La vida íntima de Sarmiento: del sillón articulado al bastón con audífono, un recorrido por objetos extraordinarios
A propósito del Día del Maestro, un recorrido por el museo histórico dedicado a la figura del “padre del aula”, donde una decena de muestras invitan a redescubrir múltiples facetas del prócer
- 8 minutos de lectura'
Un bastón con audífono, el sillón donde pasó sus últimos días, su neceser de viaje, el yesquero que utilizó en la Campaña de Caseros, su peine de carey. Además, la libreta donde Paula Albarracín anotaba el nacimiento y la muerte de sus hijos y el retrato por el que se lo recuerda, pintado por su nieta Eugenia Belin. Las ideas de progreso, la vida pública, la política, la tecnología, las letras y la educación; sus méritos y contradicciones: en vísperas del Día del Maestro, que cada 11 de septiembre conmemora la muerte del padre del aula, Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) es revisitado a través de una decena de exposiciones en el Museo Histórico que lleva su nombre en el barrio de Belgrano.
Autodidacta, puesto que solo cursó la escuela primaria, Sarmiento llegó a ser escritor, estadista, docente, periodista, militar, gobernador de su San Juan natal, senador, ministro y Presidente de la Nación entre 1868 y 1874.
En un viaje directo al universo privado de Sarmiento, la muestra “Faustino Valentín” da cuenta de distintos aspectos de su vida a través de imágenes, objetos y referencias a las relaciones que estableció, sus afectos, amistades, familia y las mujeres que estuvieron en relación más cercana con él. En la sala se encuentra el sillón articulado que le regala su amigo Ambrosio Olmos, diseñado a mediados del XIX para uso de enfermos y dotado de un atril escritorio articulado con tintero, porta lapicera y un portalámparas de hierro movible. Allí pasó sus últimos días debido a los problemas físicos de su vejez y sentado en él se lo inmortalizó para su retrato mortuorio.
Un par de bastones con audífonos recuerdan los problemas de hipoacusia que padeció en su oído derecho y que disminuían cuando el prócer se acercaba el artilugio a la oreja, como se lo puede ver en imágenes de la época. Traído de Europa en 1880, este invento fue un obsequio que recibió de José A. Terry (que era padre de un hijo sordo) y que entregó a Sarmiento de forma anónima por su oposición política.
Un gorro de dormir y unas tijeras con estuche que el general Justo José de Urquiza le regaló al asumir la presidencia, unas chinelas confeccionadas por su hermana Bienvenida, anteojos con patillas, un reloj de bolsillo adquirido por él en Nueva York y usado hasta su muerte y elementos de uso personal como un distinguido neceser de viaje con espejo conviven en la sala junto a los retratos con que se lo recuerda.
Entre las pinturas, una imagen de un joven Sarmiento con peluca de 1845 (había perdido su cabello por una enfermedad) y el icónico óleo realizado por su nieta Eugenia Belin, donde se lo ve en su escritorio, ya anciano y en actitud solemne.
En otra sala, un antiguo banco de escuela remite al rol fundador del prócer como impulsor de la educación pública. Sarmiento propuso el diseño de este mobiliario en su obra De educación popular (1849), donde dijo: “Una gravísima atención ha de prestarse a la construcción de las bancas y bancos, no deben hacerse economías criminales en este punto cuando media la salud de una generación entera”.
Libros que formaron parte de su biblioteca y que hablan de asuntos como la educación popular o el método de lectura gradual, documentos de su puño y letra, correspondencia e imágenes de pedagogas y educadoras pioneras como Mary Mann, Juana Manso, Sarah Eccleston, Ignacia Varela o Rosario Vera Peñaloza forman parte de la muestra “La educación tiene nombre de mujer”, que incluye una réplica de un “delantal” blanco de Sarah Eccleston que recuerda un traje de novia.
Otras exhibiciones temáticas que propone el museo son Ya inmortal, ya fantasma. Miradas contemporáneas sobre el Facundo, Historia de los censos argentinos (por su impulso del primer censo nacional, que sentó las bases de sus proyectos educativos al constatarse el 80% de analfabetismo), El museo y su historia, Caseros, Sarmiento en red (sobre su vida pública y sus intereses de progreso) y “Sarmiento a ciencia cierta”.
“Trabajamos en exposiciones prolongadas y no permanentes, porque los discursos no son inmutables. Nuestro museo es disruptivo e intenta hablar desde la periferia. Los museos históricos dedicados a figuras nacionales se crearon con la idea de establecer ritos de culto, pero en este caso nos hemos escapado de ese encorsetamiento discursivo tratando de esquivar las representaciones hegemónicas. Las revisiones e investigaciones permiten entender otras miradas, algo que está ocurriendo en este tipo de museos”, señala Virginia González, directora de la institución.
Como ejemplo cita una próxima exposición, titulada Sin pedestal, que muestra al prócer con “sus claros y oscuros”. “No lo queremos mostrar como el gran salvador sino como un hombre que, si bien ha hecho mucho por el progreso del territorio, también ha cometido errores, y en ese camino ha generado situaciones de conflictos con otros grupos sociales como indígenas o afrodescendientes. En el caso de la mujer, si bien tuvo una mirada bastante vanguardista, igualmente la idiosincrasia del siglo XIX implicó que él la pusiera en un lugar determinado, a pesar de que siempre la reivindicó y trajo a las maestras estadounidenses”, agrega González.
Sarmiento en red es otra parada obligada, fruto del trabajo conjunto del Conicet y la Dirección Nacional de Museos, con curaduría de la investigadora Claudia Román. Este espacio recorre las relaciones horizontales que estableció en su vida pública y cómo operó en la materialización de múltiples proyectos relacionados con su interés de progreso, la educación y la industrialización a partir de usos de especies vegetales y animales. “Sarmiento en red busca hacer visibles algunas de sus dimensiones más conocidas: su actividad como educador, el efecto de sus decisiones políticas, la forma en que modeló nuestra imaginación territorial y cómo marcó la cultura argentina desplegando una escritura personal, capaz de crear mundos y de volverlos vívidos más allá de su tiempo”, explica Román.
En la sala se abordan las prácticas que Sarmiento articuló como corresponsal. “La escritura sarmientina trazó lazos privados y públicos que, en cartas abiertas y reservadas, telegramas, esquelitas, postales y notas sueltas llevaron y trajeron ideas, proyectos y objetos”, describe la curadora. A esto se suman sus viajes con fines políticos, los libros que escribió y “su voluntad de organizar y dominar el mundo de los seres vivientes, animales y vegetales, que son en la imaginación sarmientina herramientas centrales para el cultivo de ese mundo nuevo”. Para ello, importó semillas, de malbec, capullos de seda, especies vegetales como el timbó, el jacarandá, el eucalipto y el mimbre, cuya difusión expandió por el territorio argentino con el diseño de canastos que permitirían el traslado y la exportación interregional de frutas y hortalizas.
“Sarmiento a ciencia cierta”, en otra de las salas, repasa aquellos proyectos de carácter científico, tecnológico y de innovación que abordó desde la producción de malbec, la creación de museos, la extensión del ferrocarril, la producción de seda o la creación del Observatorio Astronómico de Córdoba en 1871.
Una imagen de la luna, albúmina de 1865, es otro de los objetos del acervo del museo, un obsequio de Benjamin Gould, primer director del Observatorio, a Sarmiento con la primera vista que se tuvo del satélite desde el hemisferio sur.
Objetos de esta naturaleza contrastan en el edificio con otros que remiten a acontecimientos puramente terrenales, como un boletín de la Guerra de la Triple Alianza escrito por Sarmiento o un billete de diez centavos de 1892 donde su idea de “civilización y barbarie” es llevada a la gráfica en el anverso y reverso del papel moneda. Esta misma dicotomía planteada por el autor del Facundo es tratada en otra exhibición desde la mirada de artistas contemporáneos.
El edificio del museo se inauguró el 11 de septiembre de 1938, en la antigua sede de la Municipalidad de Belgrano, diseñada por el arquitecto Juan Buschiazzo, de estilo italianizante. Su colección está conformada en su mayoría a partir de la donación que Augusto Belin, nieto de Sarmiento, realizó en 1913 e incluye pinturas, mobiliario, medallas, condecoraciones, porcelanas, libros, documentos y objetos que pertenecieron al político y escritor.
También se pueden encontrar piezas de relevancia como el uniforme que usó en la batalla de Tonelero, así como la banda y el bastón presidencial utilizado al momento de su asunción. El museo posee una biblioteca con un acervo bibliográfico de unos quince mil volúmenes y un archivo histórico que custodia la correspondencia privada y oficial de Sarmiento, además de una colección digital.
Para agendar
El Museo Histórico (Cuba 2079, de martes a domingo, de 10 a 18, entrada gratuita) realizará este mes diversas actividades gratuitas. La puesta teatral Sarmiento y su sombra, basada en escritos, libros, cartas y declaraciones reales de Sarmiento, Aurelia Vélez Sarsfield, Dominguito Fidel Sarmiento y Benita Martínez Pastoriza, se presentará este domingo y el próximo, a las 15.
El sábado 17 se dictará un taller de ñandutí (de 13 a 15), seguido de un concierto de blues. El domingo 18 actuará el Ensamble de Vientos Pampa y, al fin de semana siguiente, se invita a participar el sábado en un taller de bordado (de 13 a 17.30), y el domingo de un show a cargo de la banda Quinto B.
Otras noticias de Museos
Más leídas de Cultura
“Me comeré la banana”. Quién es Justin Sun, el coleccionista y "primer ministro" que compró la obra de Maurizio Cattelan
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
De regreso al país. Sergio Vega, un coro de loros y el camino que va del paraíso al antiparaíso
Martha Argerich, la dueña del tiempo. Nació el mismo día que Stravinski y García Lorca, trabaja cuando todo el mundo duerme y quisiera tener “el don de curar”