Noche de los Museos: un regreso triunfal, con arte en las calles y mucho público
Alrededor de 500 mil personas asistieron a los museos públicos y privados de Buenos Aires entre las 19 y las 22; la vuelta de la noche favorita del público porteño continuaba hasta las dos de la madrugada
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Fue un regreso triunfal. Después de la suspensión del año pasado a causa de la pandemia, la Noche de los Museos, la favorita del público porteño, volvió con todo. De la Boca y el Distrito de las Artes al corredor Norte, en Palermo y Recoleta, pasando por San Telmo, el bajo y el casco histórico, los más de cien espacios culturales adheridos al festejo organizado por el Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires recibieron miles de visitantes. Solo en la primera hora, unas mil personas habían pasado por Malba y unas 800 por el Bellas Artes, que abrió a las 17, según cifras de los encargados de prensa de cada institución. A las 22, los organizadores estimaban un total de 500 mil asistentes a todos los museos participantes. La fiesta del arte continuaba hasta las dos de la madrugada.
Al cierre de esta edición, había largas filas para ingresar a los principales museos: en Bellas Artes daba la vuelta por Libertador hacia el puente de Figueroa Alcorta y en Malba, rodeaba la manzana. Resultó un éxito la apertura al público de Colón Fábrica, en La Boca, que abrió las puertas temprano, desde el mediodía. A las 19, cuando recién empezaba la jornada, había más de 300 metros de cola para entrar al espacio donde se fabrican el vestuario y la escenografía del teatro.
Los que esperaban afuera del Bellas Artes se entretenían con las cámaras de los celulares: muchas fotos grupales y, también, selfies con el fondo de la fachada del edificio intervenida con el recurso del mapping que, a partir de las 21 y cada media hora, ofreció un collage de imágenes de obras de su acervo.
Barbijos en las filas al aire libre y alcohol en gel en las manos al ingresar a los museos fueron los protagonistas obligados de la jornada. El protocolo sanitario impuso, también, medidas de circulación de público en un solo sentido para evitar tumultos en el interior de las salas.
En una noche con cielo despejado y clima de verano, mucha gente optó por caminar de un museo a otro cercano, como se vio en la Boca y en el corredor de Avenida del Libertador: del Bellas Artes, donde muchos se sorprendieron con obras que nunca habían visto de Raquel Forner y Anne Marie Heinrich en la exhibición “El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950)”, al de Arte Decorativo, ubicado a pocas cuadras. Allí, además de recorrer la muestra “Fantasías plebeyas”, en el marco de Bienalsur, varios visitantes se instalaron en el jardín de estilo francés para disfrutar de un concierto lírico al aire libre.
En Malba, uno de los espacios artísticos que más público convoca en la noche de entrada gratuita (el ticket costará 500 pesos desde noviembre), la imagen era parecida a la de años anteriores a la pandemia: fila larguísima para ingresar desde varias horas antes de las 19, pero esta vez (casi) todos con barbijos. Un grupo de jóvenes comentó a LA NACION que estaban ansiosos por entrar porque era la primera vez que visitaban el museo de Eduardo Costantini. No sabían que la muestra principal está dedicada al artista uruguayo Rafael Barradas. Fueron atraídos, en realidad, porque querían ver de cerca las obras de Frida Kahlo que integran la colección permanente y se exhiben en el marco de “Latinoamérica al sur del Sur”.
Una acción de marketing de Netflix sorprendió a los visitantes. Dos actores vestidos con camperas verdes con la inscripción FBI preguntaban a la gente, en inglés, si habían visto al ladrón de arte más importante del mundo. Entregaban un folleto con la cara de un hombre que decía “Buscado”. La acción siguió luego en las escaleras mecánicas del museo. Era la promoción de una nueva serie que estrenarán el mes próximo.
El Distrito de las Artes, en el sur de la ciudad, fue otro punto de gran convocatoria en la noche del sábado. Desde temprano en la tarde, los que paseaban por avenida Pedro de Mendoza hacia la feria de Caminito se mezclaban con hinchas de Boca que lucían con orgullo sus camisetas a la espera del inicio del partido en la Bombonera. En la ribera del Riachuelo, los adoquines pintados de colores de la Vuelta de Rocha marcaban el Camino de Quinquela con afiches colgados con reproducciones de obras, fotografías históricas y artículos sobre el legado del artista de la Boca. Una actividad con barquitos de papel invitaba a los chicos a pintar con colores inspirados en las obras de Quinquela.
Fundación Proa y Fundación Andreani también congregaron bastante público, al igual que el museo dedicado a la vida y obra de Benito Quinquela Martín. En Proa, con fila de media cuadra en el inicio de la jornada de entrada gratuita, entregaban a los chicos unas bolsitas de regalo con un kit didáctico: un librito con consignas creativas para interactuar con la muestra “La Suite”, materiales para pintar y stickers. “Cosas raras, muy modernas”, decía un señor de bermudas y gorro mientras le sacaba una foto a un nene de unos 7 años delante de una instalación con tachos de basura negros de donde sale algo parecido a espuma blanca.
El boom de la zona sur lo marcó Colón Fábrica, con cientos de visitantes de todas las edades que esperaron con paciencia para ver por primera vez la trastienda dónde se realizan los decorados y el vestuario de Ópera y Ballet del Teatro Colón. A eso de las 20, la fila llegaba hasta Proa, ubicado a tres cuadras. En San Telmo, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires congregó jóvenes tanto en las salas de exhibiciones como en el patio, donde hubo una feria de artistas de Hecho en Buenos Aires y de libros. Las obras de la muestra “Todo es ficción”, de Washington Cucurto, colgadas sobre las paredes coloradas de los pasillos del Moderno, fueron el escenario de fondo elegido por muchos asistentes para sacar fotos para las redes.
La novedad del Moderno en esta edición fue el uso artístico de la vereda. Una enorme pantalla proyectaba imágenes digitales con música electrónica de fondo frente a una platea de cine con dos filas de butacas. Había también mesas del bar en la calle y carritos de food truck en el patio.
El CCK había abierto las puertas temprano, a las 14, por lo que el ingreso de público fue constante y fluido. El frente estaba iluminado con los colores de la bandera argentina. Fue una noche de arte y encuentro, con mucha gente en movimiento bajo las estrellas.
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