Nueva vida para el legado de Da Vinci, recreado por el artista argentino Pablo Reinoso en un castillo francés
El artista argentino intervendrá Chambord desde mayo con más de 60 obras relacionadas con el vínculo entre el hombre y la naturaleza; una de ellas se inspira en una escalera diseñada por el genio del Renacimiento
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Una escalera de doble hélice, que impide el encuentro físico entre quienes bajan y quienes suben; solo se pueden seguir con la mirada, a través de pequeñas ventanas. Ese es el legado de Leonardo da Vinci que quedó en el castillo de Chambord, en Francia, declarado Patrimonio de la Humanidad hace cuatro décadas. El mismo que será intervenido el año próximo con más de sesenta obras de Pablo Reinoso, una de las cuales se inspirará en aquella estructura diseñada por el genio del Renacimiento.
Las ramificaciones en una estructura similar de hierro, de ocho metros de altura, aportarán nueva vida al “delirio de Da Vinci”. Así llama a su legado este artista argentino de 66 años radicado en París desde 1978, y formado como arquitecto en la UBA. Tras instalar sus esculturas en el palacio del Elíseo y en el Jardín de las Tullerías, y realizar proyectos similares en países como Gran Bretaña y Corea del Sur, enfrenta ahora el mayor desafío de su carrera.
Además de presentar desde el 1 de mayo hasta el 4 de septiembre pinturas realizadas durante la pandemia, nueva faceta que expande su conocido trabajo como diseñador y escultor, realizará intervenciones en las chimeneas que denunciarán el “suicidio colectivo” al que nos encaminamos destruyendo los bosques.
En los prolijos jardines podados “a la francesa” instalará también el árbol con prótesis que presentó hace dos años en Art Basel Miami, y en el centro de la escalera original exhibirá sus Respirantes, una instalación que parece inhalar y exhalar, en un movimiento cíclico que nos recuerda la importancia de cuidar ese oxígeno del que dependemos todas las especies.
A la búsqueda de un equilibrio entre la acción del hombre y el cuidado de la naturaleza presente en toda su obra vuelve a referirse ahora en una entrevista con LA NACION en Tigre, donde acaba de sumar piezas a las ya instaladas en la isla El Descanso. Es el final de una visita a la Argentina que abarcó además una charla en el Museo Nacional de Arte Decorativo, ya que la muestra Territorio Híbrido, de Cristián Mohaded, incluye un mate diseñado por él.
-¿En qué consiste tu proyecto en Chambord?
-Chambord es un castillo que es una referencia para los franceses desde hace cinco siglos. Es el más grande que hay en Francia y el más visitado, aparte de Versalles, que no es un castillo sino muchos, y tiene que ver con el poder político que se mudó ahí poco antes de la revolución. Chambord, en cambio, es el castillo de lo absurdo. Porque no tenía un objetivo militar ni era el lugar donde querían vivir los reyes; era un lugar más festivo. Su construcción empezó en 1519 y duró treinta años. Después se agrandaron unas partes, lo que duró cien años más. Pero el dominio forestal es el mismo desde hace 500 años, casi 6000 hectáreas. Cuando empezás con un proyecto así te encontrás con una historia fuerte, de la que de algún modo hay que apropiarse.
-Y Da Vinci es parte de esa historia.
-Claro. Cuando hay una muestra grande, siempre trato de que haya alguna obra in situ, site-specific, que tiene que ver conmigo y con lo que pasa en el entorno. En el caso del castillo, ¿cuál era el site-specific que tenía que buscar? De entrada, no encontraba la solución. Hasta que me referí a la historia. Es un castillo que se construye sin arquitecto. El arquitecto hubiera sido Da Vinci, salvo que se murió. Quedaron unos planos que eran de otro castillo que no se pudo construir, porque una pandemia devastó la zona. La doble escalera sí se construyó. Entonces pensé: con lo que me tengo que quedar es con el delirio de Da Vinci. Y en este castillo se expresa en esta doble escalera. Entonces analicé la escalera, la doble revolución, cómo funcionaba… Empecé a maquetar eso, y se enganchó con mi obra en general.
-¿En qué sentido?
-Todo lo que hago tiende a transformarse en representación de la vida. Que puede ser vegetal como en el Malba, donde los bancos que se conectaban casi de un modo vegetal de un piso al otro. En este caso, los escalones se van transformando en ramas que van haciendo como un nuevo árbol. Todo lo que es trabajo en madera lo he replanteado completamente frente a lo que es el impacto del uso de la madera en nuestra civilización actual. O sea, me limito a especies que estoy seguro que las reproducen y que son de un ciclo que lo permite, o utilizo árboles muertos. Esa escalera de Da Vinci, que es la obra del ingenio que se vegetaliza, está contrastada con esa obra que estuvo en Miami, en medio de un bosque geométrico. Lo menos natural posible es un jardín a la francesa. Ahí va este árbol que se cayó. Yo recuperé un pedazo, lo monté con muletas que lo sostienen, y traté de hacerle un nuevo sistema de ramas.
-Como una prótesis.
-Es una especie de protorrama post época del hombre. Como si se dijera: “Antes los árboles eran así, pero ahora nos cargamos todo e hicimos estos, que más o menos captan el oxígeno también, no son tan eficientes pero nos están ayudando”. Estoy en ese contraste entre la obra del genio civil y la obra de “reparemos lo que podamos, ojo con esto que no va más”.
-También la estructura de la escalera podría relacionarse con la vida, porque se parece a la del adn.
-Parte del genio de Da Vinci, porque no había ninguna noción del adn en esa época. Watson y Crick descubrieron la doble helicoidal en 1953. Antes eso no invadía nuestro imaginario pero ahora sí, entonces ya podemos tener esa lectura.
-¿Qué otras obras se van a ver en esta intervención?
-Hay marcos que se van para todos lados, que van a ocupar los lugares donde uno hubiera podido poner cuadros en el castillo. Ocupan un protagonismo en el que hablan de la vida vegetal. También las chimeneas van a ser utilizadas. Pero la primera metáfora al entrar es la respiración, es la vida. Si al final de todo el circuito uno pudiera conectarse con la sensación de las cosas que viven, me quedaría casi satisfecho.
-¿Cómo es esa obra de la respiración?
-Son obras que hice en los años noventa, en un momento en que decidí parar con la escultura pesada y dura. Entré en ese camino de buscar un opuesto, y pensé que el aire era interesante. Lo que más me atraía de la metáfora del aire es eso de que el aire todo lo atraviesa y todos los organismos vivos necesitan captarlo. Dentro de la gran metamorfosis de los sistemas vivos, el aire y la molécula de oxígeno es el punto común de todos. Cada obra va a hablar un poco de eso. En las chimeneas, ojo al exceso del consumo de madera: si es para calentarnos, está todo mal. Porque no podés quemar un bosque para calentarte una noche. La chimenea, en este caso, es un suicidio colectivo. Cuando encontrás un árbol sufriente dentro de un bosque floreciente decís “qué está pasando”, y con esas pinceladas se va armando el proyecto. Al que hay que agregarle la obra pictórica, que es a base de papel, tinta china y pincel. Son pinturas en blanco y negro que parecieran como un inventario de la biodiversidad que se encuentra en el bosque de Chambord. Cada una de esas especies de semillas que están en semiexplosión o que han eclosionado, podrían encontrarse como cuerpos vivos dentro de ese ecosistema. Es una sensibilización sobre ecosistemas que nos pasan desapercibidos, como miles de cosas.
Para agendar:
Intervención de Pablo Reinoso en Chambord, aún sin título, desde el 1 de mayo hasta el 4 de septiembre (chambord.org)
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