Norman Manea, un escritor elegante e inesperado para el premio de la FIL
El rumano se destacó por su obra sobre la "identidad itinerante"; el director de la Biblioteca Nacional y miembro del jurado, lo retrata aquí e invita a descubrirlo
El Premio FIL (Feria Internacional del Libro) es la actual reencarnación del antiguo Premio Juan Rulfo, que la ciudad de Guadalajara concede todos los años a un escritor en lengua romance por el conjunto de su obra. Inicialmente, era un premio destinado a un escritor de América hispana; luego, el campo se extendió para incluir la península ibérica, y más tarde todas las lenguas romances, es decir, lenguas cuya madre es el latín: el castellano, el gallego, el catalán, el portugués, el francés, el italiano y el rumano. Para no excluir al vasco del territorio de España, noblesse oblige, se decidió incluirlo entre las lenguas representadas.
Este año, el premio recayó por unanimidad en el gran escritor rumano Norman Manea, de cuya obra se han traducido al castellano numerosos libros de ficción y ensayo. Entre ellos se destacan La quinta imposibilidad (2012), El regreso del húligan (2003), Felicidad obligatoria (1999), Payasos: el dictador y el artista (1997), El impermeable (1990), El sobre negro (1986) y sus cuentos reunidos en el volumen El té de Proust (2010). A pesar de estas publicaciones, Manea es poco leído en el mundo de habla hispana, descuido que el Premio FIL espera remediar.
Como descubrirán sus nuevos lectores, Manea es un escritor esencial para nuestra alborotada época, tan amenazada por nuevos totalitarismos y viejos nacionalismos. En estos momentos de amnesia, cuando el vituperio suplanta otra vez el diálogo, cuando los prejuicios étnicos resurgen y figuras como las de Mussolini y Stalin son rescatadas como salvadores de la patria, cuando nuestro país está siendo desgarrado por fanatismos irracionales, la irónica y lúcida voz de Manea recordándonos nuestras trágicas imbecilidades quizá pueda sernos de alguna utilidad.
Poner el mundo en palabras
Manea es la encarnación del escritor exiliado. En octubre de l941 fue deportado, junto con toda la población de su Bukovina natal, a un campo de concentración nazi en Transnistria. Después de pasar allí cuatro infernales años, fue liberado. Tenía sólo nueve años y los parientes que lo acogieron le regalaron un libro de cuentos de hadas. Nadie, hasta entonces, le había leído tales historias y Manea quedó deslumbrado. Esa primera lectura determinó que su carrera fuese poner en palabras mágicas la experiencia del mundo, por más atroz que ésta fuese.
En su adolescencia, Manea militó algún tiempo en el Partido Comunista Rumano, pero muy pronto se desilusionó de los dogmas del sistema, que le parecieron, por sobre todo, ridículos. Sus primeros escritos, en los que describe el absurdo cotidiano y el sistema policíaco establecido en su país, obtuvieron el elogio de sus amigos y la desaprobación de las autoridades. Censurado y vigilado, en 1986 consiguió milagrosamente una beca para estudiar en Berlín Oeste. Allí comenzó una vida de exilio que dura (dice el propio Manea) hasta hoy. Actualmente vive en Nueva York, donde enseña literatura comparada en Bard College.
Manea ha dicho alguna vez que escribe porque encuentra consolación en ese acto. "Escribir es una enfermedad y una terapia al mismo tiempo. Uno escribe para redimirse del caos que lo rodea, tratando de encontrar sentido en algo, en alguna parte. O uno puede inventar un sentido si no lo encuentra, y esto es lo que por lo general produce la obra de arte. Esto surge de la necesidad del individuo de buscar algo más allá de la realidad cotidiana, algo que a veces se esconde en el corazón de esa misma realidad."
Cuando pensamos en la literatura rumana -en Ionesco o Cioran, por ejemplo-, pensamos en escritores que han elegido un idioma extranjero en el cual escribir su obra. No así Manea, quien siempre ha sido fiel a su lengua natal. Su estilo es elegante e inesperado, y su obra trata temáticas profundas con inteligencia y con un sentido del humor perspicaz e inquietantemente oscuro. Sus temas son la identidad judía, los horrores del totalitarismo y la lectura del mundo a través de las letras, pero Manea ha dicho que su preocupación, al escribir, fue siempre evitar las etiquetas y los lugares comunes que tientan al escritor con aquel "pensamiento perezoso" del que habló Spinoza. Los textos de Manea resisten una identificación precisa. Durante la lectura pública de uno de sus libros, un oyente lo interpeló: "Señor, en su cuento usted habla de opresión, pero no nombra a los opresores", y él le contestó: "Tiene usted razón, no los nombro". Quería que un lector chino o latinoamericano pudiese reconocerse en la historia, cualquiera fuese el sistema opresor en el que ese lector viviese.
"Al fin y al cabo -opinó Manea en cierta ocasión- lo que importa es la intensidad con la que uno vive su soledad, su creatividad, el amor, la cólera, el dolor, la frustración, la alegría, en el interior de las muchas y efímeras identidades sociales que nos han sido concedidas." Es esa intensidad de la búsqueda que el lector siente en las páginas de sus incandescentes libros.
Razones para un galardón
El fallo del jurado
Ayer, en Guadalajara
"Feroz retratista de la sociedad rumana, con una obra inmensa sobre la identidad errante, el exilio y la violencia. Su personaje central: el judío errante"
En primera persona
Manea dijo ayer que hoy esta figura de su literatura se volvió universal, convirtiéndose en un "judío del mundo, en un ciudadano que se mueve en el exilio global. Cada persona busca la paz, la esperanza, el disfrute", en una situación de sufrimiento, pero marcada "por la tenacidad y la resiliencia"
€150.000
El valor de un premio
Como Enrique Vila-Matas en 2015, el 26 de noviembre próximo Manea recibirá el galardón en la apertura de la Feria del Libro de Guadalajara
FIL 2016
30 años de librosLa feria cumple tres décadas y lo celebra con América latina como invitada de honor
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