#OlgaOrozco100años, su poesía reverbera en las redes con una maratón de lectura
Hace cien años, un 17 de marzo, nacía en Toay, localidad de La Pampa, la poeta, actriz y periodista Olga Orozco, autora de libros únicos como Los juegos peligrosos (1962) y Cantos a Berenice (1977). Desde su muerte, que tuvo lugar en 1999, se convirtió en una leyenda de la poesía argentina. Hoy, la Casa Museo Olga Orozco y el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) proponen una maratón de lectura para celebrarla. "Con esta boca, en este mundo" (título de uno de sus últimos libros) se podrá seguir por redes sociales y los lectores podrán participar con poemas, fotos y videos de hasta treinta segundos con el hashtag #OlgaOrozco100años. "Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía", escribió. Su fe en la escritura poética sigue viva entre lectores y escritores.
"Creo que la voz poética de Olga Orozco nació con los ojos abiertos, madura y sabia desde su primer libro (Desde lejos, 1946) –dice la poeta María del Carmen Colombo, primer Gran Premio de Poesía V Centenario en 1992–. Una voz que fue ganando complejidad e intensidad en cada uno de sus libros posteriores, sin dejarse devorar por movimientos como el neorromanticismo o el surrealismo, con los que tantas veces se la asoció, hasta su último libro publicado en vida, Con esta boca, en este mundo (1994), en el que no solo revisa su poética, como bien han señalado algunos críticos, sino que además imprime cambios notables a su retórica, como pasa en el poema 'Señora tomando sopa'".
"Ahora que no hay nadie,/ pienso que las cucharas quizá se hicieron remos para llegar muy lejos./ Se llevaron a todos, tal vez, uno por uno,/ hasta el último invierno, hasta la otra orilla./ Acaso estén reunidos viendo a la solitaria comensal del olvido,/ la que traga este fuego,/ esta sopa de arena, esta sopa de abrojos, esta sopa de hormigas,/ nada más que por puro acatamiento,/ para que cada sorbo la proteja con los rigores de la penitencia,/ como si fuera tiempo todavía,/ como si atrás del humo estuviera la orden, la invitación, el ruego.", se lee en ese poema. En 2012, el sello Adriana Hidalgo publicó Poesía completa al cuidado de Ana Becciú y con un prólogo de Tamara Kamenszain.
Orozco se graduó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1940, colaboró en la revista Canto e integró el grupo de escritores (con sus amigos Norah Lange, Oliverio Girondo y Enrique Molina, entre otros) que ensayaron una versión rioplatense del surrealismo. En simultáneo, Orozco ofició como cronista en revistas destinadas al público femenino. La poeta Marisa Negri recopiló en Yo, Claudia (Ediciones en Danza, 2012) los artículos periodísticos publicados en esa revista entre 1964 y 1974 y firmados por la poeta hasta con ocho seudónimos diferentes. Escribió además los horóscopos ("los orózcopos") en el diario Clarín. Antes, había interpretado personajes en radioteatros, en Radio Splendid, en la compañía de Nydia Reynal y Héctor Coire. Su voz profunda y conmovedora debe haber impactado en los oyentes como cuando leía sus poemas en público, como invitada especial en ciclos de lectura desde los años 70 en adelante.
"Hace cincuenta años que esa voz me acompaña con poemas como 'Yo Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero', publicado en el año en que nací –agrega Colombo–. Es la misma voz que me lleva a recordar a la mujer generosa y cálida, de humor punzante y asombrosa inteligencia, que fue madrina del Grupo de Poesía El Ladrillo, al que pertenecí en los años 70. Mucho después, en diciembre de 1994, pude entrevistarla junto con las poetas Mónica Tracey y Patricia Somoza. Con su acostumbrada humildad, supo decirme que su poesía era nada más que 'una apuesta esperanzada y sin esperanza a la vez, apenas una aproximación, una búsqueda de respuesta a cada interrogante'".
Obtuvo varios reconocimientos a lo largo de su vida y, un año antes de morir, recibió el VIII Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo. Como otros poetas, escribió narraciones autobiográficas. La luz también es un abismo (1967) y La oscuridad es otro sol (1995) reúnen las memorias de su infancia en Toay.
Orozco regresó a su pueblo natal en varias ocasiones y, en 1994, decidió donar sus libros con la condición de que se los preservara en la casa donde había vivido su infancia, rodeada de flores, árboles, mascotas y seres imaginarios. Allí se instaló la biblioteca de más de cuatro mil ejemplares y, en 2003, el espacio se reinauguró como Casa Museo Olga Orozco. En 2006, fue declarada Lugar Histórico Nacional. En esa institución se celebró, en 2019, el XX Congreso Nacional de Literaturas de la Argentina y se realizó un homenaje anticipado al centenario del nacimiento de la escritora, deidad de la literatura argentina, que se cumple este martes.
Un poema de Olga Orozco
Aquí están tus recuerdos
Aquí están tus recuerdos:
este leve polvillo de violetas
cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
tu nombre,
el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
mi infancia, tan cercana,
en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
entre los matorrales de la sombra.
Todo siempre es igual.
Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
todo siempre es igual.
Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
la húmeda llanura para tus pies furtivos,
la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
las antiguas leyendas,
la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.
-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!
¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho
y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
tan deslumbrante y claro.
¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,
por algún paisaje que he querido?
¿Recuerdas todavía la nevada?
¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
tu morada de hierros y de flores!
Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos
después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,
la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.
Espera, espera, corazón mío:
no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
Otra vez, otra vez, corazón mío:
el roce inconfundible de la arena en la verja,
el grito de la abuela,
la misma soledad, la no mentida,
y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.
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