Orquestas infantiles y juveniles: una partitura amorosa que cumple 25 años
Puede que aún sea temprano para hacer balance, pero me animo a decir cuál fue uno de los mejores momentos que me dejó 2023: el día en que asistí a los ensayos del Programa Orquestas Infantiles y Juveniles de la Ciudad.
De ese recorrido, guardo varias postales. La primera está teñida por el sol amable de la media mañana, la geografía de La Boca, el tipo de fachada centenaria que suele ser sinónimo de escuela pública –Escuela N°4 José Jacinto Berrutti– y acordes de trombones, violines y chelos que anuncian que allí adentro está pasando algo intensamente vivo.
Segunda postal: los chicos. Pibes que dedican cada mañana de sábado a ensayar desde composiciones clásicas hasta “enganchados” de rock con arreglos sinfónicos. Pequeños músicos que, de no existir este programa, jamás hubieran podido acceder al hechizo del que ahora me hacen ser parte: cerrar los ojos, dejar que la música me alivie de tanta palabra, sentir la pura belleza de eso que resuena en el aire, la gracia del sonido colectivo, fruto del ensamble de infinidad de destrezas individuales. Seguir escuchando, ahora con los ojos abiertos, y ver a cada uno de los integrantes de la orquesta, niños y adolescentes que se aplican a sacar lo mejor de su violín, de su flauta, de su oboe, y sonríen. Yo recomendaría, cada vez que la fe en la humanidad flaquea, asistir a estos espacios y ver la sonrisa de estos chicos.
"Pequeños músicos que, de no existir este programa, jamás hubieran podido acceder al hechizo del que ahora me hacen ser parte: cerrar los ojos, dejar que la música me alivie de tanta palabra, sentir la pura belleza de eso que resuena en el aire, la gracia del sonido colectivo, fruto del ensamble de infinidad de destrezas individuales"
Con 16 sedes en escuelas públicas de Mataderos, Retiro, Bajo Flores, Parque Avellaneda, Barracas y Constitución, entre otras, las orquestas infantiles y juveniles de la Ciudad cumplen 25 años. El proyecto nació en 1998, en Villa Lugano, ligado al Programa ZAP (Zonas de Acción Prioritaria) de la entonces Secretaría de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Desde ese momento y hasta ahora, su propósito es llegar a las zonas más vulnerables de la ciudad, desafiar restricciones materiales, brindar recursos y ampliar las posibilidades del disfrute simbólico, esa riqueza decisiva y casi imposible de cuantificar. Los chicos aprenden música, pero también incorporan hábitos de estudio y sentido de lo grupal; comprenden la importancia de escuchar al otro; reconocen el tesoro –hoy tan elusivo– del silencio.
De 1998 a esta parte, el proyecto creció y, atravesado por una sociedad cada vez más compleja, hizo lo suyo para mantenerse al día. Incluye docentes, luthiers, músicos que brindan clases de contraturno durante la semana y acompañan los ensayos cada sábado. Procura apuntalar redes pedagógicas y sociales; por eso un equipo de asistentes, munidos de la rigurosidad del Excel, sistematiza las prácticas, hace el seguimiento de los alumnos, presta atención a posibles conflictos familiares o comunitarios.
Tercera postal: un grupo de madres asiste a los ensayos y organiza rifas para solventar el mantenimiento de los instrumentos. Hablo con ellas. Son amazonas criollas, puro empuje y orgullo. Mientras hecen cuentas e imaginan cómo sacar agua de las piedras de la crisis económica, sus hijos vuelan: los principiantes van descubriendo los secretos del instrumento que ellos mismos eligieron; los más avezados se juegan por la formación profesional (una nueva sede, llamada Trayecto Académico Musical, surgió para encauzar esos perfiles). A todos nos rodea la música. Y ellas, madres todo terreno, sonríen.
El próximo sábado 28 de octubre no habrá ensayos, sino concierto. A a las 11, en el Estadio Mary Terán de Weiss, en Parque Roca, los 2000 alumnos de las 16 orquestas de la Ciudad festejarán los 25 años del programa compartiendo su arte con todo aquel que quiera escucharlo. El 21 y el 22 de diciembre seguirán celebrando, pero en el Teatro Colón. Para este sábado prometen stands con fotos, recuerdos y torta de cumpleaños. Yo sé que por sobre todo habrá música. Y 2000 sonrisas de esas que hacen latir más fuerte el corazón.
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