Olivier Guez: "Josef Mengele fue el criminal de la idea de Europa"
El escritor francés recrea la "segunda" vida del criminal nazi, de cuya muerte se cumplen hoy 40 años, tras su huida de Alemania; "lo importante es entender hasta dónde puede llegar un hombre"
Hoy se cumplen cuarenta años desde el día en que Josef Mengele, el médico alemán responsable de la muerte de 400.000 personas y de haber realizado y ordenado macabros experimentos sobre niños y adultos vivos y sobre sus cadáveres en Auschwitz, se ahogó en una playa de Brasil, después de tres décadas desde su huida de Alemania. Una de esas décadas Mengele la vivió en Buenos Aires, primero con una identidad falsa y luego con su nombre real. Trabajó en una fábrica de muebles y practicó abortos clandestinos. La trayectoria completa del derrotero del criminal de guerra que siguió escondiéndose aun cuando ya nadie lo buscaba es descripta con ritmo ágil y buena pluma en La desaparición de Josef Mengele por el francés Olivier Guez (44) que, de visita en el país para participar de La Noche de las Ideas, dialogó con LA NACION. Guez presentará hoy ese libro, traducido a treinta idiomas, ganador del premio Renaudot 2017 y cuyos derechos fueron adquiridos por Charles Gilibert para llevarlo al cine, en el Festival internacionalde cine judío que se desarrolla en Punta del Este.
-Mengele es un personaje bastante conocido, pero ¿la imagen que se tiene de él es la real?
-La gente conoce el apellido Mengele; es como una marca negra, pero la verdadera historia es muy poco conocida. Antes de hacer este libro yo también conocía al Mengele mitológico, el de películas que vi de niño, como The Boys from Brazil y otras. Por efecto de esas películas Mengele es el único capitán, soldado de rango medio nazi, que la gente recuerda. Hitler, Goebbels, Eichmann eran los jefes de los jefes. Hay una distancia entre la mitología y la realidad. Pero esas películas son de los años 70, cuando Mengele vivía en Brasil, solo con una mucama con la que tenía miedo de casarse (para que no lo encontraran). Es una historia de soledad, paranoia y temor.
Antes escribió El regreso imposible, sobre los judíos que regresaron a Alemania tras la guerra, y el guión de la película El caso de Fritz Bauer, el fiscal que encontró a Eichmann en Buenos Aires. ¿Por qué le interesa escribir sobre los judíos? ¿Su familia es judía?
-Sí, mi familia es judía. Y Estrasburgo, mi ciudad, en los años 80 funcionaba como la última ciudad hebrea de Europa, con una comunidad grande y un universo muy particular. Yo he crecido en ese universo.
-¿Por esa le interesa el tema judío?
-También he escrito sobre fútbol, música electrónica, Latinoamérica. Pero la historia de los judíos es una historia de Europa y yo soy sobre todo europeo nacido en la frontera entre Francia y Alemania, he vivido en Bélgica, conocí bien Italia, España. Para mí, Europa es un país. Es una historia horizontal, sin fronteras.
-¿Y cómo llegó a Mengele?
-Para preparar el guion de la película sobre Bauer leí mucho sobre la Argentina de los años 50, los nazis aquí y en Sudamérica, y me encontré muchas veces con la figura de Mengele. Luego me di cuenta de que me interesaba esa segunda vida del criminal que no es un criminal cualquiera; para mí, Menguele es el criminal de Europa.
-¿Qué quiere decir?
-Mengele ha asesinado la idea de Europa. Es un criminal muy interesante, porque viene de una familia rica, ha estudiado mucho, tiene dos doctorados, en medicina y antropología, le gusta la música clásica y ha leído mucha literatura. Su primera esposa estudió historia del arte en Florencia. Ese europeo, algunos años después, conduce 400.000 personas a la cámara de gas silbando arias de ópera de Verdi y otros. Es increíble. Para mí, es la metáfora de lo que pasó en Europa en la primera parte del siglo XX. Una locura. Es el criminal que mata la idea de Europa. Entonces, fue importante para mí narrar esa historia también como una metáfora bíblica, como un cuento, como una hipérbole del criminal después de los crímenes. Su segunda vida.
-¿Por qué es interesante volver a esa locura?
-Hice muchas presentaciones en colegios secundarios. La generación de los jóvenes hoy no tiene relación directa con esa historia como la tuvo mi generación a través de abuelos, tíos. No me importa que los jóvenes sepan que en Buenos Aires el mejor amigo de Mengele fue Sassen o que tenía una relación muy difícil con Eichmann. Para mí, lo importante es que los jóvenes entiendan hasta dónde puede llegar un hombre. Eso es importante; la transformación de un hombre sin caridad en un criminal de guerra, un criminal de masas. Eso es universal. Hace cinco siglos, la tecnología para matar era muy diferente de la del siglo XX o de la de hoy, pero la idea del criminal de guerra es la misma.
¿Cómo fue su investigación? ¿Hizo entrevistas?
-Pocas, porque no es un libro periodístico. Tenía muchísima información de otros libros, que cito en la bibliografía, y antes de escribir viajé para ver y sentir los lugares, la topografía de esta historia. Estuve en Gunzburg, en Brasil y en la Argentina.
-¿Cuándo y en qué lugares estuvo en el país?
-Vine en 2015 y estuve en Buenos Aires y en Bariloche, en todos los lugares donde estuvo Mengele. No buscaba descubrir un detalle que nadie conociera, sino conocer y sentir dónde ha vivido.
-Leí que optó por no buscar entrevistar al hijo de Mengele. ¿Por qué?
-Decidí no buscarlo por varias razones. En primer lugar, porque es un libro sobre la vida del padre; él tiene una nueva vida en Alemania. Además, temía que me usara, como hizo hace unos años con un periódico israelí, para pedir perdón. Eso no me interesaba. Además, tenía de otros libros las informaciones que me interesaban sobre él.
-Dijo que este no es un libro periodístico. ¿Es una novela histórica?
-Es una non fiction literaria. Una novela histórica aborda un período histórico con muchos detalles y el autor acoge al lector de otra manera. Mi libro no funciona así, es mucho más seco, tiene pequeños detalles. Cuenta sobre todo la trayectoria del criminal. Es una non fiction del estilo de A sangre fría, de Truman Capote, u Operación masacre, de Rodolfo Walsh, a los que leí y fueron muy importantes para poder escribir La desaparición... y para entender un poco más la atmósfera.
-De todas formas, hay ficción en el libro. ¿Cuánta?
-Poca. Como una película de historia, tal vez no tenga todos los detalles. Por ejemplo, no sabía en qué lugar de Buenos Aires fue el primer encuentro de Mengele con Eichmann y tomé la decisión de situarlo en un restaurante alemán donde sé que se reunían los nazis residentes aquí.
-Describe a Mengele como alguien pusilánime, vanidoso y algo débil. Una imagen diferente de la que está en el imaginario general. ¿De dónde surgen esos rasgos? ¿Del diario personal de Mengele?
-Sí, de su diario y de todos los libros que he leído sobre él.
-Es un perfil patológico
-Claro, él tiene una patología, no tiene empatía con nadie, pero es también la patología de su tiempo, de los años 30 y 40 en Europa. El racismo, el antisemitismo, el odio. Todo el sistema nazi funcionó sobre el odio. El nazismo fue un sistema político basado en la biología. Para un hombre ambicioso como Mengele, hacer antropología y medicina fue el centro en este sistema loco. Es una patología personal y una patología del tiempo que cuando se encuentran es una catástrofe.
Presentó el libro en muchos países fuera de Europa. ¿Cómo fue recibido?
-En China, cuando hablo de Mengele o de los nazis, la gente pensaba en Japón, porque los japoneses también hicieron experimentos en China; durante la guerra tenían un laboratorio en el que hubo también un Mengele japonés. Entonces ellos pensaban en la guerra entre China y Japón. En Japón, en cambio, es diferente. Allí la mayoría no relacionan su país con la Alemania de Hitler. Todos estos viajes para presentar el libro en Europa, Asia, Sudamérica, son también viajes hacia la memoria de la propia historia de cada país.
-¿Está trabajando sobre otro libro de este tipo?
-Tengo un nuevo proyecto muy claro para el que estoy leyendo mucho. Es sobre una mujer de comienzos del siglo XX, pero no tiene nada que ver con nazismo. Me interesan mucho los destinos prometeicos, la relación entre el destino personal de un individuo y la gran historia.
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