Nuevos libros sobre el cambio climático, un anaquel que crece al ritmo de los desastres ambientales
Con información útil y propuestas para defender los “derechos de la naturaleza”, más títulos se suman en el tiempo de descuento para reducir la contaminación global
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Nuevos ensayos abordan el cambio climático acelerado en los últimas décadas por la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y la explotación descontrolada del ambiente: El cambio climático explicado a un marciano (AZ, $ 9500), de Martín De Ambrosio; La naturaleza sí tiene derechos aunque algunos no lo crean (Siglo XXI, $ 21790) del ecuatoriano Alberto Acosta y Enrique Viale, y La historia del mundo en siete cosas baratas. Una guía del capitalismo, la naturaleza y el futuro del planeta (Taurus, $ 34.999), de los académicos estadounidenses Raj Patel y Jason W. Moore.
Destinados a diferentes públicos -chicos, adolescentes y “marcianos” en el primer caso; jóvenes y adultos en los otros dos- proveen no solo información útil sino también propuestas para la defensa del ambiente en lo que para algunos científicos ya es el “tiempo de descuento” para reducir la contaminación global y la destrucción de ríos, océanos, bosques, selvas y especies animales. Incendios, inundaciones y sequías se multiplican en distintas regiones.
“Todo lo que crean los humanos se produce en conjunto con la naturaleza: alimentos, prendas, hogares y lugares de trabajo, rutas y vías de ferrocarril y aeropuertos, hasta teléfonos y aplicaciones”, escriben Patel y Moore. ¿Por qué destruirla entonces? Lo barato podría salir muy caro, insinúan los autores que proponen denominar “Capitaloceno”, en vez de “Antropoceno”, el periodo iniciado en el siglo XV con la separación entre Sociedad y Naturaleza. Para los autores, el mundo moderno se formó a partir de “siete cosas baratas”: la naturaleza, el dinero, el trabajo, los cuidados, los alimentos, la energía y las vidas en especial de pueblos originarios, mujeres, colonizados, pobres, personas de color e inmigrantes.
Barato, puntualizan Patel y Moore, no significa de “bajo costo”. “Lo barato es una estrategia, una práctica, una violencia que moviliza todos los tipos de trabajo -humano y animal, botánico y geológico- a cambio de la menor compensación posible. [...] El abaratamiento marca la transición de innumerables relaciones de creación de vida al valor de dólar más bajo”. En el “Capitaloceno”, a diferencia de otros periodos históricos, la alteración del ambiente se rige por el principio de explotación de la naturaleza (y de persecución de aquellos que se oponen al “desarrollo”. “Hacer que las cosas se mantengan baratas es caro. Las fuerzas de la ley y el orden, locales e internacionales, son una parte costosa de la administración de la ecología del capitalismo”, concluyen.
Entre los trabajos mencionados por Patel y Moore -que proponen una “ecología reparadora” (si bien indican que no sería sencillo calcular el daño producido por la destrucción de ecosistemas enteros en países subdesarrollados)- aparecen varios de autores argentinos como la antropóloga Rita Segato y los filósofos Enrique Dussel y María Lugones.
Carta urgente a un marciano
El tono didáctico y entretenido del libro de De Ambrosio, periodista científico y escritor, se mantiene a lo largo de su epístola a un marciano, donde detalla las causas y efectos del cambio climático, “con información acerca de lo que los científicos vienen diciendo, y pronosticando, desde hace cuatro o cinco décadas, cada vez con más énfasis y dispar respuesta”, dice el autor a LA NACION. De la “huella de carbono” al descongelamiento de la tundra en zonas cercanas al Ártico, pasando por la deforestación del Amazonas y el impacto de la crisis ambiental en el sistema inmunológico de los humanos, De Ambrosio releva el estado actual de la cuestión.
“Cuando Antonio Santa Ana, editor de AZ, me ofreció escribir un libro sobre el cambio climático mi primera reacción fue negarme -cuenta-. Intuía que ya estaba todo escrito, que hay suficientes obras al respecto desde casi todos los ángulos posibles, de Naomi Klein a Bill Gates, de científicos como Vicente Barros y Mario Molina y diplomáticos como Christiana Figueres hasta quienes abogan por la atroz geoingeniería, como Wake Smith, y de jóvenes como Greta Thunberg y Bruno Rodríguez en la Argentina y activistas como Flavia Broffoni. Pero de repente pensé el tema al revés, ¿qué lector en la Tierra podría llegar a desconocer el cambio climático, con sus obvias consecuencias diarias a todo nivel? Solo un marciano, me respondí. Le cuento a un extraterrestre hipotético cómo se inició el calentamiento, como consecuencia imprevisible de la industrialización que arrancó en Inglaterra y se dispersó desde ahí, del efecto invernadero, de cómo afecta gravemente la salud, de las dificultades de arreglar el desastre, de la mala relación de los humanos urbanos con el resto de la naturaleza. Un compendio de lo que se sabe de cómo llegamos hasta acá y cómo puede seguir el temita este de la civilización humana y la vida en este planeta, no otro”.
De Ambrosio alerta sobre las crecientes emisiones de gases contaminantes, la ardua transición energética y el papel de los países desarrollados “que lograron desarrollarse precisamente en contra de la preservación de la atmósfera y no ponen la cantidad de dinero suficiente como para que el resto del mundo pueda adaptarse a sequías, inundaciones, enfermedades y demás catástrofes”.
Lo esencial es informarse y, en tiempos de fake news, hacerlo en forma activa, recomienda. “Para tener noticias ciertas las personas tienen que salir a buscarlas, chequearlas, desconfiar de los emisores. Eso supone un trabajo de ciudadanía sumamente difícil en contextos de redes sociales y de escrolleo infinito de asuntos varios. A lo que se suma que el tema es bajonero, que hay que tener un temple muy especial para absorber todo lo que pasa y aun así tener fe en la humanidad. Una vez que se tiene esa información, actuar de la manera más coherente que se pueda dadas las circunstancias personales”.
Para el autor, ser conscientes podría convertirse en una divisa. “Reducir los consumos que son suntuosos y que desangran los recursos del planeta sin que la propia supervivencia esté en juego, desde una remera que no me voy a poner nunca a un vuelo en avión privado que se pudo evitar -ejemplifica-. Es también complejo decirlo así en un país donde la mitad de la población, al revés, debe consumir más para llegar a los estándares básicos. Pero se entiende el punto”.
De Ambrosio evalúa la perspectiva del Gobierno en materia ambiental. “Retirarse de las negociaciones de la cumbre de la ONU llamada COP29 de Bakú no parece haber sido la jugada más inteligente dado que lo que se discute es dinero: dónde irán los miles de millones de dólares que las potencias se comprometieron dar a los países en desarrollo para atenuar el cambio climático. Además, el país dejó en banda a los otros países de la región con quienes se había comprometido a tener una estrategia conjunta para sumar fuerzas. Hay algunas especulaciones acerca de qué sucederá a partir de la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, ya que durante su primera presidencia decidió irse del Acuerdo de París de 2015, que también suscribió la Argentina, como parte del resto de los países, y que implica una reducción de las emisiones entre otras cláusulas. ¿El gobierno nacional también decidirá romper con ese acuerdo multilateral? Nuevamente, no sería lo más sensato y se perdería un montón de financiamiento internacional ya existente y posiblemente incluso cierre mercados a los productos nacionales, algo que los funcionarios de Ambiente saben, pero no sé qué tanto podrán influir en las decisiones geopolíticas superiores”.
Riesgos del extractivismo
El ensayo del economista ecuatoriano Alberto Acosta y del abogado Enrique Viale, presidente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, se enfoca en las consecuencias del “modelo extractivista” en las sociedades actuales. “En el libro no solo se describen las consecuencias, sino que también se cuestionan las bases del sistema que generan esta crisis ecosocial -dice Viale a LA NACION-. Se invita a abrir debates, a conectar temas y a tratar de instalar un debate político serio y responsable sobre los derechos de la naturaleza y sus consecuencias prácticas positivas”. Acosta fue presidente de la Asamblea Constituyente en Ecuador que reconoció los derechos de la naturaleza en 2008. En Estados Unidos, Europa, Colombia, Brasil y la Argentina hubo fallos judiciales que reconocieron estos derechos.
Los autores admiten que, para algunos, la posibilidad de que algo distinto del ser humano pueda ser pensado como sujeto de derecho constituiría una ‘aberración’. “Esto no es nuevo; a lo largo de la historia, toda ampliación de derechos fue, en un comienzo, impensable -afirma Viale-. Recordemos que al iniciar la colonia los pueblos originarios no solo no tenían derechos, sino que incluso se afirmaba que carecían de alma. La emancipación de los esclavizados o la extensión de los derechos a los afroamericanos, a las mujeres y a los niños fueron rechazadas en su tiempo por considerarse un absurdo. Reconocer los Derechos de la Naturaleza nos permite empezar a romper con el paradigma moderno que separó al ser humano de la naturaleza, al igual que cuestionar teorías económicas basadas en un crecimiento ilimitado que ignoran los límites del planeta”.
Para los autores, “las figuras extremas del extractivismo, como la megaminería, el fracking o el agronegocio, por sus propias características, no dan tiempo ni espacio a los ecosistemas a regenerarse, y a medida que avanzan van transformando territorios en zonas de sacrificio”. Bosques nativos, glaciares, mares, salares, humedales y pastizales están en riesgo.
El libro, sin embargo, no aboga por una “naturaleza intocada”. “Queremos que se garanticen las funciones vitales de la naturaleza y su capacidad de recomposición frente a modelos de maldesarrollo que la devastan -sostiene Viale, que fue coautor con Maristella Svampa de El colapso ecológico ya llegó-. Y que se logre la integración de distintas cosmovisiones, formas diversas de interacción con el territorio y modelos de desarrollo pensados por y para el Sur global. Planteamos una suerte de giro copernicano que nos permitirá transitar hacia otros horizontes civilizatorios. Se trata de pasar de una economía de la muerte a una economía de la vida”.
Para Viale, con la llegada del gobierno libertario al poder, se asiste a “una vuelta de tuerca del extractivismo a gran escala” en Argentina. “Como decimos con Svampa, hay que ser conscientes de que el núcleo de las políticas económicas del gobierno de Milei consiste en habilitar el saqueo a gran escala de los bienes naturales. Comprender esto reconfigura el escenario de lucha frente a las políticas de entrega y saqueo. Ellos lo saben, por eso el escarnio y la descalificación de parte de los diversos oficialismos hacia el movimiento ambiental. El Gobierno tiene una postura negacionista sobre el cambio climático que es comparable con el terraplanismo. Tenemos que tener en cuenta que estas políticas no solo traen más pobreza y desigualdad, sino que además cuestan vidas. Las inundaciones en el sur de Brasil, en Valencia, el tornado en Bahía Blanca, las olas de calor, todo esto provoca muertos. La sequía en la Argentina, consecuencia en gran parte del cambio climático, causó pérdidas de miles de millones de dólares, incluso para los sectores que el Gobierno dice proteger”.
Las cosmovisiones de los pueblos indígenas se integra al ensayo. “Sus territorios son constantemente violados por el extractivismo, que los desplaza y destruye sus formas de vida. Reconocer los derechos de la naturaleza implica también garantizar los derechos de los pueblos indígenas”, concluye Viale.
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