo a LA NACION. La escritora dirige a Wilde reflexiones sobre “las políticas de la masculinidad y sobre los poderosos hombres de su tiempo que utilizaron la ley para mandarlo a la cárcel y que dijeron sentirse ofendidos por las cartas de amor que él había escrito a un hombre”. Levy considera que, todavía hoy, hay un gran conflicto en relación a este tema y dice que “Mr. Wilde sufrió por sus propios sentimientos. Por eso, en mi carta, le hago esta pregunta: ¿Qué significa ser un hombre? ¿Qué debería ser un hombre? Y él responde: la verdad es rara vez pura y nunca simple”.
La escritora recuerda que Wilde trabajó distintos géneros: los ensayos políticos, sátiras teatrales, ficciones y mágicas historias infantiles. “Fue ingenioso, extravagante e irónico, con frases como ésta: La vida es demasiado importante para tomársela en serio”. Sobre la realización de una muestra en una cárcel, añade: “Es una gran idea para mostrar la brutalidad de la prisión en la que estuvo un escritor conocido que, por ello, llegó a decir cosas como que sufrir es un momento muy largo y no se puede dividir en estaciones. Además, la muestra es una oportunidad para los artistas para adaptarse a la arquitectura y atmósfera diseñadas para el castigo humano”.
El poeta Joe Dunthorne, por su parte, escribió una carta con palabras que utilizan una única vocal: la “e”. “Esta técnica se llama univocalismo y fue inventada por los escritores franceses del grupo Oulipo. Mi intención, con esto, fue enseñar que el lenguaje es el límite de la expresión humana”, explica. Los carceleros restringían el habla como una forma de tortura psicológica para manipular a los presos “y Wilde no podía escribir obras, ni novelas, ni ensayos en Reading, solo cartas, que eran inspeccionadas. Yo, con la mía, quise explorar el efecto de este tipo de restricciones”.
Dunthorne es un admirador de la obra del poeta. “Leí El retrato de Dorian Gray hace mucho tiempo y tuvo un gran impacto en mí cuando me iniciaba en la escritura. Más que su estilo, pienso que su mayor legado fue su valiente ejemplo de vida.”
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