Oscar Martínez, el "ciudadano ilustre" que saltó del teatro a la academia
Oscar Martínez ya es académico. Esta noche, se formalizó su ingreso a la Academia Argentina de Letras en un acto en el auditorio Jorge Luis Borges de la Bibliotca Nacional. El actor, director y dramaturgo ocupará el sillón de otro dramaturgo, Ventura de la Vega (1807-1865), y su presencia cumplirá con uno de los objetivos fijados desde la creación de esa entidad en 1931: promover el teatro nacional. Es el primer actor y director designado miembro de número de la AAL.
En su discurso, titulado "La palabra en acción. La dramaturgia y la narrativa: dos formas literarias contrapuestas", Martínez contó: "Me he pasado la vida, mi vida entera literalmente, representando ficciones. ‘Realidades imaginarias’, como las llamaba mi gran maestro Juan Carlos Gené en sus clases y como me gusta desde entonces llamarlas a mí también: Realidades Imaginarias. Porque esa paradojal denominación expresa como ninguna otra la particular condición de las ficciones escritas para ser representadas. Esa inclinación –probablemente patológica– a encarnar identidades ajenas en historias imaginarias, más tarde concebida pretenciosamente como vocación, comenzó de manera nada original en los juegos de la niñez".
El anuncio de la designación de Martínez como académico se realizó en noviembre de 2017. Entonces, el presidente de la AAL, José Luis Moure, que fue sucedido en mayo de este año por una mujer, Alicia Zorrilla, había resaltado que "Martínez es un hombre de vasta cultura, de criterio y juicio crítico, muy reflexivo y preocupado por la educación". También, había recordado que no es la primera vez que se incorpora a una figura ajena a la literatura. Fueron académicos de la AAL médicos como Bernardo Houssay y Luis Federico Leloir, y hoy también hay un ingeniero, Horacio Reggini. Y hubo también, a lo largo de la historia, tres dramaturgos.
Después de recordar sus inicios en el terreno de la actuación, Martínez se centró en su labor como dramaturgo y ensayista y en destacar las diferencias entre la narrativa y la dramaturgia. "Si estoy llevando a cabo esta disertación para cumplir con el requisito protocolar que impone mi incorporación a la Academia Argentina de Letras, se debe a la benevolencia de mis colegas académicos para con mi obra escrita; sin la cual –lo dijo el entonces presidente doctor José Luis Moure al comunicar mi designación– no me hubiera sido posible tener el honor de ser invitado a integrarme al cuerpo académico. Pero claro, sin el actor, tampoco hubieran sido posible esos textos que, impensadamente, me depositaron aquí. Enumero brevemente: se trata de tres obras teatrales; Ella en mi cabeza, Días contados y Pura ficción; las tres estrenadas, y con éxito, afortunadamente. Las dos primeras editadas. Y representadas además en diversos países: Uruguay, Chile, Colombia, México, España, Israel… Y a esa pequeña nómina de textos se agrega un libro editado por Planeta, hace dos años, bajo el sello Emecé, cuyo título es: Ensayo general (Apuntes sobre el trabajo del actor). Por lo dicho, todo indica que la palabra que se espera de mí en este acto, es la del dramaturgo, y en todo caso, en menor medida, la del ensayista".
Estuvieron presentes en la ceremonia figuras del espectáculo como Marina Boresztein, Palito Ortega, Evangelina Salazar, Marcos Carnevale, Teté Coustarot, Carola Reina y Gabriel Goity. También, académicos como Jorge Fernández Díaz, Pablo De Santis, Hugo Beccacece y Santiago Kovadloff. Y funcionarios como el Secretario de Cultura, Pablo Avelluto, y Elsa Barber, directora de la Biblioteca Nacional.
La presidente de la AAL, Alicia Zorrilla, presentó a Martinez y recorrió su trayectoria profesional. "Las palabras no tienen refugio solo en los libros sino también en la oralidad", dijo. Por su parte, Kovadloff, en un discurso de bienvenida titulado "Oscar Martínez maestro mayor de obras", resaltó el unánime reconocimiento a la labor del dramaturgo e hizo un análisis crítico del estado de la cultura. "Cada vez se edita menos teatro y menos poesía", dijo. "Martínez, como autor, recurre a un recurso que no abunda: es un incisivo animador de personajes de papel. Sabe seguir las sugerencias del actor y director que hay en él convertido por obra de su obra en flamante académico".
Después de las palabras de Kovadloff, llegó el discurso de Martínez. "Tener que hablar después de Santiago es como escalar el Himalaya descalzo y con ampollas", bromeó. Hubo aplausos y vivas desde la platea. Sobre el final, el actor recibió la medalla, el diploma y el distintivo institucional. Así, el teatro ingresó en la academia, por la puerta grande y con un profesional reconocido en el país y el exterior.
Martínez reveló en su discurso que tuvo, alguna vez, la fantasía de ser novelista:
"Fue promediando mi etapa formativa, a los diecisiete años –lo recuerdo perfectamente– que me enamoré de la palabra escrita; de la narrativa. Y me convertí en un ferviente lector de novela. Estaba viva en mí la pasión por la actuación, pero convivía con mi pasión por la literatura, que me llevó incluso a tener la fantasía de convertirme en novelista. O sea que disfrutaba, sin demasiadas contradicciones, de una suerte de bigamia entre dos disciplinas apasionantes e igualmente atractivas, pero que me demandaban (comot todoamor verdadero reclama para sí) entrega incondicional y absoluta. Transcurridos los primeros años en los que sufrí algún que otro tironeo, decidít terciarentre esas dos posesivas amantes, casándome con la musa de la actuación y prometiéndole a la musa literaria que con el tiempo sería también dramaturgo. Eso me permitió seguir conviviendo con ambas. Hoy, finalmente, puedo decir que salí airoso, porque esta noche están las dos aquí conmigo, en paz, y orgullosas de participar de esta ceremonia, en la que cada una conserva su lugar de privilegio".
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