“Nieblita del Yí”. El libro para chicos de Juan Forn que nació en el bosque de Mar Azul
Está protagonizado por dos niñas que viven sin amigas y entre adultos, hasta que la literatura hace su magia
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A finales de 2021, La Flor Azul, editorial con sede en Mar Azul, publicó su primer libro infantil ilustrado que es, también, un póstumo del escritor y editor Juan Forn. Nieblita del Yí, con texto de Forn y María Domínguez e ilustraciones de Teresita Olhaberry, es una versión libre de un pasaje de la novela La tierra purpúrea (1885), de Guillermo Enrique Hudson, “de los muy pocos libros felices que hay en la tierra”, según Jorge Luis Borges. El río Yí, de curso lento y sinuoso y con orillas cubiertas de vegetación, está en Uruguay. El libro para chicos y grandes, que incluye un cuento dentro de un cuento, llevó años de trabajo y se presentó el mes pasado en la Feria de Editoriales Independientes de Mar Azul.
“En un viaje a Montevideo vimos una representación de La tierra purpúrea de Hudson, en el Teatro Solís -recuerda Pablo Franco, editor de La Flor Azul-. Hay una parte en la que el narrador, un viajero, le cuenta un cuento a una niña que vive en medio del campo. Es fuerte porque esa niña, que convive solo con adultos, nunca había escuchado un cuento. Esa idea nos pareció muy buena para un libro infantil.” Para el editor, el resultado final es maravilloso, “porque si bien la historia tiene el formato de un libro para niños, también interpela a lectores adultos sobre temas como la niñez, la pobreza, la ruralidad y la necesidad de la literatura como puerta hacia otras realidades”.
El escritor, editor y periodista cultural Juan Forn vivió en Villa Gesell los últimos veinte años hasta su muerte en 2021. María Domínguez, estudiante de arqueología, librera y lectora, escuchó el proyecto de La Flor Azul y le propuso a Forn versionar la historia de W. H. Hudson. Y la pintora Teresita Olhaberry comenzó dibujando una versión del libro, armó el relato en imágenes y, luego, pintó acrílicos sobre dos enormes bastidores. Curiosamente, en la novela Frivolidad, publicada por Forn en 1995, hay una referencia al río Yí en un diálogo entre personajes.
Nieblita del Yí comienza cuando el narrador llega, al anochecer, a un paraje a orillas del río Yí y encuentra hospedaje en la casa donde viven una abuela y su nieta, Anita. La chica no tiene amigas de su edad. Esa noche Anita escuchará por primera vez un cuento de boca del viajero, una historia protagonizada por Alma, una niña que no tiene con quien jugar (incluso los animales de la casa parecen muy ocupados para prestarle atención), y Nieblita, “mitad niña, mitad pájaro” y vestida con la espuma del Yí, que cambiará la percepción del mundo que las rodea -a la niña del cuento y a la niña que lo escucha- hasta convertirlo en un escenario de júbilo y magia. A lo largo de cuarenta páginas y con una veintena de radiantes ilustraciones hechas en acrílico sobre bastidor, el libro -como la niebla del río Yí- ejerce su hechizo. “Le pregunté si le gustaba que le contaran cuentos -dice el narrador-. Eso la dejó desconcertada. Descubrí que nadie le había contado nunca un cuento”.
“Un día, hace cuatro años, Juan y yo fuimos de visita a lo de Tere y Pablo [ilustradora y editor del libro], era el primer invierno que pasaban en el bosque -cuenta María Domínguez a LA NACION-. Mientras tomábamos mate y hablábamos, nos mostraron un cuento de Hudson y algo se encendió. Era una traducción de Idea Vilariño y contaba la historia de una nena que vivía en un mundo desencantado y herido por la guerra. De pronto algo aparecía y cambiaba el sentido de las cosas. Así apareció Nieblita del Yí”.
Domínguez fue pareja de Forn. “Tengo imágenes de invierno, sentados cerca del fuego y alrededor de Nieblita: lo veo a Pablo mirando distintos tipos de papeles y comparando formatos de libros, mientras Juan le habla y le da consejos de editor. La veo a Tere dibujando hasta el cansancio con tinta negra y un tiempo después, desplegando un lienzo enorme, trayendo pinceles y virando todo a color. El otoño pasado, lo que estuvo flotando en el aire durante cuatro años se cerró: pusimos lo escrito frente a las pinturas por última vez, y todo empezó a fusionarse. Las cosas se movieron, el cuento encontró por fin su forma, su sentido. Pablo dice que este libro es un regalo, para mí también lo es. Un regalo que nos hicimos entre nosotros, y que ahora se abre para ser compartido”. La noche en que dieron por concluido el trabajo, volviendo a su casa por el bosque, Forn le dijo a Domínguez que sería un libro precioso. “Y en eso se transformó”, dice la coatura.
Teresita Olhaberry, que ilustró el relato, revela que el proceso de producción del libro se intensificó en los últimos dos años, a partir de la pandemia. “Después de varias pruebas, y con un boceto de todo el libro en mano, decidí pintar con acrílico sobre tela las imágenes -dice a LA NACION-. Armé dos grandes bastidores. Dividí las páginas del libro y pinté. Es a lo que me dedico, a pintar, así que me sentí muy feliz de poder hacerlo también para un libro como este”. Respecto del trabajo con Forn y Domínguez, agrega: “Fue una tarea en conjunto, autora, autor, editor y diseñadora. Leer y releer. Mirar, escuchar y aprender. Mirar para atrás y encontrármelo a Juan diciéndome cosas sobre el libro”. A dejarse llevar por las aguas, leyendas e imágenes del río Yí.
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