Nuestra era, la del narcisismo sin pudor
La novela El entenado, de Saer, es nuestro magnum opus sobre la desaparición. Y sobre la indiferencia. Y sobre el voyeurismo. Y sobre la culpa. Y sobre el canibalismo. Es decir, sobre los principales temas de nuestro tiempo. Una tribu que presiente su inminente aniquilación necesita de un testigo para esperar ser recordada. Sólo ese testimonio los hará soportar la indiferencia con la que el mundo recibirá su desaparición.
Un político que promete vacuidades, un débil mental que aplasta turistas con su camión, un(a) adolescente que publicita su imberbe maquinaria genital, un artista que intenta como puede ser visible, todos buscan lo mismo de diferentes maneras, vencer al enemigo del egocéntrico: la indiferencia. Muchas veces me pregunto cuál será la palabra que caracterizará a nuestra era dentro de algunos siglos. Una sola, como el Renacimiento o la Ilustración. Apuesto por el Narcisismo. Arte, política, pornografía, periodismo, terrorismo, todos son variaciones sobre ese viejo tema. El terrorismo justifica a la imbecilidad política, la pornografía la refleja, el periodismo la publicita, el arte la ridiculiza. Y el motor que las hace funcionar son los dos pilares fundamentales, el yin y el yang, de nuestro tiempo: narcisismo y voyeurismo.
Marcel Duchamp desplazó el lugar del asombro. Dictaminó que éste ya no se ubicará en la obra sino entre ésta y el observador y que entonces cualquier asunto puede desencadenarlo. Ya no se necesita técnica sino ideas. Con el amigo Chejfec y las queridas Graciela Montaldo y Susanne Bürner visitamos la colección Duchamp del Museo de Philadelphia. Me asombró sobre todo el abismo entre su última pintura y el primer objet trouvé, distantes de unos centímetros, una rajadura abismal en la historia del arte. Al fondo a la derecha, accesible por un orificio voyeurista, me asombró su póstuma Étant donnés, una especie de pesebre de un mundo sin dios. Todas las artes tuvieron su Duchamp y en general, no sé por qué, fueron franceses. En música fue Erik Satie: Vexations fue su mingitorio invertido precediéndolo de unos veinte años. Duchamp se exilió en América, único continente que lo podía entender. Los descendientes de Duchamp son todos los artistas. Los descendientes de Satie fueron sólo dos, ambos con nombres muy parecidos: Cage y Kagel.
Creo que la pornografía es un lindo ejemplo para entender nuestra relación con el arte contemporáneo. Sin pudor, el mecanismo pornográfico, o al menos su poder político, deja de funcionar, tanto como sin asombro deja de funcionar la vanguardia. En sus valerosos comienzos, la pornografía y la vanguardia artística parecían ser la quintaesencia de la provocación. Hoy que la pornografía es una carnicería industrial y el arte una caricatura de la tómbola financiera, ambos sufren de una cierta laxitud de ideas. El exceso de información promueve la indiferencia.En la desorientada Francia contemporánea, parece que el supremo atentado a la moral son mis compatriotas musulmanas cubriéndose el cuerpo en playas rebosantes de tetas al aire. La burkini es la nueva provocación suprema. Y el pudor parecería ser la nueva vanguardia.
El autor es compositor