Nicolás García Uriburu: el artista pop con fuerte compromiso ambiental
El arte fue el instrumento por medio del cual Nicolás García Uriburu alertó sobre los peligros de descuidar la naturaleza muchos años antes de que la conciencia ambiental comenzara a desafiar a la contaminación. Ironías del destino, lo último que tocó fue el tronco de un antiguo árbol en Barrio Parque porque se desvaneció al salir de su casa rumbo a una reunión social a la que nunca llegó.
Pasada la medianoche de anteayer, la familia confirmó que el padre del land art, que había sorprendido al mundo al colorear el Gran Canal de Venecia, en 1968, había muerto allí, a los 78 años. Atrás quedaba un creador versátil, culto y sencillo al mismo tiempo, reconocido en el mundo como pionero del arte ecológico y coleccionista exquisito, especializado en arte prehispánico y en esculturas monumentales.
Sería inapropiado aquí ocuparse de las circunstancias personales que García Uriburu atravesó en los últimos meses cuando estamos ante un artista de amplia producción, que incluyó performances, pinturas, objetos y fotografías intervenidas para referirse a la naturaleza.
Había nacido en la Nochebuena de 1937. Arquitecto egresado de la Universidad de Buenos Aires, artista plástico y miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes, de su matrimonio con la modelo Blanca Isabel Álvarez de Toledo tuvo una hija, Azul García Uriburu.
"Fue un artista muy osado. Con lo que hizo en la Bienal de Venecia de 1968 dejó una marca fuerte de su obra y de temas de los que no se hablaba en aquel momento. Sin duda, fue un hombre comprometido con su momento histórico", recordó ayer Rodrigo Alonso, que curó varias muestras colectivas de las que participó el artista en los últimos años, como la Ola Pop con la que abrió el museo MAR, de Mar del Plata, y se ganó un lugar en la agenda cultural nacional.
Alonso se refería así a Coloración del Gran Canal, la primera de las múltiples acciones que realizaría en su vida en favor de luchar contra la contaminación. Con el gran artista alemán Joseph Beuys pintó el río Rhin, en 1981, y plantó 7000 árboles durante Documenta 7, en Kassel. Acciones similares realizó en nuestro país, tras una larga temporada en Europa, de la que regresó en los 80. "Fui a Francia becado por un año y me quedé 15. Me fue tan bien que no me quería mover", recordaba García Uriburu cada vez que se le preguntaba sobre aquella experiencia, que se inició en los días del Mayo Francés y le ofrendó al gris París de aquellas jornadas estudiantiles revoltosas los fuertes colores de su creatividad.
Performances verdes
Con un tono muy parecido al de sus ojos, después de Venecia y el Rhin, el artista pop tiñó el agua de las fuentes del Monumento de los Españoles, en el cruce de las avenidas del Libertador y Sarmiento, y de los Dos Congresos, frente al Congreso Nacional, donde también desarrolló una performance de "humo verde" para respaldar las acciones de Greenpeace contra la polución. Además, replicó la plantación de 50.000 árboles en las calles de Buenos Aires, muchos de ellos sobre la avenida 9 de Julio.
"Una de sus últimas acciones públicas fue colorear el Riachuelo (en coincidencia con el Bicentenario de 1810). Lo hizo sorpresivamente", contó a LA NACION Adriana Rosenberg, responsable de la Fundación Proa, espacio cultural que albergó obra de García Uriburu en diferentes oportunidades. Y destacó su personalidad "culta y sencilla" y su "versatilidad, porque fue un artista extraordinario que transmitió sus ideales en todas las disciplinas del arte posibles".
"En este país nadie piensa en las consecuencias", comentaba preocupado García Uriburu durante la última entrevista que concedió a LA NACION, en octubre de 2015, en la que hizo puntual referencia a dos cuestiones que lo preocupaban: el proyecto del Gobierno de construir dos represas en el río Santa Cruz, que podrían afectar el glaciar Perito Moreno, y la masiva deforestación del norte del país.
Sobre su intervención en el Riachuelo, en la reciente exhibición de sus obras que montó la galería Henrique Faria hay una fotografía con pastel y acrílico, de gran formato, bautizada Utopía del Bicentenario. Coloración del Riachuelo 1810-2010. 200 años de contaminación. Es su mensaje contundente a las promesas políticas, especialmente durante el menemismo, de sanear esa cuenca hídrica con anuncios rimbombantes que quedaron en la nada.
De su producción pop no vinculada con la ecología quedan latentes tres pinturas de sus "mitos argentinos", realizadas en los 80: Eva Perón, Carlos Gardel y la Virgen de Luján.
Incansable difusor de la cultura, además de su propia obra, se dedicó en nuestro país a la fundación que lleva su nombre para estudiar el arte de los pueblos originarios de América latina. Y en la ciudad uruguaya de Maldonado abrió el Museo Nicolás García Uriburu, que alberga una colección de pintura y escultura donada a ese país. También allí participó como miembro fundador del Grupo del Bosque, que contribuyó a la reforestación del Departamento de Maldonado.
"Extrañaremos profundamente su audacia. Siempre nos sorprendía con sus colores, sus paisajes y su manera de entender el arte como un motor de lucha. Nicolás ganó el Premio Fondo Nacional de las Artes (FNA) a la Trayectoria en 2000. El arte y la naturaleza no sólo fueron su pasión, sino también su causa. Su pintura quedará entre nosotros y en la historia del arte argentino para siempre", dijo Carolina Biquard, presidenta del FNA, al despedir al artista.
Muchos artistas estaban impactados. Renata Schussheim destacó su "obra importante y coherente desde lo conceptual y pictórico". Para Felipe Noé, "fue un hombre muy sensible que supo tener una visión propia y contemporánea del lugar donde había nacido, sobre todo de América latina, con sus famosos mapas invertidos".
Entre sus distinciones se destacan el Premio Le Franc (París) en 1968; el Gran Premio Nacional (Argentina) de 1968; el Primer Premio Bienal de Tokio, de 1975; el Premio Otium Ecología, 1993; el Premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes (2000), y el Premio Konex de Platino, 2002. Hoy, de 10 a 13, sus restos serán despedidos en la Casa de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Avenida de Mayo 575.
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