Nuevo viaje al Buenos Aires literario
Alvaro Abós recuerda la relación entre la urbe y los escritores, en una edición revisada de su obra Al pie de la letra
Porteño detallista hasta la obsesión, Alvaro Abós obedeció a sus musas secretas y volvió a la pasión investigativa. El resultado es una nueva edición de Al pie de la letra, guía literaria de Buenos Aires, una versión corregida y ampliada, con muchos más datos e historias nunca contadas que la obra original, de 2000.
En el libro, editado por Alfaguara y escrito en primera persona, Abós recorre la ciudad y revela secretos. Así, nos enteramos del odio que sintió al principio Antoine de Saint-Exupéry por Buenos Aires; del exilio en su departamento de Once de Leopoldo Marechal, el autor maldito por su militancia peronista, y de la muerte de Alejandra Pizarnik, en Barrio Norte. Esta es una síntesis del diálogo:
-¿Qué cosas le agregó a esta edición?
-Incorporé, por ejemplo, a Juan Gelman, al que evoco en la casa de la calle Salguero, donde vivía su madre; a Raúl Barón Biza, en el departamento en el que tiró ácido a la cara de Clotilde Sabattini, episodio luego reconstruido por Jorge Barón Biza y que, por cierto, sucedió en la misma manzana en la que 150 años antes había comenzado la tragedia de Camila O'Gorman. Rescaté el departamento de un ambiente en el que Osvaldo Lamborghini, en calzoncillos, tipeó El fiord ; el edificio de San Telmo en el que transcurre El mal menor, de Carlos Feiling; lugares de Mataderos a través de narraciones de Geno Díaz y Guillermo Saccomanno; historias que se me habían escapado, entre las infinitas que la ciudad guarda. Aclaro que Al pie... no es un manual de literatura ni un canon sobre Buenos Aires, sino un puñado de historias vividas a veces por personajes literarios y a veces por escritores.
-¿Qué barrio, calle, cortada o sitio lo deslumbró?
-Es como preguntarle a un padre a qué hijo quiere más. Depende del momento, de las circunstancias. Si tengo que elegir, me quedo con la plaza San Martín y sus alrededores, porque es un Buenos Aires concentrado: la estación multitudinaria, por donde pasan millones de personas, la villa 31, la ciudad moderna (con su emblema, el Kavanagh), la ciudad de las artes, la aristocrática, con los palacios Paz y Anchorena, pero asimismo de los negocios y de la casa donde Borges vivió 41 años. También creo que es el lugar más hermoso de la ciudad. Y, además, fue la plaza de mi infancia; alli aprendí a andar en bicicleta.
-Hablemos de Marechal. Cuenta en el libro su exilio dentro de su propia casa. ¿Fue un escritor maldito sólo por ser peronista?
-Sí, fue un escritor maldito. Se debe al espíritu de revancha que se impuso en el país cuando fue derrocado Lonardi, y que envenenó a la Argentina? Ahora bien, en literatura no hay decretos, porque es el territorio de la libertad. Y estaba Cortázar, que amó y defendió Adán Buenosayres . Entonces, teniendo a Cortázar, ¿para qué necesitaba Marechal otros avales?
-¿Qué anécdota no pudo incluir?
-Aunque me refiero a varias novelas nuevas, me hubiera gustado incluir otras, porque Buenos Aires es tema de muchos escritores. Es una fuente infinita de creación literaria.
-¿Cuál de todas las historias que cuenta lo conmovió más?
-En la crisis de 2001, cuando se robaban las placas de bronce, también se llevaron la que homenajeaba a Raúl González Tuñón, en su casa natal de la calle Saavedra. Justamente a él, que había escrito, como su maestro François Villon, una elegía al buen ladrón.
-Hay cierta debilidad por Borges y Macedonio Fernández, ¿no?
-Borges, junto con Roberto Arlt, es el escritor que más usó a Buenos Aires en su obra. Por Macedonio siento algo especial, porque si bien muchos escritores de Buenos Aires me deslumbraron, Macedonio me "salvó" varias veces como ser humano. Además de poeta, humorista y filósofo, fue profeta: contó cómo, en una ciudad, se puede crear caos para después erigirse en salvador.
-¿Es consciente de que con lo que escribió "humanizó" a los próceres de nuestras letras?
-Los escritores no son próceres: son seres humanos; algunos, buena gente, y otros, miserables, como cualquiera.
-¿Cuál es el bar que más le gusta? ¿Por qué?
-Para palpar la ciudad, están los tres más grandes, que son en sí mismos otros tantos microcosmos: La Biela, La Opera y la Premier. Después, muchos más, incluidos los viejos bares de barrio. El mío es el Roma, de San Luis y Anchorena. Para leer o escribir, algunos de los pequeños cafés que nacen como hongos.
-¿Cuántos años se tarda en conocer Buenos Aires?
-Muchos, y pueden no alcanzar, como es mi caso: llevo toda mi vida intentando descifrar el misterio de Buenos Aires, hasta ahora sin resultado.