Octavio Pinto ha vuelto a Totoral
Más de ochenta trabajos, entre pinturas, dibujos y acuarelas, del paisajista cordobés, fueron donados por sus descendientes y son el patrimonio del museo que lleva su nombre
CORDOBA
Pocos lugares tienen tanta identidad y color propio como la Villa del Totoral, conocida también, hasta hace poco tiempo, como Villa General Mitre.
Al costado de la ruta 9, según se va camino de Santiago del Estero, ese puñado de casas señoriales con galerías umbrías, árboles añosos y calles de tierra se parece en el silencio de su gente y el respeto de las tradiciones al paese que en melancólica definición describe desde el alma Cesare Pavese en La luna y las fogatas .
A metros de la plaza principal , ¿la única?, se ha inaugurado el Museo Octavio Pinto.
La sede es una casa colonial de paredes blancas, habilitada luego de muchas idas y venidas -el primer paso se dio en 1986- por el intendente Pontelli y su equipo de colaboradores para dar destino definitivo al legado del artista nacido en Totoral.
Pintor por vocación,( ¿un mandato del mismo apellido?), ciudadano del mundo y diplomático de alto rango, Octavio Pinto nació y se crió en Totoral. Estudió primero en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe, pupilo, como era costumbre en las familias cordobesas más tradicionales, y luego se inscribió en la Facultad de Derecho. Nada en la vida logró torcer su destino de pintor ni cambiar su amor por Totoral.
En 1910, tenía veinte años, expuso por primera vez en Montevideo, y de allí inició dos carreras paralelas: fue diplomático y pintor. Mientras viajaba por el mundo, dibujaba y pintaba con trazo suelto, desplegando sobre la tela o el papel una paleta colorida que ha vuelto su obra inconfundible y especialmente valorada por los coleccionistas cordobeses sensibles a la tradición del paisaje que encarnan Fader y Malanca.
Fader, mendocino nacido en Burdeos, se trasladó a Córdoba por razones de salud; el clima seco era bueno para los pulmones. Se instaló en Ischilín, muy cerca de Totoral, donde pintó paisajes que se ajustan a la rusticidad de la vegetación achaparrada y a la sombra mezquina de mistoles, churquis, chañares, algún sauce, piquillines y algarrobos.
La visión de la naturaleza de Octavio Pinto es más gozosa que la de Malanca, el otro gran paisajista cordobés cuyos mejores cuadros quizá sean los que inspiró ese espejo de las alturas que es el lago Titicaca en Bolivia. Basta recordar el que integró la colección de Domingo Minetti rematado años atrás por la firma Posadas.
La colección de 81 pinturas y documentos, incluidas las cartas intercambiadas con sus amigos Amado Nervo, Ortega y Unamuno, fue donada al nuevo museo totoralence por Alicia Pinto, hermana del artista, y por sus nietas María y Mercedes Pinto. Marchand y coleccionista, Mercedes se ocupará de conducir la institución y de crear la Asociación de Amigos.
Suena casi a una quimera que ya exista una agenda de exposiciones para 2004 que incluye muestras de Carlos Alonso, Dompé, Noé y Bianchedi, entre otros. Está prevista también una exposición de obras procedentes de la colección del ministerio de Educación, puesta en valor por la historiadora Mariela Babino, asesora en la catalogación de la colección Octavio Pinto.
Tengo en mis manos una nota de LA NACION fechada en 1925 en la que el crítico José León Pagano comenta la exposición de O.P. en la galería Müller, la misma que representaba a Fernando Fader. Dice Pagano: "De nuestros pintores, Pinto es el menos estudiado y el menos comprendido. Se le supone adormilado en una apatía provinciana, indiferente, remiso. Nada más erróneo. Este pintor letrado que parece mirar la vida con indolencia es un artista apasionado, fervoroso". Se enriquece Totoral con este museo que será escala obligada del turismo internacional atraído a estos parajes por la práctica de un deporte que tiene entre los millonarios norteamericanos sus más fieles seguidores: la caza de palomas. Créase o no aterrizan todas las semanas en el aeropuerto de Pajas Blancas contingentes de visitantes con excéntricos equipajes, que incluyen desde las armas reglamentarias, hasta agua mineral francesa, whisky escocés y variedades de snacks para mantener alto el colesterol, mientras se disfruta del aire más puro del mundo. Esos paisajes de Pinto, especialmente sus acuarelas de la Riviera francesa y los dibujos del Japón, serán un atractivo más en la villa del Totoral, rica por su patrimonio arquitectónico de "inigualable sencillez y belleza", según describe con conocimiento de causa Natal Crespo en su libro Casonas del Totoral .
Casas con nombre propio: la de Felipe Crespo, Allende Pinto, Deodoro Roca, Rusiñol Frías, Moyano Trebuq, Marrollo, Curia... todos totoralences de ley.
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