Niños salvados en Francia del nazismo cuentan sus vivencias desde la Argentina
Los habían arrestado juntos, a él y a su madre. Habían compartido poco más de un mes en dos diferentes lugares de detención, en París, hasta que supieron que los que figuraban en "la" lista debían tomar un tren. Su nombre no figuraba. "Yo nací en Francia en 1932. Era francés y no estaba incluido en ese contingente de 1014 judíos que iban a ser enviados hacia lo innombrable. Mamá, en cambio, era judía y extranjera, ¡buena para ser deportada!", recuerda Henri Pechtner, uno de los cien mil niños que sobrevivieron al holocausto a diferencia del millón y medio de sus coetáneos que fueron asesinados. Y continúa: "La recuerdo aquella mañana del 5 de agosto de 1942 cuando intenta desenganchar mis dedos aferrados a su falda, me empuja hacia atrás, una y otra vez. Me explica y me vuelve a explicar que tengo que quedarme en Beaune-la-Rolande, que está segura de que papá se las va a ingeniar para hacerme salir de allí. ¡Yo no quiero que mi padre venga a buscarme! ¡Quiero irme con ella! Tengo 10 años y medio, lloro, me agarro de ella con desesperación; ella me vuelve a empujar hacia atrás, con firmeza esta vez, y desaparece entre el tropel de prisioneros arreados hacia los vagones". A esa separación se sumaron los sufrimientos de ser un niño prisionero, la dicha de ser protegido por una familia católica, el reencuentro con sus padres y la reconstrucción de sus vidas en la Argentina.
La historia de Henri Pechtner es una de las nueve narradas en Querido país de mi infancia (Libros del Zorzal), en el que Hélene Gutkowski entrelaza las memorias de niños que sobrevivieron en la Francia ocupada por los nazis y emigraron a la Argentina durante la guerra o después de 1945, que será presentado el próximo 4 de setiembre en el Museo del Holocausto por Beate Klarsfeld quien junto a su esposo Serge, conducen la Asociación Hijos e Hijas de Deportados Judíos de Francia y son considerados "cazadores de nazis" en el mundo. Klarsfeld viene junto a su hijo Arno al país para esa presentación y la de sus propias "Memorias" (Libros del Zorzal), que se hará el 5 de setiembre en la Alianza Francesa.
"Leer los nueve relatos es también viajar por la Francia de la Ocupación, gracias a esa máquina de remontar el tiempo que es la veracidad de los testigos y al talento de quien recoge los testimonios y les da forma, captando y preservando la personalidad de cada uno. La calidad literaria de este volumen es tan excepcional como su interés histórico", escribió Serge Klarsfeld en el prólogo de "Querido país de mi infancia".
Gutkowski, su autora, es también una de los sobrevivientes y fundadora, en Buenos Aires en 1997, del grupo de los "Niños escondidos" durante la Segunda Guerra Mundial que luego se amplió y devino en la Asocación Generaciones de la Shoá en la Argentina. Nacida en Francia en una familia judía, tenía dos años cuando fue dejada al cuidado de otros adultos por sus padres y hermano con quienes se reencontraría años más tarde. Desde 1961 vive en Buenos Aires donde estudió sociología y formó su propia familia. Tiene tres hijos y seis nietos y es autora de Vidas (Shalom, 1986), Vidas en las colonias (Pardés, 1991) y Erase una vez… Sefarad (Lumen, 1999). Pero en Querido país… es la primera vez que incluye su historia personal. Su testimonio es parte del segundo volumen que se publicará el próximo año.
Este primer tomo, cuyo nombre juega con el título de una canción de Charles Trénet muy difundida hace algunas décadas, "Dulce Francia", es una obra coral en la que Gutkowski reconstruye los diálogos entre quienes compartieron en su infancia experiencias similares, pero no iguales, en un mismo contexto histórico y los completa con una voz en off que cuestiona, recuerda, reflexiona.
"¿Otro libro sobre el holocausto?", se pregunta la misma autora. Y responde: "Yo también pensé si no serían ya demasiadas las producciones, películas, libros, documentales y vi que no, que no vamos a terminar nunca de contar todo lo sucedido, que nunca será demasiado porque cada producción tiene un ángulo particular". En su caso, su trabajo tiene tres valiosas particularidades. Da voz a los protagonistas que en pocos años, por la ley propia de la vida, se apagará y ya no habrá quienes den testimonio en primera persona del horror y los gestos excepcionales vividos en esos años de violencia; cuenta aspectos de la Shoá desde este país, una perspectiva que los mismos franceses aprecian como novedosa; y aporta un capítulo sobre los orígenes de la comunidad judía en la Argentina y en particular sobre la colonización agraria rural y los primeros tiempos de la inmigración urbana.
"La mayoría de los sobrevivientes debió esperar decenas de años para juntar coraje, hacer caso omiso a la incredulidad de los bienpensantes y animarse a traer al presente esa vida fuera de la vida en la cual el nazismo los había sumido, para atreverse a hablar de la errancia, las perdidas irreparables, las delaciones, el hambre y la falta de higiene, el deterioro- tanto físico como moral –al que una parte de la humanidad los había reducido. ¡Mis amigos-testigos y yo debimos esperar sesenta y tres años para aceptar dar testimonio!", admite Gutkowski.
Pero no todo es oscuridad en los relatos de esos testigos. Cada capítulo destaca y detalla la valentía de los "salvadores", como denominan a los no judíos que hicieron caso omiso a los peligros que corrían recibiendo a los niños judíos en sus hogares o ayudándolos con gestos quizá menos riesgosos, pero igualmente significativos.
El objetivo último de Gutkowski y sus amigos no es sólo colaborar para que la Shoá no caiga en el olvido, sino el trasmitir "la aceptación del otro como igual y el espíritu crítico, el no aceptar las directivas de alguien sin interponer tu punto de vista y defender tus valores". Como hizo aquel señor que cedió su asiento en el tren a Micheline Wolanowski, una de las "protagonistas" del libro de Gutkowski, justo el primer día que la chica salió a la calle con la estrella amarilla cosida en su blusa, según la obligación impuesta a los judíos mayores de seis años por el gobierno francés colaboracionista con los nazis. "Tengo vergüenza de mi país, por eso es que le cedo mi asiento a esta muchacha marcada como un animal", dijo aquel señor desconocido en voz alta como para que todos en el vagón lo escucharan.
Para agendar
Presentación de Querido país de mi infancia (Libros del Zorzal)
Participan la autora, Hèlene Gutkowski, Beate Klarsfeld, Arno Klarsfeld y Diana Wang.
Miércoles 4 de setiembre, a las 18.30, een el Museo del Holocausto, José Hernández 1750
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